lunes, 5 de diciembre de 2011

PENSANDO LA NAVIDAD

Después de consolidado el Cristianismo se fueron depurando ritos y costumbres para satisfacer las demandas de protección y favores  a la divinidad por parte de los creyentes. Los ritos se depuraron y las festividades antiguas aseguraron una nueva connotación. Tierra, cielo, mar, aire con todos sus seres, empoderados en una estrecha relación con el mundo religioso, hacían presencia en ofrendas por la generosidad de la tierra y la abundancia de los productos del campo, del cielo y del agua. Cantos de agradecimiento y alabanza a los dioses tutelares ante los beneficios de las cosechas el devenir de las estaciones y el despertar en cada instante de los tiempos de la naturaleza en todas sus manifestaciones. 

Asegurados los grandes aportes de las religiones primitivas a un nuevo modo de ver el mundo, se establecieron inmejorables relaciones con la nueva y única entidad celestial desde una religión de corte monoteista. Los días de celebraciones religiosas tuvieron su espacio en el calendario gregoriano y los intermediarios de lo alto, su asiento en el santoral. Desde las antiguas formas de reconocer a los dioses por su influencia sobre la vida y los goces terrenales, surgieron festividades como la navidad. Las celebraciones de fin de año en el calendario cristiano, incluyeron como acontecimiento central el nacimiento de Jesús, fiesta de la natividad o navidad, fiesta de los nacimientos, la fiesta del sol naciente, cumplimiento de un ritual en el nacimiento del hijo de un dios, para regocijo de los creyentes.

Se hace interesante reconocer la manera como rituales y objetos de culto en pleno sincretismo con el entorno de la nueva religión, apoyaron su presencia en la expresión religiosa, desde varios acontecimientos notables:

El día de las velitas que abre las festividades en honor al tradicional culto antiguo al fuego desde la devoción a la Virgen de las Candelas, protectora de los viajeros y luz santa en la oscuridad;

Los Saturnales Romanos dedicados a Saturno propiciaban el intercambio de regalos,  y ofrendas, además de la integración entre las diferentes clases sociales;

El invierno; el pino, árbol representativo de las tradiciones nórdicas, morada de los espíritus del bosque y de la nieve. En los trópicos durante la cosecha del algodón, se celebraba la fiesta de la abundancia; y en los diciembres los chamizos cubiertos de algodón imitaban los árboles cubiertos de nieve que resistían los fríos intensos del invierno del hemisferio norte. Nieve que no es propia de la región tropical; los árboles artificiales importados, muy verdes, han reemplazado los tradicionales chamizos.

El recogimiento se deja para la época de las lluvias, Marzo y Abril cuando el suelo se prepara para la siembra, días de la Semana Santa.

El pesebre es otro de los símbolos de la navidad; la idea de Francisco de Asís, después de Las Cruzadas, consistió en simular un poblado de la época, alentando el espíritu infantil en la reconstrucción de un episodio bíblico cargado de piedad y facilitador de la unidad familiar.

Más que el compromiso religioso, la Navidad es el tiempo de la familia que coincide con las vacaciones largas. Mucho más allá de los regalos, es el momento de los niños y de los adultos aún niños, para reencontrarse, disfrutar, compartir, jugar, recordar y propiciar el abrazo. La navidad pierde sentido al considerar el regalo obligatorio en la feria del comercio y el derroche, al construir un espacio de ruido desde el uso de la pólvora que conlleva a accidentes con consecuencias desagradables, la música a muy altos decibeles y al exagerado consumo de alimentos y bebidas alcohólicas por parte de los adultos, frente a los niños que terminan entendiendo que la navidad es el período de los excesos: símbolo de ruido, glotonería y borrachera.

La Navidad tiene sus adeptos que la viven con intensidad y también sus detractores, muchos de los cuales se reúnen en torno a la “Cofradía del Señor Scrooge”, en memoria del escéptico personaje del Cuento de Navidad de Charles Dickens. Otros la utilizan para llenar el alma de nostalgias y recordar a los que ya se fueron de este mundo. Espacio de lágrimas y soledad. Aparición de duelos no resueltos en quienes se aferran a una patología desde la cual obtienen ganancias y una atención que en todo momento reclaman, aceptando sin remedio que nunca reciben en la dimensión que esperan.

Desde la perspectiva de una feria de vanidades, entre el ruido, las comilonas, las borracheras y los alejamientos de lo afectivo y emocional, las costumbres navideñas van perdiendo el carácter de conservación de un espacio cultural, han subvalorado el sentido religioso para convertirse en la celebración de todo lo que sea posible celebrar: el encuentro y el desencuentro; la tristeza y la alegría, las presencias y las ausencias; todo lo que se tiene y a la vez su contrario; sin embargo, aún es posible hacer de estos días algo propicio para rescatar, sin tanta parafernalia, el placer de disfrutar y vivir el encanto de los niños, los amigos, los sabores de la mesa familiar y hacer un acto de contrición con la vida en días y noches  de verdadera paz… 

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