lunes, 5 de diciembre de 2011

ESTUDIANTES ENFERMOS


“Si a uno lo matan o se muere, le hacen un favor, descansa uno y descansa la familia”.- (Adicto terminal).

 Las campañas de prevención contra la drogadicción temprana parecen haber dado pocos resultados. Desde la educación básica hasta la educación superior se hace desesperante la situación de los educadores en el aula de clases, al enfrentar el problema de estudiantes consumidores de sustancias psicoactivas. Por su parte los padres de familia se muestran totalmente desconcertados ante una situación no esperada y sin respuestas precisas sobre el “¿Qué hacer?”.

Toda adicción es una enfermedad que se manifiesta como una propensión a hacer uso continuo y de manera compulsiva, de una sustancia aceptada socialmente en algunos casos o de uso restringido en otros, cuyo efecto está en la producción de trastornos en el comportamiento de los usuarios.

Para llegar a la farmacodependencia se requiere estar en medio de las carencias, poseer baja tolerancia a la frustración,  ser víctima de maltrato, abandono o abuso sexual, denotar hiperactividad, cargar problemas no resueltos, tener una dependencia enfermiza hacia algo o hacia alguien y carecer de fortalezas sociales. Estos componentes se combinan con estados de inmadurez emocional, necesidad de escapar de un mundo vacío, nostálgico, incongruente, frustrante; búsqueda de emociones fuertes y sueños delirantes; sentir el dolor,  evadir las ilusiones vacías para obtener otro tipo de presente, otra realidad. Se pasa a explorar el mundo de lo prohibido, inmoral e ilegal; desconocer la ley.

La primera dosis es la llave de una puerta para el viaje de prueba del cual se desconoce a qué círculo del infierno se va a catapultar al principiante. Paso inicial que puede encontrarse en el cigarrillo y el alcohol, drogas sociales, ablandadoras de la voluntad y comunes en el ambiente familiar.

Después de la primera vez hay un desconocimiento temerario de lo que sigue. El adicto siempre desea repetir cada una de las sensaciones de ese momento, en un evento sin fin que no logra saciarse; síntoma de una enfermedad de la persona, de la familia y de la comunidad.

El ingreso a temprana edad al “infierno azul”, indica que el problema no ha sido dimensionado en forma adecuada, porque son los pasos primeros los que definen el encuentro con el futuro, con el miedo, la adrenalina pura, la euforia, la calma, el paraíso artificial.

 La prevención parte del conocimiento de estadísticas sobre producción y consumo, en una industria que  mueve enormes cantidades de dinero. La prohibición es motivo de provocación para llegar a la etapa de experimentación.

Estudios adelantados en el país, sobre la adicción en el medio escolar, indican que los índices de consumo aumentan en forma acelerada. La edad de inicio es más temprana: niños de siete años y preadolescentes, abandonados a su suerte. Un verdadero reto para los organismos de la justicia, la educación y la salud, enfrentados a una enfermedad que empieza a ser la epidemia de los nuevos tiempos.

La prevención primaria está en el hogar: hijos que necesitan más cuidado, más compañía por los caminos de su vida. Apropiarlos de la información con respecto a que toda sustancia psicoactiva lleva el mismo propósito de ocultar la realidad o hacerla más posible desde la incertidumbre de lo artificial.

Lo que sigue al consumo es el desenfreno desde el bajo poder de la voluntad, las crisis periódicas y el desgaste del organismo: un corazón que vive a un ritmo más acelerado, lesiones cerebrales que generan inseguridad y bloqueos en el razonamiento que dificultan la comunicación. Desaparición del concepto de futuro, un presente incierto y un pasado que marca algunas huellas dando un mínimo de tranquilidad y nostalgia. 

Se hace necesario desde los organismos del Estado, realizar campañas tendientes a la orientación de la familia, los padres, las madres y los hijos. Enfocar en forma adecuada la publicidad y los programas preventivos en las diferentes edades y niveles de escolaridad. Alentar a los enfermos en sus logros, recalcando sobre su potencialidad y descartando la negación.

El adicto debe ser tratado como un enfermo y debe darse cuenta que está pagando con la vida su decisión inoportuna de transitar por unos espacios de irrealidad. 

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