-anaquel-nla-918/VI
Adicional al enorme aparato burocrático del estado moderno, por decantación ha aparecido una figura que ronda por todo lugar: la conocida y a la vez extraña figura de los “ex”. El prefijo “ex” se aplica a un sustantivo para indicar que “ya no es”. Los “ex” de las fuerzas armadas utilizan la “R” de retirado, para indicar que “ya no ejerce”.
Las profesiones conciben a un personaje programado para que permanentemente sea. “Es” el encargado de recibir los beneficios de la academia: títulos que dependen de una larga permanencia y experimentación en diferentes campos del conocimiento: maestro, médico, abogado, ingeniero, psicólogo, veterinario, periodista o cura. También se es escritor, actor, músico, cantante, inventor, peluquero, sastre, zapatero, fontanero, pintor, etc. porque son artes y oficios inherentes al desempeño humano y no requieren nombramiento. Se es padre, hijo, madre, hija, tía o tío, abuela o abuelo porque son relaciones consanguíneas irrenunciables.
Algunos “ex”, aparecen como fruto de las relaciones entre personas como la exnovia, la examante, el exmarido, la exesposa y que solamente recuerdan un vínculo social y legal concluido. Otros “ex”, que se llevan con honor o con dolor corresponden a quienes ocuparon unos cargos o se desempeñaron por nombramiento, compromiso o castigo en una actividad: expresidentes, exministros, exmagistrados, exfiscales, exdirectores exguerrilleros, exparamilitares, excongresistas, expresidiarios, exgenerales. La lista puede ser de nunca acabar…
Existe una gran diferencia entre un título y un cargo. El título es vitalicio, permanente, intransferible e insoslayable porque tiene la bendición de las leyes, de la academia, de la iglesia y de las instituciones autorizadas por el estado, dado que al conocimiento no se le puede declarar insubsistente por decreto ni darle de baja. El cargo es temporal, tiene el “nombramiento a dedo”, talvez “meritocracia” o carrera, es renunciable y posee la responsabilidad de unas funciones, pero terminada la chanfaina, terminada la denominación. El papa es un curita nombrado en ese cargo. El presidente es un ciudadano elegido para un cargo durante un período de tiempo limitado. El general tiene personal bajo su mando, al dársele de baja, entrega el uniforme, botas y charreteras, se pone su “everfit”, desaparece su pomposa denominación e ingresa a la base social como ciudadano; como “ex” o como “R”.
Los reyes fueron inventados durante una etapa del desarrollo de las sociedades y los estados. Algunos deambulan en el “jet set” europeo, sin trono y sin corona y otros aun enseñoreados en un país hacen parte de la tradición folclórica como símbolo de la majestuosidad y el derroche de otra época, en su mayor parte sometidos a los dictámenes de un parlamento. Algunas veces visitan sus excolonias y con su natural prepotencia tratan de “matoniar” a sus exsúbditos, como remanente de su poder perdido.
Muchos personajes de la vida nacional y mundial pretenden atornillarse a una silla y emular a aquellos personajes de estampa postal, en gobiernos vitalicios en los cuales consideran que sin ellos la vida no es vida, para lo cual autoreforman las normas que los entronizaron. Es el secreto miedo a la carencia de poder absoluto y al ingreso a la profana “Cofradía de los Ex”.
Aunque en las comunidades primitivas el Consejo de Ancianos era vitalicio y sus decisiones operaban como ley, en las sociedades modernas los “ex”, que pueden ser tan ancianos como los primitivos, se convierten en la piedra en el zapato de los “es”… Son personajes cuyo paso por un cargo fue nefasto y desde la barrera pretenden imponer sus caprichos un tanto maquiavélicos, sobre las situaciones que una vez tuvieron en sus manos y fueron incapaces de resolver. En estos casos los “ex”, buscan convertirse en “es”, para un nuevo ensayo en muchos casos más desastroso que el anterior.
En alguna medida cada uno de nosotros lleva un “ex” a cuestas, como recuerdo de lo que fue, la vida que pasó. En estos atardeceres solo queda el solaz de las glorias efímeras y entrar más al terreno de lo nostálgico que de lo real. Es mejor olvidar lo que fue para darle cabida al sincero orgullo de lo que se “es”.
-NLA-
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