miércoles, 8 de febrero de 2012

ASUNTOS DE GÉNERO

Una de las más interesantes polémicas desatadas en la actualidad por la denominada lucha de género, se refiere al uso del lenguaje; continuo campo de batalla escogido desde siempre por la cultura patriarcal y el matriarcado tradicional, supuestamente marginado.

Se acepta que toda construcción humana lleva la marca de su condición: su estado de desarrollo, los determinantes de la vida social y las características de las relaciones interpersonales. El lenguaje no puede escapar a ese fluir de la actividad por todos los rincones de su universo; y son las relaciones económico sociales en ese discurrir las que establecen formas de dominación, marginalismo y dependencia creados por unos para dominar, en los espacios del desconocimiento del otro, la desaparición del otro, la muerte del otro hasta hacerlo invisible.

El lenguaje como verbo, instrumento de comunicación y como la forma más elevada dentro de los esquemas generales de la evolución del ser humano recibe el impacto de los cambios políticos y sociales delimitando nuevos modelos  en las relaciones entre los miembros de la comunidad; los tiempos actuales aparecen con un surgimiento del reclamo de los marginados y es el género el que entra en el juego de los intereses para que se reanimen los espacios perdidos.

Durante muchos siglos la lucha de la mujer por ganar reconocimiento en todos los campos ha sido ardua. Solamente las creencias primitivas reconocieron su importancia por el apoyo de la feminidad sagrada en los males que aquejaban a los seres humanos. El matriarcado perdió la pelea y los nuevos hitos culturales introdujeron al patriarca vencedor que entró a reinar por los siglos de los siglos.

Actualmente se reclaman momentos de participación; cuando se obtienen, poco se respetan. Se legisla y se hace caso omiso de las obligaciones del estado a responder al reclamo justo. En esos planos de competencias, se busca que las formas del lenguaje dejen de ser excluyentes y aunque parezca dispendioso, existe la seguridad de que la práctica irá calando, muy a pesar del rechazo de los puristas que a la postre parecen no aceptar estas nuevas tendencias hacia el reconocimiento del otro.

La prensa española* ha terciado en el asunto relacionado con el reconocimiento de género. Muestra la noticia, la opinión de miembros respetables de la Real Academia Española de la Lengua (RAE) sobre la “tendencia al desbordamiento del sustantivo en sus formas masculina y femenina…” Aducen que “el criterio básico de cualquier lengua es economía y simplificación: obtener la máxima comunicación con el menor esfuerzo posible no diciendo en cuatro palabras lo que se puede resumir en dos”.

Arturo Pérez – Reverte cuenta que una comisión del parlamento andaluz se dirigió a la Real Academia Española, solicitando “un informe sobre la corrección de los desdoblamientos tipo diputados y diputadas, padres y madres, niños y niñas, etcétera”. La Academia respondió que “tales piruetas lingüísticas son innecesarias, y explica que el empleo de circunloquios y sustituciones inadecuadas, resulta empobrecedor, artificioso y ridículo”.

Por su parte, Francisco Rodríguez Adrados, periodista de ABC de Madrid, conceptuó al respecto: “Junto al machismo que subordina todo al ser macho, han creado el hembrismo, y han olvidado lo central, al hombre en sus dos vertientes. El mundo se reduce a sexo: ese es el lema de esta moderna herejía. Ahora comprenderán su reflejo lingüístico. Primero confunden género y sexo: una silla es femenino pero no hembra, un sillón es masculino pero no macho… El género común es útil, evita pérdida de tiempo, sintetiza abarcando ambos géneros y ambos sexos: es más económico decir, cuando traducimos el Evangelio: “Dejad que los niños se acerquen a mí”, que decir: “Dejad que los niños y las niñas se acerquen a mí”. Decir incluso con Quintiliano: “al niño se le debe la máxima reverencia”, evidente, se refiere a niños y niñas. Sustituir los funcionarios por los funcionarios y las funcionarias, es tonto e inútil, pues destroza la economía del lenguaje”. (*Darío Echeverri Salazar. Carta a mis amigos).

La interesante polémica sigue en pie; entre tanto quienes hacemos el ejercicio de garrapatear unas simples cuartillas enfrentamos la dificultad generada por la exigencia de hacer esos quiebres en el lenguaje, pero como dicen interesadas e interesados: “es cuestión de acostumbrarse”.

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