Martha Ordóñez es una ferviente luchadora por la defensa de los derechos de los niños. Ha incursionado en los medios de comunicación y la política y como fruto de su trabajo entregó en el año 2011 su obra “Dime cómo te castigaron y te diré quién eres”, dedicada “a todos los niños de Colombia y del mundo que a tan temprana edad han tenido que enfrentar y padecer la inexperiencia, impaciencia, intolerancia, cargas genéticas y traumas de sus padres”; niños y niñas destruidos por dentro y por fuera.
Esta obra se basa precisamente en determinar cómo los infantes soportan una carga laboral, social y emocional que no les pertenece y cómo la herencia violenta los lleva a ser los usuarios permanentes de internados y centros de resocialización.
“En la antigüedad, la crianza no era obligación de los padres. Ellos podían recurrir al infanticidio, al abandono o el regalo a una familia pudiente”. Pero dos mil años después, las cosas parecen no haber cambiado mucho; existe un mundo de castigos crueles, peligrosos y denigrantes.
Con base en esta situación, alentados por el precepto de que “ningún tipo de violencia es justificable y todo tipo de violencia es prevenible” muchos países del mundo han abolido el castigo físico para niños y adolescentes: Suecia, Finlandia, Noruega, Austria, Chipre, Dinamarca, Letonia, Croacia, Alemania, Bulgaria, Israel, Islandia, Rumania, Hungría, Grecia, España, Holanda, Nueva Zelanda, Portugal, Uruguay, Venezuela, Costa Rica y Moldavia. En Colombia, la legislación es muy laxa en este sentido: el Código Civil. Artículo 262, acoge la siguiente perla: “Los padres o la persona encargada del cuidado personal de los hijos, tendrán la facultad de vigilar su conducta, corregirlos y sancionarlos moderadamente.
¿Qué será “sancionar moderadamente”?
Gran parte de los comportamientos de niños y adolescentes hacen parte de sus condiciones propias de desarrollo. Al iniciarse la locomoción y el progresivo descubrimiento del mundo, los procesos biológicos y psicológicos maduran, los cambios aparecen y la persona en formación hace elección de sus prioridades.
Dicen los castigadores que “hay que formar para aprender”, buscando que se respete la autoridad por encima de toda consideración y se opta por castigos que supuestamente ayudarán, apoyados en el estrés, la ira, la embriaguez, el uso de psicoactivos y la pérdida del control; ante la incapacidad del niño a reaccionar para enfrentar la violencia del adulto que considera que esa vida que golpea, le pertenece.
Martha Ordóñez considera el parto como el primer desprendimiento de la madre con respecto al hijo. Con posterioridad la locomoción y búsqueda de autonomía enfrenta a los menores y los adultos; es desde ahí que suele creerse que “los progenitores están con todo derecho de castigar a los menores desde la gestación hasta la adolescencia, corrigiendo de manera legítima para formar individuos de bien”.
La obediencia puede ser la huella de una buena herencia. Disciplinar no es lo mismo que golpear, amaestrar u obedecer ciegamente porque sí. Se debe tener en cuenta que niños y niñas no aceptan normas de personas que no admiran, que no quieren. Obedecer por miedo al castigo o solamente para complacer al adulto, no es formar.
Las consecuencias del maltrato son graves; niños y adolescentes maltratados son propensos a presentar conductas delictivas en la adultez. Tienen problemas de comportamiento y desarrollo, predispuestos a la ira, la depresión y la violencia y a caer en adicciones como el alcohol y las drogas, formar pandillas y cometer delitos como respuesta a una historia de golpes, abusos y desamparo en una vida compleja llena de exigencias y miedos que jamás comprenderán.
TEXTO DE REFERENCIA: ORDÓÑEZ, Martha. “Dime cómo te castigaron y te diré quién eres”. Bogotá. Edit. Grijalbo. 2011. 188 páginas.
-NLA-
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