martes, 11 de octubre de 2011

MEMORIAS DEL ENCUENTRO

Quinientos diez y nueve años después todavía se comenta la gesta del encuentro entre Europa y América, se descubren cosas ocultas y se tiende a hacer nuevos análisis de acuerdo con las tendencias filosóficas e históricas de los nuevos tiempos.

El encuentro con América se logró gracias a un accidente de apreciación ante el descuido en la verdadera interpretación de la información existente. La cartografía era abundante, los relatos de viajeros y náufragos eran trasladados a la fantasía; se sabía con seguridad sobre los viajes de los Vikingos a la lejana Vinlandia; todas estas cosas eran tema de conversación y controversia en los mentideros de los marineros de entonces. El Vaticano poseía los mapas de Benincasa y aún se hablaba de los mapas de Piri Reiss; Aristóteles en algún momento habló de dos islas enormes: Antilia y Salvaga; y San Agustín consideraba posible la existencia en lugares desconocidos, de habitantes no descendientes de Adán.

Para el Siglo XV, las grandes culturas existentes se desarrollaron en forma independiente por el celo con el cual cada quien cuidaba su territorio; los viajeros tenían que afrontar grandes dificultades como la autorización de tránsito de gobernantes y maleantes y recorrer grandes extensiones amuralladas antes de ingresar a las puertas de las ciudades o los imperios. A pesar de esto, poco a poco se conocieron desde Europa, el mundo Turco Musulmán, los Mongoles y las estepas del Asia Central, China, la Cultura de Indochina, la cultura Bantú en África; las culturas Mindanao y del Pacífico; y con los encuentros sucesivos, desde 1492, la cultura Azteca, la cultura Maya, La cultura Chibcha, la Cultura Inca y la heterogeneidad de grupos que se encontraban en una etapa diferente de desarrollo, como los Pieles Rojas en Norteamérica; Techuelches, Patagonas y Onas en Suramérica. Se supo del enorme desarrollo en estas culturas lejanas, su ciencia, sus lenguas; el avance en la construcción de monumentos megalíticos y la resistencia ante el genocidio provocado por el invasor europeo.

La Europa del Siglo XV por su lado, estaba enfrentada a innumerables conflictos sociales y políticos; las epidemias diezmaban la población por fallas en la salud pública; y la economía entraba en crisis periódicas. El mundo regido por Papas y Emperadores aceptó a regañadientes, el reacomodamiento de las monarquías nacionales y las alianzas  con un nuevo modelo económico y social: la naciente burguesía.  La población total no pasaba de sesenta millones de personas que muy lentamente adquirían mejores condiciones de vida, alentadas  por la búsqueda de nuevos elementos para la producción, nuevos inventos y las exigencias cada vez más apremiantes de las guerras entre los estados buscando la ampliación de sus dominios para garantizar la supervivencia de sus nacionales.

En medio de este devenir, dos acontecimientos conmocionaron a Europa: la expulsión de judíos y musulmanes del territorio español y el cierre del camino hacia oriente en el estrecho del Bósforo al caer Constantinopla en poder de los turcos otomanos. 

La alternativa para llegar a las Indias Orientales estaba en el mar; se contaba con naves de mayor envergadura y de probada resistencia en viajes prolongados. Se poseían instrumentos modernos para la navegación con la adquisición de la brújula y el sextante y la aparición de una nueva generación de hombres intrépidos dispuestos a desafiar la leyenda penetrando más allá de las puertas de Hércules. Portugal ordenó bordear las costas de África y España se fue preparando para una gran aventura: “el mundo no es redondo, sino que tiene forma de teta de mujer y la parte del pezón es la más alta, cerca del cielo, y por debajo de él fuese la línea equinoccial y el fin del oriente adonde acaban toda tierra e islas del mundo”.

Cristóbal Colón había conformado una sociedad comercial con los Hermanos Pinzón y Luis de Santángel, desde la cual se consolidó la expedición: El día 13 de Octubre de 1492, el marinero Juan Rodríguez Bermejo divisó tierra en el archipiélago de las Bahamas. Colón se apropió la recompensa de 10.000 maravedíes, que le correspondían al marinero y acomodó el 12 de Octubre como fecha oficial, día de Nuestra Señora del Pilar, patrona de los Reyes Católicos, para congraciarse con sus majestades y de paso evitar (por si acaso) el estigma del día trece.

El encuentro fue con gente “muy bella y pacífica”, desconocedora de las armas de hierro. “Todas estas culturas respetaban al resto de los seres vivos. No practicaban la caza deportiva y cuidaban el medio ambiente. Los ancianos y los niños eran los más respetados en sus sociedades porque veían en ellos a la memoria y la sabiduría en un caso y al futuro en el otro”. Américo Vespucio dijo: "estos salvajes no tienen leyes ni fe y viven en armonía con la naturaleza. Entre ellos no existe la propiedad privada, porque todo es comunal. No tienen fronteras ni reinos, ni provincias ¡y no tienen rey! No obedecen a nadie, cada uno es dueño y señor de sí mismo.  Son un pueblo muy prolífico, pero no tienen herederos porque no tienen propiedades."

El almirante se sintió con derecho a apropiarse de estas tierras y sus habitantes: "Son la mejor gente del mundo y sobre todo la más amable, no conocen el mal - nunca matan ni roban... aman a sus vecinos como a ellos mismos y tienen la manera más dulce de hablar del mundo, siempre riendo. Serían buenos sirvientes; con cincuenta hombres podríamos dominarlos y obligarlos a hacer lo que quisiéramos". 

Gonzalo Fernández de Oviedo en la “Historia General de las Indias”, nos dice: “el descubrimiento de las Indias fue la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo creó".  “Para los europeos que se creían en el centro del universo, las cosas comenzaban a existir cuando ellos las conocían, las descubrían”. “Para los americanos sería el trágico descubrimiento desde el cual se terminaban los tiempos en que podían decidir por su cuenta su vida, su forma de pensar, de producir, y su religión”.

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