“…Tu madre en la fuente, tu padre en la guerra. Duérmete mi niña que azulas la tierra…
Tu madre en la fuente recoge la estrella. Tu padre en la guerra lleva la bandera”…
(Eduardo Carranza: “Canción de cuna”)
Ellas existen para todos los días, todos los meses y todos los años, dedicadas a aquellas cosas para las cuales la naturaleza las trató con benevolencia, ante el encargo de perpetuar la vida y desempeñar tareas en todos los frentes de la actividad humana. Seres de paz, que transforman la fortaleza en protección y la protección en amor. Mujeres de paz y de guerra en los sitiales de los héroes; grandeza de otros, construida sobre la fortaleza y la confianza de la novia, la amante, la hermana y la madre, alentando el triunfo y sanando heridas de cuerpo y alma en el momento fatal de las derrotas.
Protagonistas de historias de valor…cuando el conquistador desistió de hollar las tierras protegidas por las selvas, las fieras y las mujeres guerreras expectantes a la orilla del gran río; fortalecida por su dolor, La Gaitana derrotó las tropas de Pedro de Añasco, asesino de su hijo; y en otros reinos, Juana de Arco recuperó un trono para Francia. Muy cercanas en nuestro tiempo Marie Curie descubrió secretos de los minerales radioactivos y Valentina Tereshkova nos regaló una sonrisa desde una nave espacial en el marco de un cielo estrellado. La “Dama de hierro” se hizo notable en el adusto gobierno inglés y Teresa de Calcuta construyó un nombre desde la entrega de sus oraciones y cuidados a los desposeídos y olvidados de todos los rincones de la tierra.
En los difíciles terrenos de las creencias, algunas religiones conservan lugares de privilegio para las divinidades femeninas en sus papeles protagónicos frente al tiempo y la vida, invocadas aún en los rituales de muchos pueblos del mundo. De la misma manera se recrean los momentos memorables de heroicas mujeres que se ganaron el respeto de los pueblos ante triunfos inverosímiles los cuales no han sido ocultados por la historia patriarcal que solía recitar solamente las gestas de los varones.
Muy cerca de nosotros, las mujeres de la paz y de la guerra conviven entre las alegrías y las tristezas de nuestro país. Al pie de sus banderas, en las guerras interminables de nuestra historia, han marcado su presencia como apoyo logístico en compromisos y tareas. También en los nuevos tiempos y gracias a su persistencia en el reclamo del derecho se les encuentra en los lugares de privilegio de la milicia con el reconocimiento de su rango y en los cargos de poder del Estado, en la seguridad de sus competencias.
Ellas están en cada lado de la trinchera, defendiendo lo suyo con arrojo: su ideal, sus afectos, sus conceptos de futuro. Aferradas a sus convicciones políticas una mujer que le cantó a la vida murió sin poder regresar a su patria y otra mujer que le cantó a las luchas obreras estuvo de exilio en exilio durante el gobierno militar de su país. Son lugares escogidos por ellas en la enredada madeja de los acontecimientos, participantes activas que buscan lograr lo mejor para su pueblo, desde la voz, la literatura, la política, los cuerpos armados y de seguridad, la lucha armada, la lucha obrera, las revoluciones; en los lados opuestos de opiniones controversiales y en el frente de batallas irredentas.
Las mujeres están demostrando siempre su capacidad de trabajo y de servicio, en la producción, en la dirección de los procesos y en la compleja toma de decisiones. Combinando belleza e inteligencia son propios los lugares de la academia y la ciencia, recreando la vida y participando en los descubrimientos del mundo, de todos los mundos.
Toda alusión a la mujer en cada uno de los días del mes de Marzo nos dice que es imposible olvidar aquel grupo de humildes costureras inmoladas en el incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist, edificio Asch, Washington Square, Manhattan, el 25 de Marzo de 1911, mientras cumplían con su cuota de trabajo diario; episodio triste que desde entonces se conmemora.
“…Doce años atrás, cuando tuve que irme, dejé a mi madre junto a su ventana mirando la avenida. Ahora la recobro sólo con un bastón de diferencia. En doce años transcurrieron ante su ventanal algunas cosas: desfiles y redadas, fugas estudiantiles, muchedumbres, puños rabiosos y gases de lágrimas, provocaciones, tiros lejos, festejos oficiales, banderas clandestinas, vivas recuperados,
después de doce años mi madre sigue en su ventana mirando la avenida…”
(Mario Benedetti: “La madre ahora”…)
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