El Templo Mayor es un lugar sagrado de la antigua Tenochtitlan en el centro del mundo azteca. Allí pasado y presente se entrecruzan en los intrincados laberintos de la historia.
Este es el momento en el cual los países de Iberoamérica tratan de maquillar sus monumentos para hacer memoria de los doscientos años, de una supuesta independencia en los recordatorios de mármol, piedra y bronce; pero también otra realidad aflora y erosiona la parafernalia de las celebraciones: la presencia de los indígenas, antiguos dueños de estas tierras y los permanentes hallazgos arqueológicos que se remontan a una historia de más de dos mil años, recuerdo de unos nobles orígenes de quienes hoy se encuentran entre la marginalidad y el desamparo.
La independencia de los países de América del poder europeo, en forma alguna puede considerarse como un hecho aislado de los miles de años ocultos en el tiempo desde los cuales, con la conformación de civilizaciones y un indiscutible avance en todos los campos se buscan espacios de independencia y libertad y se muestran u ocultan los continuados colonizajes que alientan la vida diaria de todos los pueblos.
La terminología de la historia y la historiografía de los nuevos tiempos, define asuntos claves para escudriñar todo lo que no se ha aclarado o que talvez ha sido oculto para conveniencia de unos o de otros. La polémica tiene asidero en muchos ámbitos, al grado que es posible considerar que es tanto lo que se ha dilucidado al respecto y en tantos sentidos, que la verdad parece nadar en un mar de conjeturas y desavenencias.
El encuentro de los europeos con América no implica ningún descubrimiento. Los mares son surcados desde siempre por chinos, polinesios y normandos. Todos los pueblos poseen un sistema de comercio muy avanzado; Mayas e Incas conocen los secretos del mar y auscultan los misterios de las estrellas, los espacios de los números y la escritura. La guerra como negativo patrimonio implícito de la humanidad, en estas tierras del más allá de los mares, se encuentra en su estado artesanal, posiblemente por el desconocimiento en su uso, de los metales duros, la rueda, la pólvora y los animales de carga. Los pueblos dominantes llegan con sus fardos llenos de maldad y conocimientos además de las ventajas de otro tipo de desarrollo para empoderar nuevos colonizajes.
Al interior del mundo precolombino se presentan continuos enfrentamientos entre naciones por el dominio de sus territorios, el sometimiento y el vasallaje. La esperada y repentina llegada de alguien, que alguna vez promete su regreso, aparece en la forma del hombre blanco europeo y cambia las reglas de juego en el deseo para muchos, de libertad y salvación. En cierto sentido el europeo libera pero se apropia del vasallaje de muchas comunidades de América, que buscan el apoyo providencial: aires nuevos en el momento de su vida como grupo o como nación, cuenta abierta para el invasor interesado en acumular beneficios bajo la tutela de la cruz y de la espada para tomar la tierra, llenar las cajas de caudales de los nuevos señores, las arcas de la corona y los territorios del cielo con nuevas y desconocidas almas.
El pasado es el fundamento del presente. Las culturas víctimas de la colonialidad se encuentran ahí en su estado actual sometidas a los nuevos procesos de ese fenómeno presente y actuante. Razones válidas para preguntarse: ¿Qué es ese asunto de la independencia?
Nuestros indígenas subvalorados y marginados, grupos humanos desconocidos y vilipendiados y los recuerdos de la grandeza que da base al desarrollo actual, son considerados como piezas de museo, como instantes del tiempo solamente dignos de una fotografía. (Ciudad de Méjico 070810).
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