viernes, 23 de diciembre de 2011

EN EL MUNDO DEL COLEGIO

El colegio es un submundo, una planta física donde hay espacio para todo: oficinas, aulas, pasillos, salas, canchas, rincones, baños, el rincón de los chécheres y de los muebles cansados, los espacios de los miedos, las salas de material, los depósitos de cosas, los laboratorios, los estantes de los mosaicos, las vitrinas de los trofeos, la tienda escolar, la cafetería,  los rincones de las basuras, las canchas, los pasillos. Todo allí es posible, desde el instante feliz de los primeros amores y el recuerdo de estudiantes y docentes que dejaron su huella, hasta la aceptable presencia de los fantasmas que recorren los amplios corredores y descansan entre el silencio de las aulas en las noches lluviosas de luna llena. Por muchas razones el colegio es uno de esos lugares por los que pasa la vida y que jamás se olvida.
Un colegio vacío es como un mundo de silencios retenidos, donde el bullicio de los recreos se apaga hasta el próximo encuentro de compañeros de aula, de docentes, de vidas. Lo que le da sentido a aquellos grandes espacios, no es solamente la planta física que muestra una rarísima imponencia, sino también el alma de las personas y las cosas que lo habitan. Niños y niñas con sus esperanzas y su bullicio, con sus alegrías y sinsabores, sus pequeños triunfos y sus primeras derrotas. Es además, una comunidad educativa y ese grupo de personas que cumplen funciones de dirección y servicio.
El elemento base corresponde a  los estudiantes que hacen su tránsito durante varios períodos en la adquisición de los aprendizajes, paso a paso, de nivel en nivel, para recibir un pasaporte para la vida. Elemento humano: factor esencial; planta física, y una aceptable dotación compaginados para acoger la función básica: búsqueda de aprendizajes. ¿Y la tarea?: Acoger la vida, recrearla durante un tiempo y luego lanzarla a otros mundos más complejos y con compromisos más obligantes.
El colegio por principio es el centro de los saberes y los aprendizajes, es el lugar de encuentro de los docentes que poseen conocimientos y habilidades para orientar y hacer acompañamiento; y los estudiantes quienes llegan ante la expectativa de aprender, de tomar y beber en una fuente inagotable ese saber, que a partir de entonces se vuelve eterno.
Pero la permanencia de los estudiantes en la institución escolar sólo se encuentra garantizada en la medida que ella posea un sistema de operación organizado y maneje recursos en función de oferta educativa y tenga claridad sobre los propósitos en función de los resultados esperados. Nada puede escapar a lo presupuestado en función de las disponibilidades y los deseos de formar seres humanos buenos y con conciencia de país y de mundo.
El estudiante como elemento base del proceso que se da al interior del colegio debe ser dueño de unas mínimas comodidades, al igual que en el hogar, para garantizar una permanencia agradable y una vida estable como garantía del rendimiento esperado. El colegio debe ser un lugar tan agradable como el hogar y sus miembros tan necesarios como una familia.
El hogar como base de la educación primera debe asegurar al estudiante la estabilidad adecuada, en todo sentido. Los altibajos de la economía doméstica y las constantes dificultades generadas por las difíciles relaciones entre los padres, además de los conflictos de familia, afectan en forma directa a los hijos y a las actividades que desempeñan como escolares y como personas en formación. El estudiante lleva al colegio este descontento que afecta su rendimiento.
El colegio hace su parte, pero de usted como padre, madre o acudiente depende el éxito de la formación y adecuado rendimiento de su hijo; acompáñelo, vigile los diferentes estados en su proceso de formación y aprendizaje y piense que el mundo del colegio es algo más que su segundo hogar, es el lugar desde el cual niños y niñas inician nuevos caminos hacia la vida.

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