Varias generaciones de colombianos nacieron, crecieron y se formaron entre la humareda de fogones de leña en el hogar y el habitual consumo por parte de los adultos, de tabaco y cigarrillos. “Fumar es un placer, genial, sensual”, decía una popular canción, pero ese hábito tan genial y tan sensual, dejó de ser placentero.
Fumar se hizo un hábito social y no existía impedimento para que una persona mayor en edad, lo hiciera; pero ante la complicidad de los adultos, muchos adolescentes y aún niños, empezaron a penetrar los espacios del cigarrillo y poco a poco la edad para la primera bocanada de humo, se fue acortando.
El consumo de cigarrillos, movió y aún mueve, sectores importantes de la economía: la provisión de miles de puestos de trabajo en el campo y la ciudad, la agricultura con la producción en gran escala de diferentes tipos de tabaco, la industria de procesamiento y producción de cigarrillos, el comercio con la guerra de marcas desarrollando productos de buena calidad y finalmente la oferta publicitaria regalando sueños de elegancia, madurez, arrojo y estatus.
Gran fama tuvieron, y aún la tienen, los habanos producidos en Cuba y las marcas de cigarrillos americanos que fortalecieron el renglón del contrabando. La industria del tabaco en Colombia tuvo como institución rectora a la Compañía Colombiana de Tabaco, convertida a la postre en Protabaco.
El cigarrillo hizo parte obligada del trabajo, la tertulia, la fiesta, la lectura y los ratos de soledad y contemplación. La pesca era acompañada de un buen cigarrillo, las labores del campo, la tensión de los aficionados a los deportes y la espera angustiosa de quien anunció su llegada. Abuelos y abuelas consumían tabaco y muchos esnobistas absorbían rapé y aromatizaban el ambiente con el humo de pipas y cigarros.
En todo salón el cigarrillo era invitado de honor en celebraciones y deliberaciones y las ceniceras hacían parte del amoblamiento de salas, mesas comedores y nocheros . En el hogar no había restricciones entre los adultos: abuelos fumadores, padres fumadores, hermanos fumadores, amigos y vecinos. El panorama incluía hasta madres gestantes; se partía del concepto equivocado de generar placidez, “pasando el tinto”. Cuando llegó la noticia nefasta: “la relación del tabaco con altos índices de mortalidad en el mundo”, la fantasía de humo tocó la realidad por la parte menos amable: el miedo.
La adicción al tabaco producida por un alcaloide, la nicotina, venía generando ansiedad, falta de apetito e insomnio. Por sus efectos, algunos expertos aducían que el tabaco era más nocivo que otros productos neuroactivadores, además de su relación directa con el cáncer, el infarto y la trombosis.
Las estadísticas hasta entonces no visualizaban el problema, sino los dividendos que favorecían a las tabacaleras. Descubierto el mal empezaron a producirse efectos económicos en escala sobre la producción agrícola y la industria. Al activarse las alertas sobre los peligros en un próspero negocio, en el cual se habían realizado enormes inversiones, la publicidad penetró el mundo del deporte, campo de actividad de los jóvenes y los niños, potenciales consumidores a largo plazo, para tratar de salvarse. Se buscó suavizar el impacto del peligro que representaba el consumo: “El tabaco es nocivo para la salud”, sofisma obligado para la publicidad, que simultáneamente alentaba el consumo aduciendo que acercaba amigos, generaba prestigio y ayudaba al deporte.
Preocupa actualmente el consumo de cigarrillos por parte de menores de edad. Se ha logrado saber que antes de los siete años, un alto porcentaje de niños y niñas ya han probado el cigarrillo. A pesar de que los padres de hoy son un poco más cautos se considera que niños menores de diez años han contado con alguno de los dos padres fumadores, con un mínimo de preocupación sobre la salud personal y la de sus hijos.
Los problemas para resolver deben tener en cuenta: la quiebra de una industria con enorme poder, la consecuente desaparición de muchos puestos de trabajo y la existencia de un hábito que afecta la salud de las personas; con la posible variable de exigir continuidad en la producción por parte de millones de fumadores-adictos.
Se ha avanzado en técnicas y disciplinas para atacar el tabaquismo: la actividad física, una alimentación adecuada y la aplicación de la ley sobre protección de la salud y los ambientes sanos libres de humo. Se puede de igual manera detener una publicidad engañosa que ofrece paraísos de humo en medio de estados de complacencia. A cambio se puede llenar de amor el ambiente del hogar, porque a partir de este elemento tan sutil como necesario se logra entender que dejar de fumar, siempre es posible.
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