lunes, 31 de octubre de 2011

ENTRE BRUJAS, BRUJOS E INQUISIDORES

En el período de transición entre el Feudalismo y el Capitalismo, el poder feudal entró en decadencia y los privilegios de nobles y clérigos empezaron a perder importancia ante el avance de otro modelo económico y social, otra forma de vida y otra forma de pensamiento. Correspondiendo con este momento de la historia, la brujería vivió sus etapas más difíciles al ponerse en marcha la máquina letal de la Inquisición, apoyada en la fuerza de los tribunales, el uso de instrumentos autorizados para la tortura, la condena y ejecución de brujas protagonistas de actos de rebeldía y acusadas de realizar prácticas secretas.

Los poderes otorgados por los Papas Alejandro IV en 1258, Juan XXII en 1320 y Nicolás V en 1451, defendían un Cristianismo en ascenso contra la permanencia de las antiguas religiones, sus rituales y sus divinidades. Lo que no era cristiano era pagano, satánico, demoníaco, ateo, fuera de contexto. Desde esta perspectiva, la persecución a las brujas y los herejes se consolidó con los procesos inquisitoriales que se llevaron a cabo entre los siglos XVI, XVII y XVIII.

Brujas y brujos se reunían el día Sábado en un “sabath” o “aquelarre”, evento social organizado como muestra del descontento de las clases bajas oprimidas, en contra del ritual católico y de las injusticias de los nobles, los ricos burgueses y el clero. Utilizaban un prado, cerca de unas ruinas y frente a una hoguera, donde se acudía a los rituales clásicos de las iglesias primitivas, en medio de danzas, consumo de brebajes enervantes, uso de ungüentos (mezcla de belladona, opio y beleño) que producían la sensación de estar en pleno vuelo; mientras los espíritus acompañantes deambulaban con alegría por todos los espacios del cielo.

Ser brujo o bruja no era fácil; la actividad era básicamente femenina: un brujo por cada diez mil brujas. El cuidado personal comprendía: lavarse la cara y peinarse cada cuatro días; bañarse cada cuarenta y dos días; cambiarse de ropa cada cincuenta y siete,  afeitarse cada noventa y uno y evitar cortarse y limpiarse las uñas. Regularmente eran mujeres de gran belleza, pretendidas por sus perseguidores, abandonadas por sus maridos o señaladas por sus rivales y a la vez acusadas de realizar prácticas secretas. La calificación dependía de las condiciones del inquisidor, para quien la bruja era quien aceptaba otro tipo de divinidad y estaba capacitada para establecer contacto con fuerzas extrañas, jurar en su nombre, reconocer su presencia real en todos los actos de la vida y portar imágenes representativas.

Brujas y brujos se clasificaban de acuerdo con su especialidad, para ser objeto de torturas y morir en la hoguera: el científico, el perseguido político, la mujer sabia, el hombre sabio, el mago, la maga , el astrólogo, el que realizaba cálculos y utilizaba signos y números; los culpables de montar en escoba, el que hacía el mal; el que provocaba el mal de ojo, utilizaba ungüentos, hierbas, conocía los conjuros, profetizaba y echaba suertes; el considerado como ave nocturna, el conocedor de venenos; la gitana o adivina; el que entonaba cánticos, el exorcista, el brujo gastrónomo y especulativo y el nigromántico.

Aún vigente, la brujería tiene dos momentos conmemorativos: “La noche de Walpurgis”: reunión de brujos y brujas en el monte Bruckben en la noche del 30 de Abril al 1 de Mayo, día de Santa Walpurgis; y  “El Día del Halloween”, que rememora las tradiciones mágicas de varios pueblos: los Druidas, quienes recordaban a Samán el Señor de la Muerte, contra quien se encendían las hogueras; los Celtas celebraban el último días del año con todo tipo de augurios mientras los espíritus de la muerte regresaban a sus moradas y los Romanos festejaban la abundancia de las cosechas en honor a Pomona, diosa de  los frutos.

En este último día de octubre los brujos y las brujas escoceses celebraban su aquelarre anual. Los colonos que llegaron a Estados Unidos, portadores de aquella tradición la convirtieron en una fiesta de niños.

La bibliografía conocida sobre la brujería es extensa. Los textos más representativos son: El Gran Libro Mágico, Santum Regnum, La Gallina Negra, El Libro de San Cipriano, Las Llaves de Salomón, La Clavícula de Salomón, El Inquiridión, El Papa León, Los Misterios y Ocultos Secretos del Papa Honorio, El Dragón Rojo, Los Maravillosos Secretos del Grande y Pequeño Alberto, El Grande y Potente Fantasma del Mar, El Libro Completo de las Brujas, El Libro del Hechicero, La Cruz de Caravaca, El Breviario de Nostradamus, El Libro de la Bruja y El Tratado de la Magia Oculta.

Talvez con el tiempo solamente se recuerden las brujas de antes por el famoso “Coro de las Brujas” que inmortalizara Henry Purcell en la Ópera “Dido y Eneas” o por las “Pinturas Negras” de Don Francisco José de Goya y Lucientes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario