De acuerdo con el relato bíblico Herodes mandó matar los niños inocentes, puesto que se rumoraba que había nacido un rey de la línea de David que reclamaría el poder.
Por el número, posiblemente veinte, teniendo en cuenta la relación con la población censada en el momento del suceso, el acontecimiento no trascendió mucho a los historiadores de la época y las cifras variaron de unos a otros, de acuerdo con sus personales conveniencias.
El 28 de Diciembre se conmemora este acontecimiento. La inocencia se mide desde todos los ángulos y la festividad se celebra ante la reflexión seria sobre los problemas que el ser inocente implica, pero también se ha patentado otra fórmula que nos da la visión del incauto, el tonto, el desprevenido tal vez considerando erróneamente que se tiene mentalidad de niño para ser “víctima” de todo tipo de bromas rematando con el tradicional “¡Pásela por inocente!”.
Los niños son inocentes víctimas del comportamiento e intereses de los adultos. El fenómeno no es actual. Veamos algunos casos: En la antigüedad los niños eran sacrificados a los dioses para beneficiar las cosechas. Dios ordenó a Abraham sacrificar a Isaac, para probar su entrega y luego le ordenó reemplazarlo por un cordero. Salomón dirimió una disputa de dos mujeres que se peleaban por un niño. Los reyes eran reyes a cualquier edad manipulados por adultos sagaces, matronas indolentes o ministros ambiciosos. Los niños eran prometidos en matrimonio desde el vientre materno para facilitar las alianzas o aún sin terminar su infancia se comprometían en casamiento formal. En la edad media se sacrificaban niños para sentar las bases de los puentes y su trabajo era importante en las actividades de la vida diaria, en las minas y en el campo.
La vida de los niños poco ha cambiado en el mundo de hoy; se les capacita para la mendicidad, se les adiestra para la guerra, se les secuestra para exigir dinero a cambio, víctimas de las disputas entre parejas, víctimas de la ira incontenible de los padres y víctimas de conductas ancestrales como el reciente matrimonio en Gaza, de 450 parejas conformadas por hombres mayores de veinte años y niñas entre los seis y los diez años, simplemente porque El Profeta, alguna vez se desposó con una niña de seis años.
Dos preguntas quedan en el vacío: ¿Han quedado cortas las leyes sobre la infancia?
¿La Organización de las Naciones Unidas para la Infancia –UNICEF- aún está pensando qué hacer?
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