miércoles, 8 de febrero de 2012

CUIDADO CON LA ELECCIÓN

En plena adolescencia, cuando se van sintiendo esos efluvios de los nuevos tiempos, la aparición del nuevo cuerpo reemplaza al niño y unas órdenes repentinas parecen salir de lo más profundo del inconsciente para que se haga efectiva la búsqueda de una pareja con la cual se pueda compartir momentos de vida y que a la vez ayude a suavizar los bruscos cambios que el organismo viene soportando.

Aunque las tradiciones han cambiado, la conquista que propicia el acercamiento de una persona a otra tiene validez en la etapa inicial del noviazgo y asegura el encuentro inicial de la pareja programada para disfrutar, descartando la resignación o la necesidad de sobrevivir. El período del noviazgo se hace especial: predominio del mundo de la fantasía, el encantamiento y los anhelos de futuro, en lugares inciertos del tiempo. El conocimiento es mutuo desde el descubrimiento de nuevas experiencias; etapas que procuran representar lo que se canta y se cuenta desde la música del amor y las novelas inmortales del género. Todo fluye en el paraíso amoroso tras una delicada tonalidad de fantasía que difícilmente tiene igual en otros espacios de la vida. El amor descubre sus momentos y secretos entre la protección y la seguridad, levitando en medio de la imaginación y la esperanza, mientras por otro lado corre el mundo real sobre las asperezas de la razón y las elucubraciones de la lógica.

El encantamiento termina cuando aparece sorpresivamente la realidad y se decide conformar una unión estable: el polo a tierra en la relación interpersonal. Finaliza para muchos un desordenado donjuanismo y nuevas obligaciones reclaman otro tipo de comportamiento que espera asegurar la continuidad de la unión en otros momentos del tiempo. Muchas parejas deciden explorar la manera de hacer una vida estable, sin sobresaltos, fomentando la tolerancia y el diálogo, respetando los espacios individuales y compartiendo, como dice la canción, “el pan, la tristeza y los besos”.

Por otro lado, la vida moderna propicia lugares de desempeño y participación de los miembros de la pareja. La actividad laboral ocupa gran parte del tiempo ante las necesidades de los salarios de ambos, necesarios para el sostenimiento del hogar conformado. Desde este lugar,  los miembros de la pareja definen cierto tipo de prioridades para afianzarse en la obtención de bienes materiales, cayendo en el descuido de la afectividad y la intimidad; acusando siempre cansancio y resaltando preocupaciones inmediatas relacionadas con lo económico: amigos del trabajo convertidos en compañeros de alcoba que conviven como hermanitos.

Las parejas jóvenes son regularmente inestables, parten de una situación que generó o aceleró la decisión de tener unión estable. Las nuevas obligaciones los atosigan y el hecho de haber perdido en forma temprana ese mundo del mucho actuar y poco responder, cuestiona la situación, para concluir que eso no era lo que se deseaba. Como el amor eterno alcanzó a durar seis meses, es el momento en que son más notorias las incompatibilidades en cuanto a gustos, diversiones, hábitos y costumbres; además que se cuenta con la intervención siempre negativa de la familia política, complicando el panorama. Todo tiende a resquebrajarse, desde la afectividad hasta la fidelidad, entre tanto la vida personal se va hundiendo en el caos.

La inestabilidad de cada uno de los miembros de la pareja, apunta a buscar refugio en antiguas amistades y antiguos amores; y como aún permanecen los vínculos con el hogar materno-paterno; son más hijos, que esposos, niños grandes indefensos, que se negaron a crecer y que aún continúan amarrados a un cordón umbilical: un retorno con las alas caídas y la moral sin rumbo.

Con un poco de madurez se puede rearmar la vida de pareja en el momento en que cada uno sepa lo que realmente quiere y lo que está en capacidad de aceptar. Es posible el “mundo de nosotros” donde comparten los míos, los tuyos y los nuestros. También cabe destacar la necesidad de darse cuenta sobre la importancia y reconocimiento de la individualidad, desde donde debe desprenderse el acatamiento y el respeto.

La necesidad de construir futuro es importante para lograr ese espacio especial que garantice la plenitud del reposo donde se convive con esa pareja ideal que desde el mundo de las separaciones, hombres y mujeres añoran. (Neverg Londoño Arias)

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