viernes, 23 de diciembre de 2011

TODA BALA ES PERDIDA

César López, músico colombiano y activista por la paz fue el creador de la “escopetarra”, instrumento musical fabricado a partir del ensamble de una escopeta y una guitarra. Este símbolo que viene recorriendo el mundo nos aproxima a su autor quien recuerda el caos y la desprotección vividos después de un acto terrorista en la ciudad de Bogotá y el impacto que le causó ver a un soldado sujetar su fusil en bandolera, como una guitarra eléctrica en un concierto de rock. “Toda bala es perdida”, manifiesta desde entonces.
Las festividades, ferias y carnavales en todos los lugares de Colombia, incluyendo celebraciones familiares, tienen muchos componentes resumidos en grandes encuentros, mal conservados rituales, uso de la pólvora para la producción de luces y sonidos, música a altos decibeles, alimentos abundantes y en muchos casos, el uso descontrolado de productos alucinógenos y bebidas embriagantes. Todo se justifica en el “¡Que sea un motivo!”.
En cada festividad se rinde culto a las divinidades tutelares a partir del fuego. Las peticiones se concentran en la llama votiva encargada de llevar con su luz y calor, el mensaje de los favores solicitados. El fuego hecho arte y sonido, en la pólvora, posee belleza en el artificio de la luz; es uno de los medios utilizados en nuestro país para celebraciones religiosas o por el éxito en un jugoso negocio: fuego repentino y descarga de emociones a través del estallido. Los animales huyen y buscan refugio porque son alterados sus espacios de tranquilidad y silencio, pero los niños están ahí expectantes, imbuidos en la emoción de la luz y la descarga repentina, en el peligro.
Adicional al uso de la pólvora viene el uso de armas de fuego que son accionadas para hacer ruido en los instantes de la celebración. Disparos al aire, balas perdidas, muerte sin rumbo que busca un objetivo incierto. Las armas son una extensión de la mano humana cuyo alcance está determinado por la necesidad de tocar al otro, golpear al otro. La guerra es una sinfonía de balas perdidas que buscan el cuerpo de los protagonistas activos o pasivos en todos los encuentros. Las balas sin rumbo encuentran niños en la cuna, en la calle, en brazos de sus padres, en el parque en medio del juego inocente, en el centro del conflicto: en el lugar equivocado.
La atención permanente y la responsabilidad inmediata de los niños corresponden a los padres; la aplicación de la ley al Estado. Los problemas generados por la falta de atención y cuidado a los niños en lo que respecta a todo tipo de accidentes como quemaduras por pólvora y el uso indebido de implementos caseros que les pueden causar algún daño, tienen un responsable en el hogar; y cuando el niño o la niña son blanco de balas perdidas la sociedad y el Estado deben responder por permitir que los locos del revólver posean un arma con la cual hacen sus celebraciones en forma poco razonable.
Se requiere de alguien que revise y actualice el quehacer de las celebraciones con una normatividad clara sobre todo en el medio social: es posible enterrar los globos de mecha, es posible prescindir de la pólvora en manos de pequeños y adultos sin control, es necesario hacer uso de elementos de reemplazo, más seguros y modernos y de menor riesgo, es posible prescindir de entregar armas a quienes no se encuentran en condiciones mentales adecuadas para su uso, asesinos  anónimos que deambulan sin remedio, huyéndole a su propia conciencia, en medio de la inocencia activa por falta de pruebas; es posible el diálogo que evite las secuelas del terrorismo y la guerra; porque es posible cortar a tiempo el camino letal  de las balas perdidas.

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