viernes, 23 de diciembre de 2011

LOS PRIMEROS DÍAS DE COLEGIO

Cuando comienza el año escolar ingresan por primera vez al sistema, nuevas generaciones de niñas y niños quienes apoyados en padres, madres y docentes se aprestan a enfrentar el compromiso de su formación como personas aptas para el desempeño en las diferentes tareas que un mundo cada vez más acelerado, reclama. Se inicia para los pequeños todo un proceso de cambios, con un sin fin de expectativas, prevenciones, temores y una que otra sorpresa.

Desde la informalidad del hogar, se pasa a la regularidad de la  institución escolar donde hay tareas relacionadas con la posibilidad de satisfacer necesidades para obtener un objetivo básico: el aprendizaje para la vida.

La labor de educadores y educadoras responsables, debe moverse desde los espacios del conocimiento, el amor y el respeto; por el tipo de material humano con el cual se trabaja: susceptible de cambios y en cuyas manos algún día quedará la suerte del mundo.

El primer paso en el contacto con el medio escolar se da desde un acto de desprendimiento: la entrega del niño a una instancia diferente a la de la familia. El berrinche o la pataleta, es la actuación esperada como mecanismo manipulador por parte del menor, ante la angustia que produce la separación de la madre, que aunque temporal se mide como eterna. Empiezan a operar la infinidad de recomendaciones recibidas con anticipación, incrementando el miedo a la dificultad, a la soledad, al desamparo y a la incapacidad de enfrentar ese nuevo mundo desconocido y extraño.

Por fuera del colegio se vive el drama de la madre que se niega a aceptar la separación, deambulando por el colegio o por lugares cercanos. Finalmente las cosas se acomodan, la madre toma como suya la aceptación y el niño empieza a hacer uso de esa pequeña libertad de actuar sin las restricciones habituales del hogar y la familia y termina asimilando la nueva situación.

Las separaciones en estos tiempos de cajas mágicas que reciben señales, mensajes, imágenes en tiempo real, son menos duras. Los circuitos cerrados, el ordenador y el celular mantienen la presencia y el control de los niños donde se encuentren y sirven de paliativos ante dependencias no superadas. Durantes los primeros días de ese desprendimiento no sanado, es importante que el niño o la niña conserven entre sus útiles escolares, una foto tamaño postal de la madre o de la persona de quien dependa afectivamente. Esto tranquiliza un poco, como también el porte de los denominados objetos transicionales; su juguete preferido, su biberón, el chupón y aún una cobija pequeña. Al avanzar un poco en sus nuevos espacios, puede aparecer  la envidia por el juguete del otro y dejar de lado sus propios juguetes; pero poco a poco y de acuerdo con la aparición de otros intereses, la situación es superada y estos objetos y su tiempo de uso habrán cumplido su función.

En aquellos casos en los cuales la resistencia al medio escolar carece de salida, es pertinente esperar un poco más, para trabajar en forma individual desde el hogar y otros espacios, diferentes formas de socialización. Los ambientes aceptados conectan al niño con muchas cosas nuevas que captan su interés: juegos, experiencias, personas y espacios. Este momento es propicio para establecer buenas relaciones con el colegio. En beneficio de este propósito, colegio- hogar - familia, deben operar en forma coordinada desde una permanente comunicación, para lograr resultados. Los nuevos aprendizajes y la permanente comunicación entre las diferentes instancias, llevarán a que el niño asimile los cambios en las rutinas, en los horarios y en las nuevas obligaciones.

La alimentación que viene desde el amor por la sensación primera del alimento materno, en la etapa escolar entra en un período de cambio y hace parte de las aceptaciones.

Entre los niños que inician su etapa escolar regularmente se presentan episodios de violencia infantil, generada por dificultades en la comunicación. La adaptación regular atenúa estos estados, además de la aparición de la disciplina como elemento restrictivo. Sólo la disciplina fundamentada en el amor  evita el llanto y  el conflicto, enseñando a vivir en medio de la aceptación de las limitaciones personales, el reconocimiento de la autoridad y el respeto por el otro.

El primer año de colegio es fundamental en los procesos futuros de socialización del adulto y en la aceptación de actividades de cooperación, competencia y riesgo.

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