viernes, 23 de diciembre de 2011

BIENVENIDO 2 0 1 2


El año 2012 llega con el alborozo de un nuevo nacimiento. Aunque el tiempo en sí carece de puntos terminales en virtud de su eternidad, los seres humanos definen ciclos de trescientos sesenta y cinco días y ocho horas para realizar sus cuentas: en el calendario gregoriano se llega al año 2012, en el mahometano se recorre el año 1433 que termina el 26 de noviembre, los chinos el año 4710 y los israelitas el 5772 que termina el 28 de septiembre.

Hasta la fecha han transcurrido dos mil diez años mal contados, posteriores al nacimiento de Cristo (d.C) o después de nuestra era (d.n.e). Los encargados de estos asuntos en uno u otro momento de la historia no tuvieron en cuenta períodos de tiempo ya vividos, aumentaron por un lado y recortaron por el otro y como en toda tarea humana en la que se hace difícil hablar de unanimidad, se recurre a aceptar lo impuesto. Si alguien se equivocó, poco importa, el tiempo transcurre a pesar de toda equivocación, no es su función detenerse a esperar que se resuelva lo ajeno   a su tarea de transcurrir y ser en los ciclos eternos del universo.

Para 2012  hay muchas cosas resueltas y otras tantas sin resolver: los grandes descubrimientos de la ciencia son utilizados por la mayor parte de la población: la electricidad, la energía solar, la energía atómica, los acumuladores de energía y las comunicaciones. Se ha progresado en el tratamiento de enfermedades aumentando el promedio de vida de la población. Son notables los logros en la atención a las necesidades básicas. La beneficiada es sólo una parte de la población porque muchos sectores del planeta carecen de las mínimas comodidades por servicios de salud deficientes, sistemas educativos obsoletos, viviendas infrahumanas y escasez de alimentos con repetidos períodos de hambrunas. En estos espacios se encuentra lo resuelto y lo no resuelto de la vida en la tierra.

Es negativo el respeto hacia el planeta: la intensa polución crea un medio ambiente poco apto para la supervivencia, el cúmulo de desigualdades: la excesiva pobreza que no se compadece con la opulencia de unos pocos; la guerra y la continuidad de los conflictos por usufructuar el poder y marginar al otro, el que piensa y actúa diferente. Se perpetúan viejos conflictos entre países, unos que pretenden dominar, otros que pretenden no dejarse dominar y otros que quieren beneficiarse de ser dominados. Conflictos de fronteras en la América nuestra; cierre de fronteras para evitar el tránsito de buscadores de trabajo mejor remunerado y construcción de murallas físicas y legales con la imposición de permisos y la reglamentación de visas, que tiene como respuesta el tráfico ilegal de inmigrantes; huecos para penetrar el sueño americano, el sueño europeo o la búsqueda de espacios en la fiebre del dinero fácil desde el comercio de narcóticos.  Es altamente paradójico que los grandes centros de poder busquen nuevos espacios para la vida humana en el mundo sideral, sin haber solucionado estos problemas en la tierra donde sólo se ha aplicado el precepto del “sálvese quien pueda”.

 “La fiebre del oro” en el oeste norteamericano, “La guerra del opio” en China y “La ley seca” a principios del siglo XX en Estados Unidos, nos dan una idea de lo poco que se aprendió de las soluciones que se plantearon ante conflictos similares. Acuerdos carentes de validez en nuestro tiempo bajo la hipótesis de que toda prohibición aumenta el interés y todo interés aumenta la ganancia.

Nuestros cielos pródigos castigaron con lluvias torrenciales las cuencas resecas de los ríos; los mismos que buscaron sus orígenes inundando valles y llanuras, ablandando la montaña y reclamando sus antiguos cauces sobre puentes carreteras y viviendas. Castigo para pobladores indefensos, ingenieros y planificadores urbanos que crearon vías temporales y pueblos improvisados, olvidando el pasado geológico de los lugares donde hicieron sus construcciones. Pueblos inundados o hundidos desaparecieron por el peso de su progreso en un suelo reblandecido o en un mar de aguas y nostalgias. Nuevos episodios de pobreza y desprotección empiezan a aflorar en muchas zonas del país. A la llegada del verano, muchos verán su casa y sus recuerdos emerger desde el fondo del agua y el pantano: el retorno a la casa mojada. Todo se ha perdido, menos la esperanza. Estas situaciones especiales, reclaman mucho del paternalismo oficial, cuyos auxilios serán siempre escasos y servirán de semilla para agudos conflictos.

Pero la vida continúa…Aunque todo se haya perdido, queda la esperanza y el camino en el tiempo. Solo es posible, continuar la marcha y empezar la tarea de nuevo en el día que se nos regala y en el nuevo año que ha llegado para todos.

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