La violencia es uno de los más complejos componentes de la naturaleza humana, se encuentra inmersa en los discutidos espacios de lo instintivo desde donde surge el agente agresor que desborda sus controles en el poder y la fuerza –maltrato-, sobre un agente agredido. El agresor impone, restringe, castiga, obliga y busca complacencia desde el otro en quien reconoce debilidad e incapacidad de reacción. La agresión puede ser ejercida contra las personas y contra todos los seres de la naturaleza.
La violencia intrafamiliar tiene el marco del hogar y la familia, donde afecta en forma directa a sus componentes, pero son los niños y las niñas los que reciben su mayor impacto. En el mundo del maltrato los actores utilizan múltiples espacios como los conflictos familiares no resueltos; matrimonios disfuncionales; conformación de nuevas relaciones en las cuales entran a interactuar nuevos miembros; actitud negativa de personas improductivas, dependientes o drogodependientes; enfrentamientos generacionales; conflictos por problemas económicos y de comportamiento social. El detonante es una palabra desde la cual se llega al maltrato verbal, físico o psicológico, a la subvaloración de género y al desconocimiento de la autoridad familiar.
El maltrato infantil puede comenzar antes del nacimiento, cuando la concepción aparece en medio de relaciones incontroladas de parejas disfuncionales, enfermas, psicodependientes o farmacodependientes. También se logra un triste comienzo con el embarazo no deseado que genera angustia en padre y madre, situación inesperada sobre la cual se debe actuar con rapidez. La dificultad depende del estado de la pareja: en matrimonio, matrimonio con más hijos, matrimonio con una familia numerosa y condiciones económicas deplorables, matrimonio con hijos muy mayores, embarazo tardío después del nacimiento del último hijo, edad de la madre, padres solteros, pareja con dificultades en su matrimonio; nuevo matrimonio en el cual alternan los hijos de cada miembro de la pareja; y madre que no acierta a saber quién es el padre de su hijo… Estas preocupaciones, decisiones o indecisiones maltratan al niño, independiente de sus resultados.
En alguno de los casos enunciados la solución rápida es ¡el matrimonio no deseado!, aumentando los espacios de la culpa. El niño sin nacer ya es una carga, un error, un problema, una desgracia, un intruso; puede ser abortado, abandonado o dado en adopción. En el mejor de los casos el niño no deseado es aceptado, marca que queda estampada en el alma; es menor la agresión pero permanente el peso emocional; que a la postre determina comportamientos no explicables en la vida del adulto. Posterior a la suerte de sobrevivir viene el enfrentamiento de los menores con las condiciones de vida, costumbres, vicios y aberraciones de los adultos, todo un vademecum de maltratos, desconocimiento de derechos, difíciles condiciones de vida, carencia de lo elemental, utilización en el trabajo y la mendicidad; víctimas de castigo físico: golpes, quemaduras, ataduras con lazos o cadenas y abuso sexual. En el maltrato psicológico: subvalorar sus actuaciones, infundir miedos y establecer todo tipo de amenazas.
La cultura judeocristiana adoptó muchos principios del confucionismo del cual tomó el concepto de la “autoridad por edad dignidad y gobierno” una de las malinterpretadas justificaciones al maltrato: ¿Cuál sería la suerte de un menor en una familia de ocho hijos, sometido a la autoridad de los padres y siete hermanos, no muy condescendientes? De acuerdo con los padres, la familia y el medio en los cuales niños y niñas desarrollan su vida, es el tipo de trato que reciben. Las dosis de amor y buen trato deben ser las adecuadas, porque la excesiva protección y el excesivo amor también pueden llegar a formar individuos carentes de defensa social, tímidos, agresivos y faltos de tolerancia.
Para que todo no quede en la exposición, la propuesta en contra de la violencia intrafamiliar y el maltrato infantil consiste en formar desde el hogar en el respeto y la responsabilidad hacia el otro, en saber que se está en capacidad de hacer un gran esfuerzo para ser persona de fácil convivencia en un reino de tolerancia y aceptación; que se puede ser mejor padre al concebir con responsabilidad; reconocer las diferencias en edades con respecto al menor que no puede responder como adulto y actuar como tal. No se requieren altos niveles de formación académica: todo ser humano es capaz de lograr hacer las cosas con rectitud desde unos principios elementales en los que priman el respeto y el amor.
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