El maltrato a la pareja sentimental ocupa espacios de la violencia intrafamiliar; en este tipo de agresión lleva la peor parte el más débil o el que permite sumisamente el maltrato. Las agresiones de las mujeres hacia los hombres van en aumento, según denuncias que antes no se conocían por esa secreta “vergüenza de macho”. El maltrato establece en sí, lo que cada uno de los miembros de la pareja le permite al otro.
En la elección de la pareja prima la atracción mutua: mezcla de compuestos bioquímicos, sociales y psicológicos en el propicio espacio de las necesidades individuales. Usted no se equivoca con la elección, solamente obedece a ese impulso vital que desde lo más remoto de su alma orienta los caminos de la vida. Se reconoce una cultura familiar y cada aspirante coloca frente al otro su equipaje lleno de años vividos, conocimientos, experiencias, sueños, olvidos, frustraciones, duelos no resueltos, perversiones, errores, aciertos, desaciertos y renovados deseos de compartir una etapa de este viaje por el universo.
El maltrato hacia la pareja sentimental comienza en el maltrato infantil y se consolida en las trivialidades de la cosificación de la mujer en la cultura occidental, en la réplica de las nuevas corrientes feministas y en la falsa formación del macho de quien se supone que todo lo sabe y todo lo puede. Estas razones se pretenden válidas para que desde el noviazgo se establezcan momentos de maltrato en las limitaciones, las restricciones, las exigencias, las órdenes y los encierros bajo el aliento de amores dominantes: lo mío, eternamente mío; apropiación del cuerpo para adoptar comportamientos como el encierro y la subordinación, que justifican el solicitar permiso para comer, usar determinadas prendas, salir, pensar y vivir.
La sintomatología del maltrato en los adultos se inscribe dentro de un listado interminable de conductas que van desde los estados demenciales de amores tormentosos, hasta la expresión ilegal de formas de violencia verbal, física y psicológica. Allí se encierra la agresión hacia la pareja en la subvaloración, la culpabilidad, el freno al crecimiento personal y profesional, la burla, las comparaciones, los apodos y el empequeñecimiento del otro hasta hacerlo invisible. Se estilan el chantaje, los chismes, los incumplimientos, la infidelidad, la humillación, la mutilación, las presiones religiosas y políticas y los silencios como castigo. Nada escapa al agresor o agresora como los secretos y la falta de claridad, las relaciones extra que encuentran su apoyo en el machismo o feminismo extremos y la subvaloración del género. Mentiras reiteradas y piadosas y el uso de la sexualidad como premio o castigo. Se incluye el uso de presiones para obligar un matrimonio o tomar decisiones difíciles; celos enfermizos y el recuerdo reiterado de las bondades de la relación anterior. Todo cabe dentro del uso de todo un bagaje de maldad y perversión del que solamente es capaz la naturaleza humana, para desconocer al otro y tratar de hacerlo desaparecer.
El maltratador es una persona extraña que puede pertenecer a cualquier submundo. Justifica sus actos violentos por el estrés, el cansancio, la borrachera, el embotamiento y las reiteradas promesas de cambio. El maltratado por su parte, encubre al agresor por el temor a la soledad y la pérdida de la comodidad material, se inscribe en el perdón eterno y en la espera del cambio prometido. Asume estados de autoconmiseración, alejamiento, ocultamiento y silencio.
El fenómeno del maltrato se conoce como Síndrome de Maltrato o Síndrome de Alienación Parental (SAP), que busca ser considerado como alteración del comportamiento para que se incluya en el Manual de Psicopatologías Profesionales, DSM-5; de la American Psychiatric Association (APA). Esta decisión beneficiaría a los culpables de abusos y actos violentos para ser tratados con benignidad por parte de los jueces, afectando los casos de definición de custodias, cuotas alimentarias, uso de bienes de los cónyuges y la tolerancia cómplice para casos de violencia intrafamiliar.
Cuando se requiere reafirmar la vida en pareja, cada componente debe darse cuenta sobre lo que se acepta del otro, lo que el otro acepta de usted y qué le hace feliz.
Si desea enfrentar el problema del maltrato determine con claridad quienes componen la familia, reconozca su grupo familiar y haga público el problema. Acepte que la felicidad y el cambio solamente están en usted. Busque protección, ayuda profesional y exija sus derechos. (Neverg Londoño Arias)
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