Lo escatológico se mueve entre tres acepciones distintas: los fundamentos de un movimiento religioso; las investigaciones sobre la vida después de la muerte incluyendo el fin del mundo; y el estudio que hace la fisiología sobre los productos de eliminación corporal. Al tener como referente el aseo personal se cuenta con asuntos inherentes a los espacios culturales y el proceso que ha desarrollado el ser humano en la relación con su cuerpo y con el entorno.
El agua es elemento fundamental para la vida de los seres sobre la tierra e importante para el organismo humano, cuyo compuesto es alto.
En su infancia las ciudades tuvieron como objetivo aprovechar la proximidad a ríos y lagos; los diferentes núcleos de población se ubicaron cerca para garantizar el abastecimiento del agua en atención a necesidades personales, familiares y sociales: alimentos, transporte e higiene. Todo lo que representaba el apreciado líquido tuvo también la protección de una divinidad tanto en los pueblos de oriente como en los de América y aún las apariciones refrendadas por la iglesia católica, se localizaron muy cerca de una fuente. Las comunidades religiosas aún utilizan el agua para los bautizos, dada la propiedad inmanente de lavar el cuerpo y arrastrar los males del alma.
Los pueblos primitivos crearon un sistema encargado de abastecer de agua a las grandes ciudades: chinos, aztecas, mayas, incas, griegos y romanos. El acueducto tanto como el alcantarillado evolucionó de acuerdo con las más urgentes necesidades sociales, sin embargo aún en este siglo se tienen grandes problemas en uno y otro sentido. La escasez del agua y la dificultad para su transporte generó en las grandes ciudades europeas un uso limitado para el aseo corporal; de la misma manera la eliminación de “aguas negras”; como lo reportaron algunos cronistas de la época:
En el año 700 A .C se conocieron los primeros sistemas sanitarios inventados por los chinos y unas especies de paletas, como papel higiénico, para la limpieza. Son de gran importancia las cisternas, los baños públicos, los sanitarios y las letrinas de griegos y romanos, aprovechando sus acueductos.
En la Edad Media Europea “no se conocía el uso de cepillos para dientes”, ni la higiene oral. “Eran escasos los perfumes y no se acostumbraba el uso del papel higiénico”. Los grandes palacios “carecían de baños” y en las festividades reales se hacía uso de los jardines; pero en la vida regular, las “aguas menores y mayores” se arrojaban por las ventanas. Esta costumbre llegó a América con los españoles y perduró hasta finales del siglo XIX; el contenido de vasos de noche, bacines o bacinillas se botaba a la calle previo el grito de alerta: “¡Agua va!”.
Las deficiencias en el aseo personal generaron la propagación de muchas enfermedades y un particular estilo de vida: “el uso de ropas largas y pesadas garantizaba contener los olores”, que también se disipaban con el abanico. En las bodas “la novia llevaba ramos de flores fragantes al lado de su cuerpo”. “El primer baño del año se tomaba en Mayo: una enorme bañera con agua caliente, para todos en estricto orden: primero los hombres por edad y rango, luego las mujeres por edad, los niños y por último los bebés”. Las iglesias se construyeron con altas y espaciosas bóvedas para facilitar la aireación, se procuraba mantener encendidos cirios y luminarias y en las grandes ceremonias se hacía uso de enormes incensarios para apaciguar los olores del ambiente.
Los españoles llegados a América se sorprendieron con la limpieza de las calles y el aseo de las viviendas de los nativos, que permanecían abiertas para facilitar la aireación. Los indígenas americanos gozaban de buena salud y una dentadura bien cuidada, debido a su dieta alimentaria y el contacto permanente con la naturaleza. Aunque se cuenta de la existencia de pueblos limpios y pueblos sucios, en promedio el baño diario se hacía entre dos y cinco veces. Por su parte los españoles consideraban que el agua era nociva para la piel y la salud y solamente hacían uso regular de un sistema de lavado por ablución.
Codina en 1850 recomendaba: “Enjuágate cada día la boca y limpia los dientes, con tal que no haya presentes personas de autoridad; toma baños de limpieza, mayormente en el verano, y los pies también es sano de vez en cuando lavar”.
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