La adolescencia es un camino que necesariamente se debe recorrer para llegar a la plenitud de la vida adulta: el sistema hormonal madura y el organismo inicia el reemplazo del niño a partir de cambios físicos y comportamentales que conviene conocer. Los cambios físicos determinan: cambio de voz en los varones y conservación de la voz de niño en las mujeres; aparición de vellosidades en diferentes zonas del cuerpo en hombres y mujeres y reforzamiento de rasgos que demarcan notables diferencias entre unos y otros; proceso de estiramiento; cambio en el olor del sudor del cuerpo; variables procesos digestivos y primeras manifestaciones físico biológicas de la sexualidad.
Los cambios en lo físico y lo fisiológico tienen respuestas desde lo comportamental; estado de asombro: el cuerpo empieza a experimentar cosas nuevas e inexplicables; pereza, cansancio y sueño rutinarios; los relojes parecen descomponerse y los horarios se tornan contrarios a tiempos y deseos. Algunas veces se está despierto cuando todos duermen y dormido cuando todos trabajan, o dormido siempre, porque desde el interior del cuerpo las cosas funcionan con un raro desorden.
Conciliar los estados corporales y mentales con las rutinas del resto de la humanidad, se hace difícil: los horarios, el aseo, los deberes, los alimentos y los ratos libres requieren de un poco de sacrificio para ser aceptados como antes. Los padres se quejan:“¡mi hijo no era así… ha cambiado tanto!”… El niño de antes ha dado paso a un adolescente que se enfrenta a cambios en su cuerpo y en su alma. El naciente adolescente busca estados equilibrantes: amigos y amigas, vida social, juegos y deportes, computadores, maquinitas, alcohol y posiblemente las drogas; explora sobre su sexualidad e inicia un proceso conducente a la elección de pareja. La vida del hogar pasa a segundo plano porque los intereses son distintos a ella. La alimentación es objeto de cambios, se rechaza la comida de casa y se acoge con beneplácito la comida de otras casas. Se come en forma desaforada o muy poco.
No es posible entender lo que pasa en los niños en razón a sus comportamientos y los niños no pueden entender que pasa con los adultos y sus actuaciones. Simultáneamente se cuestiona la autoridad, el padre, las normas, la obediencia, la ley, el orden social. La normatividad del hogar considerada obsoleta se proyecta como desorden en todo lo que concierne a la casa. El malestar se manifiesta: “Yo no les estaba pidiendo que me trajeran a este mundo”, “Yo no les pedí nacer”; la libertad constreñida: “es que ustedes no me entienden”; “acepten que ya no soy un niño”. El lenguaje va tomando un rumbo agresivo que dificulta la comunicación. En situaciones comprometedoras, aparece la mentira como un mecanismo de defensa, una forma de decir cosas, lenguaje que oculta asuntos de mayor validez; miedo ancestral ante situaciones que no logra entender: dificultad de asumir los roles del adulto, miedo a la soledad y a la posible pérdida de la comodidad.
En la búsqueda de sus propios espacios, el adolescente presenta algunos estados depresivos, recurre a la autosatisfacción, el silencio y la automarginalidad. Reclama y defiende su privacidad y busca círculos de personas resistentes a los modelos del hogar y la sociedad: rebeldes y militantes en grupos que abanderan grandes cambios y pregoneros de otro tipo de rituales, creencias, costumbres, rutinas y alimentos, acompañados del deseo de cambiar el mundo. Prima la comida chatarra, la comida rápida y el “mecato”; estos momentos de altibajos muestran puntos extremos. La sensación de sentirse grandes lleva a la exigencia de ser tratados como adultos, reclamar estos espacios y ser tratados como niños cuandfo les conviene.
El quererse marginar es propio del ser humano cuando ha recibido lo básico (las alas), considera la vida de los adultos como algo del pasado y busca construir su mundo (volar). Volar con sus propias alas y construir su propio nido. Si usted enseña a volar a sus hijos, no les amarre las alas.
Muchos adolescentes cruzan estos estados de cuerpo y de alma en la soledad de sus miedos y en la vergüenza de sus personales principios de moral y de respeto, carentes de comunicación, en su propio desamparo o apoyados por un amigo, porque los padres se encuentran en el mundo vivido de su pasado, el mundo de las comparaciones, los reclamos y las recriminaciones.
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