martes, 17 de abril de 2012

PASO A PASO

Al pensar la vida, se encuentra que ésta puede aparecer en las formas más disímiles por el mismo discurrir, altamente controversial, de los seres humanos: puede llegar como consecuencia de un error en los planes y en las cuentas, un ardid para asegurar una pareja o la subsistencia; la treta de un hombre para retener una mujer en un amor volátil, un descuido en el momento de sublime entrega o la consecuencia de una posesión violenta en medio de un “no puede ser posible”. 

La vida como tal entra en el juego de la voluntad divina,  del destino o el “qué vamos a hacer pero no me lo esperaba”; puede aparecer en forma accidental, desde lo más inverosímil y adverso, hasta lo más esperado y casi planificado; pero también se niega, dificultando el cumplimiento de un profundo deseo. En toda forma, la vida es el mejor regalo que nos hace la naturaleza y el universo todo.

En el momento de la concepción se rompen las ataduras a la nada, al no ser; libertad que tiene una limitación determinista supeditada a un mandato: “No es permitido escoger padre, madre, estrato social, condición económica, estado cultural y religioso, ciudad, país, paisaje,  familia, o linaje. Desde siempre se llega a un mundo ya hecho, para operar sobre él y que ofrece unas condiciones mínimas para la supervivencia.

Esa vida independiente hace que los pensamientos, el cuerpo, las tristezas, las alegrías y las esperanzas, sean patrimonio personal. La madre, el padre y la familia son la compañía útil y temporal en esa libertad que regalan la naturaleza y la vida. Ellos pueden influir en las actitudes y en los comportamientos pero no les es permitido actuar por usted, porque vivir empieza a manifestarse como un compromiso individual; termina la lactancia, finalizada la dependencia biológica.

El hogar es la primera escuela en el proceso de formación donde se adquieren unos instrumentos para ser utilizados. Si no se hace uso de ellos es porque posiblemente se han encontrado o elaborado otros mejores que se adaptan a sus necesidades y sus proyectos de vida. Cuando se ingresa a la institución escolar, se obtienen elementos adicionales que aseguran el correcto  desempeño en los caminos a recorrer, razón por la cual se reconoce que la escuela transforma, instruye,
modera y establece modelos. A pesar de que la educación hasta ciertos grados opera como libre pero obligatoria, la categoría de libre indica que se puede estar o no estar dado que  la puerta de entrada es la misma de salida. 

En la educación básica, los padres ejercen cierta presión para que el estudiante como mínimo, termine la primaria, porque el aprendizaje y los beneficios que de ellos se derivan hacen parte de su bagaje personal. Tanto el estado como la sociedad y la familia invitan a obtener aprendizajes, pero ellos no pueden hacerlo por usted. Invitación que se hace tras la adquisición de nuevos elementos para desempeñarse en los lugares en los cuales se van a reclamar respuestas acertadas: el futuro que se encierra en las necesidades del instante que llega. En esta forma, nunca se debe olvidar que “quien le muestra un camino no le está obligando a recorrerlo”.

Otro paso de trascendencia es la elección de pareja, una aventura en la cual se arriesga el pellejo. Nadie lo hará por usted, de la misma manera que nadie está autorizado para hacer la selección o indicarle lo mejor. La formación lograda y el equipo de instrumentos de vida obtenidos en el hogar en el colegio y en las relaciones acertadas con las personas, servirán de ayuda para tomar decisiones acertadas.

Poco a poco se ha pasado por momentos de liberación, pero el miedo a utilizar lo adquirido fija a la persona como estampilla a una dependencia patológica al hogar materno-paterno. Después de los treinta años nada se tiene que hacer allí, pero se busca depender desde el miedo para tener a quien culpar de lo que se hace, de lo que se deja de hacer, de los errores y los fracasos.

Éxitos y fracasos son solamente suyos, culpar a otros es querer escapar a una responsabilidad que da gran dificultad asumir. Nadie es culpable de los fracasos de otro, pero cuando se descarga en otro es porque se asume una posición cómoda y se necesita estar libre para que nos crean buenos, humildes y transparentes… Culpar a otros de las dificultades y fracasos personales en la vida es un acto de mezquindad; aceptarlos como aprendizajes es regalarse a sí mismo un acto de humildad y de valor.
-nla-

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