martes, 6 de marzo de 2012

DOCTORITIS O ¿FERIA DE SOMBRERITOS?

La cabeza, sede del cerebro, es el centro de las funciones del conocimiento; por esta razón se habla de “cabezas bien puestas”, “cabezas brillantes”, “frentes brillantes”, “una gran cabeza”, pero todo se complica con la proliferación de la alopecia o calvicie. 

Sansón tenía fuerza e inteligencia supuestamente en el pelo de su cabeza, el “Pibe Valderrama” se hizo famoso por su oxigenada cabellera y Carlos Gardel quiso mostrarse más varonil bajo su sombrero gardeliano. 

Los tocados de los guerreros precolombinos pretendían demostrar que se poseía el ojo del águila y la fuerza del jaguar. Los orientales usan una señal en la frente: bindi, en el entrecejo, sede del chakra ajna: “hogar de la sabiduría oculta”, centro de la energía que fortalece la concentración. En síntesis, es importante lo que cubre la cabeza, pero lo es más lo que hay dentro de ella.

Los monarcas con corona o sin ella, distribuyen títulos y privilegios entre sus amigos cercanos. Los guerreros juegan al valor y la locura de la guerra, protegiendo sus cabezas con cascos, otros hacen su guerra desde la trinchera de los escritorios, los binoculares o desde el aire “a prudente distancia”.

Los clérigos usan fastuosos tocados que indican la dignidad asignada: solideos, y tiaras pontificales recamadas en oro y pedrerías. Los sacerdotes de antes usaban tonsura o corona, los monjes se dejan muy poco pelo y los lamas en símbolo de desprendimiento se hacen rapar toda la cabeza. Los Paeces conservan en toda parte y lugar su sombrero. La dignidad del tocado se complementa con el atuendo, el uniforme o el clerigman. Académicos y jueces, usan el birrete y la toga para diferenciarse del resto de los mortales. Perder la cabeza es consecuencial con perder la dignidad adquirida, la guerra o el torneo y rodar la cabeza es perder el empleo; simbólicamente es una manera de entrega: “Voy a perder la cabeza por tu amor”, dice la canción.

Desde hace algunos años prolifera la feria de los sombreritos y la asignación del título de “doctor”, indistintamente, como reconocimiento a lo que se sabe y se aplica desde los logros profesionales. Hace algunos años, los cargos públicos de servicio a la comunidad: juez, notario, alcalde, personero; eran ocupados por ciudadanos con estudios no superiores al grado seis actual, egresados de la escuela complementaria y buenos autodidactas. Así llegaron a la presidencia de la república varios intelectuales, incluyendo a un egresado de una escuela de comercio.

El saber y el aprender carecen de límites. Hay procesos de autoformación, estudiantes vitalicios, especialistas en una disciplina: profesionales sin título. También existen los  títulos sin profesionales, aquellos que no ejercen, ubicados en otro lugar de la actividad laboral. Para los niveles de educación y formación, la feria de los títulos o sombreritos, es simultánea con la feria de las graduaciones que arranca en la educación media cuando se recibe el primer título reconocido: Bachiller, Maestro o Normalista Superior; lo máximo lograble en una época feliz, en la cual era algo parecido como a ser extraterrestre.

Los títulos académicos obtenidos en una universidad reconocida oficialmente, después de culminar la educación media, comprenden el Pregrado: Tecnologías, Licenciaturas y Profesiones  en diferentes áreas. Duración entre tres y siete años de estudios académicos. Los postgrados son posteriores a los pregrados: diplomados, maestrías, doctorados o Philosophical Doctor (PHD) y postdoctorados; con una actividad académica entre uno y diez años.

Regularmente se denominaba doctor al egresado de un pregrado porque las universidades expedían el título de Doctor enunciando la respectiva especialidad. Los títulos cambiaron, se suprimió esta denominación dando énfasis solamente a la especialidad. Las universidades de Colombia y el mundo vienen desarrollando programas de doctorado y postdoctorado. La denominación al profesional debe estar de acuerdo con la asignada por el título logrado en el medio académico y que figura en el diploma refrendado por la institución que lo expidió: Maestro, Licenciado, Médico, Abogado, Psicólogo, Ingeniero, etc;  Especialista, Magister y Doctor.

Muchas personas desde sus actividades de rutina alcanzan a superar las condiciones de la academia;  el reconocimiento a sus merecimientos se hace desde el título “Honoris Causa” en una especialidad. Esta es una manera  menos dispendiosa de conseguir el sombrerito anhelado.
 941/VI - anaquel- NLA-

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