Como todo tiene su comienzo, aquellos productos que ofrece la naturaleza, utilizados para las necesidades de la salud, contrarrestar dolores y provocar estados de tranquilidad o somnolencia en el caso de enfermedades rutinarias, empiezan a ser usados como medicamentos y bebidas que generan cierta euforia. Con la ayuda de los nuevos conocimientos en el campo de la bioquímica, sus usos se amplían para contrarrestar la ansiedad, la necesidad provocada y la búsqueda de estados alterados de conciencia que conducen al escape de una realidad amenazante, para una felicidad transitoria, provocada a voluntad.
El problema ha trascendido a límites inesperados, porque el esfuerzo de muchos estados en contra del comercio y consumo de drogas, se hace inferior a la enorme capacidad económica de esta rama clandestina de la economía, desde donde se desprende un poder que permea todas las esferas de la sociedad. La respuesta a todo el esfuerzo estatal parece ir en contravía, razón por la cual el tema hace parte de la agenda de muchos gobernantes. Por razones que se desconocen, las decisiones quedan en el eterno aplazamiento. Las soluciones por lo consiguiente son lentas, costosas y de altísimo riesgo; la prohibición y la persecución redundan en el aumento de los precios de los productos, por aquello de que todo lo prohibido tiene su encanto.
La situación de la drogadicción como problema, se encuentra en un punto de cuidado: la droga ingresa a las aulas, puesto que el mercadeo y el consumo vienen apuntando a la población infantil y a la población joven, las cuales a largo plazo reúnen a los potenciales consumidores que aseguran la permanencia del negocio, en el tiempo.
El campo propicio para asumir la droga como componente de las opciones de vida, puede encontrase en los desórdenes en los procesos de formación y en una sobresaturada emocionalidad; aditamentos fijos a un modelo de personalidad. Estos se complementan con las fisuras generadas por las carencias y la debilitada estructura de la familia. El mundo aparentemente fácil de los desórdenes, los desajustes, las incompatibilidades se acomoda en los espacios domésticos del hogar y el individuo…
Aparece el adicto en la familia, como síntoma de que al interior de sí y de su entorno las cosas no marchan como se espera. Una familia enferma y uno de sus miembros en estado grave con un diagnóstico de cuidado. Desde ese momento crucial se entiende que la narcodependencia como enfermedad hay que comprenderla en todas sus partes y luchar contra ella con decisión.
Todo llega con la necesidad de explorar… “Tirarse” esa primera dosis es abrir la puerta de un mundo en el cual la droga representa lo más novedoso de la fiesta. Ella viene a llenar el gran vacío de las necesidades insatisfechas, reprimir los miedos, controlar los estados depresivos: máscara que oculta una decisión de trascendencia negativa y el comienzo de un camino de dificultoso retorno.
Cuando el problema entra al hogar, La familia debe convertirse en un equipo terapéutico, después de asumir el problema como propio, si es que se desea llegar al cambio. Por su parte el individuo puede aproximarse a la solución de su problema personal con la ayuda de todos, para conocer sus límites y autovalorarse. Sentir cuán importante es su vida y cuánto puede aportar en trabajo, responsabilidad y cuidado, para el bien de su familia y de la comunidad.
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