viernes, 23 de diciembre de 2011

LA COFRADÍA DEL SEÑOR SCROODGE


Ebenezer Scrooge, personaje principal del “Cuento de Navidad” de Charles Dickens, era un comerciante osco, avaro, usurero y misántropo, a quien le disgustaban los diciembres y la felicidad. Siempre estaba solo.  Tuvo un trato poco amigable con las personas y en gran medida con Bob Cratchit, su empleado. Detestaba a los pobres a quienes culpaba de gran parte de los males del mundo y sentía una especial animadversión hacia las navidades, porque en medio de ellas había vivido los peores momentos de la vida.

Una vez durante un sueño, recibió la visita del espíritu de su antiguo socio Jacob Marley, para anunciarle la visita de tres fantasmas que encarnaban las navidades pasadas, presentes y  futuras. El Fantasma de las Navidades Pasadas, le hizo recordar la vida escolar en un internado; lugar en el cual fue abandonado por sus padres; allí reforzó su soledad, endureció su corazón y se convirtió en un trabajador compulsivo. Su compleja vida de adulto lo colocó entre nuevos abandonos como la separación de su esposa y la muerte de una hermana, único ser que le comprendía.  

El Fantasma de las Navidades Presentes, lo paseó por aquellos lugares humildes donde se vivía la felicidad y la alegría, incluyendo los mejores momentos con la familia de su empleado Cratchit. 

Finalmente el Fantasma de las Navidades Futuras le mostró la soledad de su propia muerte y las consecuencias de todos sus actos. 

Scrooge despertó conmocionado y aprovechando que aún era Navidad cambió radicalmente su vida y se  transformó en modelo de generosidad y bondad.

Algo poco amable se mueve al interior de la Navidad para que muchas personas se marginen de ella, agrupadas en torno a “La Cofradía del Señor Scrooge”, aduciendo que este espacio del año es utilizado en forma equivocada para dar rienda suelta a la vanalidad, la frivolidad y la carencia absoluta de un sentido de realidad.  

La Navidad es un referente claro de la natividad, el nacimiento de Jesús en los rituales propios del Cristianismo y como tal es un canto a la creación, a los nacimientos y a la recuperación de la vida nueva que se prodiga con generosidad cada día.

La fiesta comercial empieza en Septiembre, desbordando la celebración religiosa; Papá Noel entra por la chimenea en un país sin chimeneas y tras su homólogo cristiano: San Nicolás. El árbol de navidad, que recuerda los fríos diciembres del hemisferio norte y antiquísimas tradiciones religiosas, entra a hacer parte de la parafernalia de los pesebres y a falta de nieve en el trópico, bueno es el algodón. 

El humilde pesebre que ideara Francisco de Asís, pasa a convertirse en un remedo de la ciudad moderna, lleno de cosas superfluas y carente del amor por lo bueno, lo sencillo y lo cómodo. Hay profusión de brillos y colores, la música va aumentando en decibeles en la medida que se acercan las fechas principales. En los días del alumbrado en memoria de la Virgen de las Candelas, las cortinas de luz y ruido generados por la pólvora son suficientes para entrar en ataque de nervios y buscar escondedero.

Época de cantos, llantos y desencantos; los niños se queman entre los misterios de la luz y el ruido; aparece la prima de navidad para atenuar desbalances y en la profusión de regalos, comidas y bebidas se gastan los últimos ahorros y se adquieren nuevos compromisos a doce meses.
 
Todo este entorno se construye para indicarnos que una vez en el año se debe recordar que se tiene familia y amigos, que se debe llenar la despensa, que hay que reencontrarse, que hay que compartir y abrazar, que se puede pensar una vez en el año en los habitantes de la calle. Que también se puede comer y beber en exceso… y que ¡llegaron las ferias! …Bullicio, ruido, congestión e indigestión confluyen en la gran paradoja de este tiempo.

La navidad, la fiesta de los nacimientos debe ser parte de nuestro diario vivir. Aplazar las alegrías y los reencuentros para unos días en el año, nos aleja de la necesidad nuestra de cada día; el hombre de la calle también merece ser feliz todo el año; dar y recibir, deben ser gratificaciones permanentes que alienten el diario vivir, porque todo el desorden de los diciembres y  su excesiva vanalidad,  aumentan la apatía hacia la navidad, la misma que nos acerca con justa razón a formar parte de “La Cofradía del Señor Scrooge”.

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