martes, 31 de enero de 2012

CAMINANDO HACIA EL ÉXITO

Estamos en los preliminares del año escolar. En esta primera etapa  se piensa en los propósitos de la institución escolar y la comunidad educativa. Abundan las buenas intenciones para la orientación de los estudiantes, tratando de dar forma al ciudadano del futuro; el ser humano de los nuevos tiempos.

El programa de formación tiene su marco referencial en momentos especiales de la vida personal, la vida del país y en los momentos que vive la educación desde los intereses del sistema. Todo se desarrolla en un mundo cambiante que brinda grandes sorpresas: ciencia y tecnología avanzan a plazos agigantados, haciendo notoria la permanente renovación de los conocimientos y aprendizajes, por lo cual se debe reconocer que un profesional egresado en este momento puede estar lo suficientemente desactualizado en un semestre. Esta es la invitación a la búsqueda permanente de actualización y revisión de los conocimientos para dar respuesta a las exigencias de cada día, evitando rezagarse.

Lo proyectado señala el vivir en el presente y  pensar en el futuro,  el instante que llega, la próxima hora, el próximo día, el próximo año. El compromiso con el mundo y los aprendizajes se centran en el manejo adecuado de la verdad, la claridad en los conceptos y la correspondencia con el universo. El futuro se construye desde el presente y es el regalo para las generaciones próximas. En esta forma, la formación desde la institución escolar se inscribe en el presente para las necesidades nuevas. Se necesita para el momento que se vive, autoacelerarse; porque el tiempo parece ir tan de prisa que las etapas de los procesos de formación pasan sin darse cuenta, con rapidez asombrosa, dejando atrás los plazos y recordando los propósitos primarios de los encuentros con el momento que llega.

El tiempo de los padres es un tiempo usado y vivido; el de los hijos(as) es tiempo fresco, nuevo. No es posible que los hijos(as) repitan las vivencias de los padres o las de los abuelos. Esto sería estancarse, quedarse pegados al pasado. Llega el momento en el cual, tanto los abuelos como los padres aceptan que su cuarto de hora pasó, que se vive una época diferente, una época demarcada por otras líneas de interés; solamente han quedado unas huellas a partir de las cuales las nuevas generaciones construyen su camino.

Las actuales construcciones de vida personal se hacen en lo esencial, desde el hogar, para fortalecer el carácter; el mismo que influye para que el conocimiento que se toma en la academia, se torne como aditamento indispensable. La fortaleza y el temple del carácter invitan a enfrentar los riesgos, sin ellos es imposible llegar a los aciertos, a los triunfos y las ganancias. Los errores, las derrotas y las pérdidas son los momentos necesarios para revisar, readecuar y reacondicionar las acciones para lograr lo proyectado. Esto y mucho más, es el aprendizaje; escalones hacia el éxito seguro. Hay que ser fuertes para salir de las dificultades y entender que cada escalón tiene sus espacios para probar la capacidad de avanzar cada vez un poco más, hacia un mundo distinto, fruto del esfuerzo personal.

El carácter como tal, se infiere de la autoridad formativa que emana de los padres: influencia determinante.  Con presencia de autoridad, niños(as) y jóvenes a su vez, actúan con autonomía y decisión para resolver sus problemas: sus determinaciones. La autoridad fortalece el carácter y la adaptación ante las dificultades que se encuentran en los momentos de confrontación con la realidad; pasos primeros en el camino que conduce a una vida exitosa.

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