martes, 10 de abril de 2012

PERIPLO DE UNA LARGA AUSENCIA

El camino incierto de las desapariciones…

Cuando se desaparece se pierde la presencia real en todos los lugares. Las desapariciones voluntarias son respuesta a las desesperanzas y los miedos.

El mundo de las desapariciones está inscrito en las retenciones forzadas con fines oscuros y en el mundo de la guerra: secuestrados, retenidos, prisioneros, prisioneros políticos, prisioneros  de guerra…

El camino hacia las nuevas presencias…
El tiempo queda suspendido en el preciso instante de la retención forzada.
Las órdenes de los nuevos jefes van marcando cada uno de los pasos de la obediencia, porque la guerra no es un juego y la disciplina se impone a culatazos, encierros, privaciones, cadenas y silencios. Una bala es un punto final en la larga lista de castigos… Todo es absurdo e incierto.

El duelo se hace presente: aflora la soledad y la angustia por la pérdida de la comodidad; la ira retrocede ante la llegada de agotadoras caminatas. Surge la adaptación a los carceleros, los caminos, los despeñaderos, la selva, la vegetación; los bichos que vuelan en oleadas y los depredadores agazapados en su camuflaje de hojarasca y suelo frío.

El camino de la nostalgia perdida…
La selva terminó confundida con los recuerdos, los aprendizajes y la esperanza del regreso. El alma aceptó el nuevo mundo y recordó los estados de alguien que vivió alguna vez en los espacios de la selva…

En este instante el alma de los captores entró a ser parte del paisaje; algunos casi niños, perdidos en una vida llena de insatisfacciones, olvidados por el mundo y buscando su propia redención.

El camino del pasado reciente…
Experimenté la agonía del destierro. Acepté  la  pérdida. La familia quedó suspendida en el preciso instante de un “hasta luego”.

Me he logrado adaptar a mi nueva familia: prisioneros y captores que parecen seres humanos a veces. No les tengo rencor. Comprendo su situación, porque una vez, también quise cambiar el mundo a las pedradas… Han pasado tantos años, que se han convertido en la parte feliz que viví alguna vez.

El camino místico…
Creía que Dios estaba muy lejos, más allá de la última estrella, inalcanzable. En el lugar desde el cual se alcanzan a mirar todas las cosas. Pero no era así, lo encontré en mí, en todo lo que hacía posible la vida… Había dejado en sus manos a mis padres, mi esposa con dos meses de embarazo y mis dos pequeñas hijas… Han pasado tantos años que ya olvidé sus rostros, su voz, sus manos. Olvidé sus angustias…

El camino del perdón…
Aquella mañana las relaciones con los captores estaban tensas al descubrirse una fuga de  prisioneros. Solamente tuve una fuga exitosa una vez, en los delirios de una fiebre de paludismo. Arreciaron las medidas de seguridad, llegaron las cadenas y las restricciones.

Dije un poco molesto como para ser escuchado: “Perdónalos Señor porque no saben lo que hacen”. En ese preciso instante el vuelo rasante de  una tropilla de helicópteros artillados retumbó sobre nuestras cabezas. Las detonaciones sacudieron la selva; sentí miedo, agazapado en la trinchera, me oriné; Dios escuchó mi súplica al revés.

El camino del regreso…
Permanecimos más de quince años pagando, sin comprenderlo, una culpa. Ahora dependíamos de unas negociaciones jamás planeadas que pudieran determinar una liberación digna. La terquedad de las partes permitió que el regreso a casa se retrasara muchos años.

Comprendí la rentabilidad del prisionero, después de haber perdido la segunda partida de ajedrez de aquella tarde. El día que parecía no estar en los almanaques nos dio la sorpresa de que seríamos liberados; sin embargo la mañana estuvo impregnada del olor a pólvora de las bombas que explotaban cerca al camino del regreso.

El camino de la reconstrucción…
Fui recibido por mi familia: un grupo de desconocidos que me sonreía; todos me abrazaban y lloraban sobre mis propias lágrimas. Una esposa totalmente envejecida, dos hijas maduradas en la ausencia y un joven adolescente encargado de participar en todas las revueltas de la Universidad.

Mi pasado regresaba hecho presente, quince años después del “hasta luego” del último día…

La nueva casa me esperaba con una larga lista de obligaciones no cumplidas. Pero todo era posible… la vida volvía a empezar en aquel instante.
-NLA-

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