lunes, 5 de diciembre de 2011

CONSTANCIA PARA EL RECUERDO

Actualmente no se escriben cartas como antes. El género epistolar ha sufrido el embate de la tecnología y todo parece conseguirse hecho. En las notas de amor hoy también se encuentra la esquela a la cual sólo le falta el aroma de pachulí, la flor no es disecada con esmero sino que se consigue plastificada, las cartas obedecen a un formato y se ofertan para todos los gustos, pero les faltan los suspiros entrelazados con la palabra y la huella de una lágrima en la mancha sobre el papel.

He recibido una carta de las de antes en las que se hace un balance sobre la vida.  Es posible, amigo lector que usted sienta lo mismo que yo en este breve recorrido sobre los años y las nostalgias, palabras que vale la pena compartir:

“Amigos”:
          “Creía que hoy era 16 de noviembre, un día normal, sin nada especial….pero me equivoqué. No era 16, sino 17 de noviembre; un día corriente…un buen día para encontrarse con los amigos… esos amigos generosos que no tienen inconveniente para regalarme 5 minutos para leer una nota de constancia de que los recuerdo con afecto…con mucho afecto”.

               “Un día especial para encontrar a ese amigo con quien comparto los trabajos comunales en la plaza de deportes de mi pueblo, con ese amigo que un día me encomendara la misión de ir a otro país (un sueño lejano para mí) en misión de trabajo, otro amigo con quien compartiera trasnochos y andanzas por las calles tranquilas donde corrió mi juventud, otro que apoyó mi idea de cambiar mis afanes laborales por un descanso anhelado, incierto y merecido, aquel amigo que fuera mi maestro en mis primeros años laborales y que más de una vez me tendió su mano generosa, y aquel otro que en convivios amenos me enseñara secretos para la relación obrero-patronal.

            Unidos así, como los dedos de mi mano, en este día ordinario y elemental, quise contarles al oído, cualquier cosa de mi vida… esa vida simple que he llevado en mi piel. Hoy, lejos de esas calles y lejos de esos días (si miramos fechas, veremos que nos estamos haciendo viejos) quiero contarles cómo me alegra sentir que veo pasar los años con una placidez extraña, extraordinaria, pues, lentamente estoy llegando a ser lo que siempre quise ser”.

               “Frente al espejo: canas y arrugas… arrugas y canas en un cuerpo fláccido no me sorprenden, pues no cambiaría mi maravillosa vida y ese escaso número de amigos por menos canas y un cuerpo musculoso.
           Ya me doy lujos que de joven ni siquiera me soñé: comprar un taladro y un juego de jardín que no necesito, y una moto pandillera para ir por la costanera a la caza de mariposas y atardeceres con la complicidad de mi mujer, tener un ángel con piel de perro. Me di ya el placer de dejar de ser intolerante y creerme dueño de la verdad, para sentarme a oler las hortensias de mi jardín sin envidiar a los cuatro colibríes que allí llegan cada tarde.

           Ya no me parece ridículo hacer el ridículo: escribo tonteras hasta las 11 de la noche y las borro a las dos de la mañana; bailo a escondidas esas melodías de los 60 que no pude bailar en los 70 en público, y hasta siento la tibieza de un lágrima por aquel amor que nunca fue más allá de tres miradas y un suspiro”.

                “A cada rato, dejo marcado en la playa el cansancio de mis huellas cuando ya el sol se enrojece de fatiga y se derrite en las olas, y ya en la noche, fabrico estrellas en la hoguera que consume los troncos llegados a lomo de las olas desde más lejos. Ahora recuerdo que he olvidado muchas cosas, pero recuerdo las cosas importantes: la gratitud, los afectos, los abrazos, el hombro del amigo, la risa de los niños y el hambre de los pobres.

             De pronto, palpo en mi corazón alguna cicatriz, y cómo no sentirla por la pérdida de  un amigo, por el llanto de un niño o la muerte de su mascota. Me hace feliz haber tenido tiempo de ver poner grises mis cabellos, de ver caer mis cabellos grises; me alegra poder decir SI cuando sí quiero, y decir NO cuando no quiero, sin sonrojo, sin enojos; ya me alegra reconocer que estoy equivocado cuando no tengo la razón……y es casi siempre”.

               “De lo que sí estoy seguro, es que ustedes sentirán el calor de un  afecto, que llega desde lejos un día simple, un 17 de noviembre que ya es casi 18. Desde aquí, cerquita al mar, lejos del mundo… - 
Benicio - Echeverri Salazar-.

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