martes, 29 de mayo de 2012


RECORDANDO A RAFAEL POMBO


Rafael Pombo vivió 78 años, entre 1833 y 1912. Fue miembro de una notable familia de la aristocracia payanesa y de hecho vinculada a un Estado que hacía sus primeros pinitos en torno al concepto de República.

En un acto de suma obediencia estudió ingeniería por complacer a su padre y su familia quienes consideraban el oficio de poeta como algo poco acomodado a su rango y a la posición social que ostentaba. En otro momento de su vida hizo parte de las fuerzas del gobierno en una de las tantas guerras civiles que asolaron el país en el siglo XIX; y finalmente ingresó a la diplomacia, en la Legación Colombiana en Washington.

En estados Unidos se desempeñó como traductor de libros para niños. Allí surgió su interés por la literatura infantil y en especial por la fábula. Dos de sus composiciones más populares parecen no ser de su autoría: “Simón el bobito” traducción del poema infantil ”Simple Simon”, y “La pobre viejecita” que posiblemente pertenece a la tradición cubana.

A Rafael Pombo se le recuerda en 2012 al cumplirse el primer centenario de su muerte. Una costumbre bien particular en nuestro medio, donde la muerte sirve para iniciar todo un proceso de decantación y reconocimiento de la vida y obra de los personajes notables. Desde allí se le recuerda como diplomático, escritor, periodista, fabulista y traductor.

Una costumbre, también muy propia de la época, era la de coronar a los poetas notables con laurel y loas  que ensalzaban los méritos del escritor. Pombo recibió estos honores en 1905, coronado como “Poeta Nacional”. Posteriormente fue acogido como miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. El Gobierno Nacional honró su memoria al considerarlo por Ley 87 de 1912. “Gloria de las letras colombianas”.

La poesía infantil de Rafael Pombo acompañó la infancia de varias generaciones de colombianos, y sus poemas y fábulas eran lectura obligada en los primeros años de la educación primaria, en recitaciones y representaciones difíciles de olvidar: “El hijo de Rana, Rin Rin Renacuajo salió esta mañana muy tieso y muy majo, con pantalón corto, corbata a la moda, sombrero encintado y chupa de boda”. O aquella primera estrofa de: “Simón el bobito llamó al pastelero: “¡A ver los pasteles! ¡los quiero probar!”. Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero, ver ese cuartillo con que has de pagar”.

Otras obras conocidas: “El renacuajo paseador”, ”Mirringa Mirronga”, “La pobre viejecita” (¿?), “Simón el Bobito” (¿?).”Pastorcita”, “Juán Matachín”, “Cutufato y su gato”, “El gato bandido”, “El niño y la mariposa”, “Las siete vidas del gato”, “Las flores”, “Mosca grande”, “En el Niágara”, ”La hora de tinieblas”, “Noche de Diciembre”.

EL RENACUAJO PASEADOR

El hijo de Rana, Rinrín Renacuajo, salió esta mañana, muy tieso y muy majo.
Con pantalón corto, corbata a la moda, sombrero encintado y chupa de boda. “¡Muchacho, no salgas!" Le grita mamá.Pero él hace un gesto y orondo se va.
Halló en el camino a un ratón vecino. Y le dijo: "¡Amigo! venga, usted conmigo. Visitemos juntos a doña Ratona y habrá francachela y habrá comilona".

A poco llegaron, y avanza Ratón. Estirase el cuello, coge el aldabón.
Da dos o tres golpes, preguntan: "¿Quién es?" "
–Yo, doña Ratona, beso a usted los pies".
“¿Está usted en casa?" –"Sí, señor, sí estoy: y celebro mucho ver a ustedes hoy; estaba en mi oficio, hilando algodón. “Pero eso no importa; bienvenidos son".
Se hicieron la venia, se dieron la mano, y dice Ratico, que es más veterano:
"Mi amigo el de verde rabia de calor, démele cerveza, hágame el favor".
Y en tanto que el pillo consume la jarra mandó la señora traer la guitarra
y a Renacuajito le pide que cante versitos alegres, tonada elegante.
"–¡Ay! de mil amores lo hiciera, señora, pero es imposible darle gusto ahora,
que tengo el gaznate más seco que estopa y me aprieta mucho esta nueva ropa".

"–Lo siento infinito, responde tía Rata, aflójese un poco chaleco y corbata,
y yo mientras tanto les voy a cantar una cancioncita muy particular".
Mas estando en esta brillante función. De baile y cerveza, guitarra y canción,
la Gata y sus Gatos salvan el umbral, y vuélvase aquello el juicio final.

Doña Gata vieja trinchó por la oreja al niño Ratico maullándole:
"Hola" y los niños Gatos a la vieja Rata uno por la pata y otro por la cola.
Don Renacuajito mirando este asalto Tomó su sombrero, dio un tremendo salto,
y abriendo la puerta con mano y narices, se fue dando a todos "noches muy felices".

Y siguió saltando tan alto y aprisa, que perdió el sombrero, rasgó la camisa,
se coló en la boca de un pato tragón y éste se lo embucha de un solo estirón.
Y así concluyeron, uno, dos y tres, ratón y Ratona, y el Rana después;
los gatos comieron y el Pato cenó. ¡Y mamá Ranita solita quedó!

SIMON EL BOBITO

Simón el bobito llamó al pastelero: “¡A ver los pasteles! ¡los quiero probar!”.
Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero, ver ese cuartillo con que has de pagar. Buscó en los bolsillos el buen Simoncito y dijo: ¡De veras! No tengo ni unito.

A Simón Bobito le gusta el pescado y quiere volverse también pescador,
y pasa las horas sentado pescando en el balde de mamá Leonor.
Hizo Simoncito un pastel de nieve y a asar en las brasas, hambriento lo echó,

pero el pastelito se deshizo en breve y apagó las brasas y nada comió.
Simón vio unos cardos cargando ciruelas y dijo: ¡Qué bueno! Las voy a coger.
Pero peor que agujas y puntas de espuelas, le hicieron brincar y silbar y morder.
Se lavó con negro de embolar zapatos porque su mamita no le dio jabón,

y cuando cazaban ratones los gatos espantaba al gato gritando ¡ratón!
Ordeñando un día la vaca pintada le apretó la cola en vez del pezón;
y aquí la vaca le dio tal patada que como un trompito bailó Don Simón;
y cayó montado sobre la ternera; y doña ternera se enojó también,

y ahí va otro brinco y otra pateadera y dos revolcadas en un santiamén.
Se montó en un burro que halló en el mercado y a cazar venados alegre partió;
voló por las calles sin ver un venado, rodó por las piedras y el asno se huyó.
A comprar un lomo lo envió taita Lucio, y él lo trajo a casa con gran precaución, colgado del

rabo de un caballo rucio para que llegase limpio y sabrosón.
Empezando apenas a cuajarse el hielo, Simón el Bobito se fue a patinar,
cuando de repente se le rompe el suelo y grita: ¡Me ahogo! ¡vénganme a sacar!
Trepándose a un árbol a robarse un nido, la pobre casita de un mirlo cantor… desgajase el árbol, Simón da un chillido, y cayó en un pozo de pésimo olor.

Ve un pato, le apunta, descarga el trabuco y volviéndose a casa le dijo al papá:
Taita yo no puedo matar pajarruco, porque cuando tiro se espanta y se va.
Viendo una salsera llena de mostaza, se tomó un buen trago creyéndola miel,
y estuvo rabiando y echando babaza con tamaña lengua y ojos de clavel.

Vio un montón de tierra que estorbaba el paso, y unos preguntaban:
¿Qué haremos aquí? ¡Bobos! Dijo el niño resolviendo el caso,
que abran un grande hoyo y la echen allí.
Lo enviaron por agua y él fue volandito llevando el cedazo para echarla en él.
Así que la traiga el buen Simoncito, seguirá su historia pintoresca y fiel.

LA HORA DE TINIEBLAS

Cogitavi dies antiquos, et annos aeternos in mente habui. Et meditatus sum nocte cum corde meo, et exercitabar, et scopebam spiritum meum. ¿Numquid in aeternum projuciet deus; aut nom apponet ut complacitior sit adhuc?

(Pensé en los días antiguos y tuve en mi espíritu los años eternos. De noche medité en mi corazón: me ejercitaba y purificaba mi espíritu. ¿Por ventura desechará Dios para siempre o no volverá a ser benévolo?) ¿Por qué si puede Dios, no satisface el hambre cruel que nos devora? CARVAJAL – SALMO.
I
¡Oh, qué misterio espantoso es este de la existencia! ¡Revélame algo, conciencia! ¡Háblame, Dios poderoso! Hay no se qué pavoroso en el ser de nuestro ser.
¿Por qué vine yo a nacer? ¿Quién a padecer me obligue?
¿Quién dio esa ley enemiga de ser para padecer?
II
Si en la nada estaba yo ¿Por qué salí de la nada a execrar la hora menguada,
en que mi vida empezó? Y una vez que se cumplió ese prodigio funesto,
¿Por qué el mismo que lo ha impuesto de él no me viene a librar?
¿Y he de tener que cargar un bien contra el cual protesto?
III
¡Alma! si vienes del Cielo, si allá viviste otra vida,
si eres imagen cumplida del Soberano Modelo,
¿Cómo has perdido en el suelo la fe de tu original?
¿Cómo en tu lengua inmortal no explicas al hombre rudo,
este fatídico nudo entre un Dios y un animal?
IV
O si es que antes no exististe, y al abrir el mundo al sol,
Tú, divino girasol gemela del polvo fuiste. ¿Qué crimen obrar pudiste?
¿De contra quién, cómo y cuándo, que estuviese a Dios clamando,
que al hondo valle en que estás, surgiese tú, nada más, que para expiarlo llorando?
V 
Pues cuanto ha sido y será. De Dios reside en la mente, Tanto infortunio presente ¿No lo completaba ya ? Y ¿Por qué, si en él esta, Del bien la fuente suprema,
Lanzó esa voz o anatema que hizo súbito existir Un mundo en que oye gemir
Y un hombre que de el blasfema?
VI
¿Cómo de un bien infinito. Surge un infinito mal, De lo justo lo fatal,
De lo sabio lo fortuito ? ¿por qué está de Dios proscrito. El que antes no le ofendió,
Y por qué se le formó. Para enloquecerlo así. De un alma que dice sí.
Y un cuerpo que dice no ?
VII
¿Por qué estoy en donde estoy  Con esta vida que tengo
Sin saber de dónde vengo, sin saber a dónde voy.  Miserable como soy,

Perdido en la soledad Con traidora libertad E inteligencia engañosa,
Ciego a merced de horrorosa Desatada tempestad?
VIII
Hoja arrancada al azar De un libro desconocido Ni fin ni empiezo he traído
Ni yo lo sé adivinar; Hoy tal vez me oyen quejar Remolineando al imperio
Del viento; en un cementerio Mañana a podrirme iré,
Y entonces me llamaré Lo mismo que hoy: ¡un misterio!
IX
De pronto así cual soñando En alta mar sorda v fuerte  Entre la nada y la muerte
Me encuentro a oscuras bogando; Sopla el tiempo, y ando, y ando,
Ignoro a dónde y por qué, Y si interrogo a la fe Y a la razón pido ayuda,
Una voz me dice «duda» Y otra voz me dice «cree»
X
Con menos alma, quizás Sólo la segunda oyera,  O con más alma, pudiera.
No equivocarme jamás: Entonces creyera más, O al menos, dudara menos;
Pero, a malos como a buenos. Plugo al Señor conceder Luz bastante para ver
Que estamos de sombras llenos.
XI
La debilidad por guía, La tentación por camino, ¿Es de virtud el destino
Que su bondad nos confía? ¿Es fuerza que en lucha impía
Nos pruebe el Genio del mal Para ir a un condicional Anhelado Paraíso?
¿Para ser bueno es preciso Poder ser un criminal?
XII
Mas... ¡soy libre! y ¿para qué?  Para enrostrarme a mí mismo
EI caer a un hondo abismo  Que otro ha cavado a mi pie,  Y renegar de la fe,
Luz de mi infancia serena,  Y fiar a un grano de arena  La eternidad de mi ser,  Debiendo yo responder De la creación ajena.
XIII
¡Somos libres! ¡libertad Que no deja ni el consuelo De enrostrar el mal al Cielo
O a nuestra fatalidad! ¡Libres... y la voluntad  Es plena para el deber! Libres...
y hay luz para ver Lo que es crimen desear, Y alma para delirar,
Y corazón para arder!
XIV
¡Libres, cuando delincuentes Desde el vientre maternal Ya éramos siervos del mal
Y del dolor penitentes; Y con cadenas ardientes  Al crimen de otro amarrados
Ya estábamos sentenciados A purgarlo aquí por él  Y a extender para Luzbel
La siembra de los pecados!
XV
¡Oh, Adán! ¿cuándo estuve en ti? ¿Quién te dió mi alma y mi pecho?
¿Quién te concedió el derecho De que pecaras por mí? Si en tu falta delinquí
Y en tu infición me condeno, ¿por qué un Dios tan justo y bueno
No me lavó en la virtud de otro Adán, y la salud No me volvió en cuerpo ajeno?
XVI
Si en mis carnes heredé La ponzoña de la suya, ¡Que en las carnes arda y fluya! Pero en el alma ¿por qué? Si mi alma su alma no fue, Si es chispa de Dios directa, ¿Cómo de luz tan perfecta Tan imperfecta salió? Si Adán por Dios no pecó
¿Cómo su infección la infecta?
XVII
¡Absurdo! ¡no puede ser! Y sin embargo es, y ha sido, Y aquí lo siento, esculpido
En el fondo de mi ser, Cual si otro Dios, Lucifer Concurriese audaz con Dios
AI soplar dentro de nos El vital celeste lampo Y fuésemos luego el campo
Del batallar de los dos.
XVIII
                     ¡Esperanza que me engañas,  Tentación que me provocas
Pasiones que con mil bocas Me desgarráis las entrañas
Ciencia que mi vista empañas, Orgullo que atas mi oído.
Razón que sólo has servido Para perder la razón. . .!  ...
¡Ay! Contra tantos ¿qué son  Los que de polvo han nacido?
XIX
      Dios que por prueba concitas Enemigos qué vencer  Dáme armas, dáme poder
Para la lid que suscitas.  Pero si el poder me quitas,  Libre renuncio a existir,
Pues no debo consentir  Que me hayas venido a echar  Esclavo para lidiar
Libre para sucumbir.
XX
Si dijiste: "A cada cual  El bien y el mal le propongo,  El escoja y yo dispongo",
¿El hombre ha escogido el mal?  Escoge el reo el dogal  O unce el libre su cadena?  Si su ciencia, mala o buena,  Le basta para escoger,
¿El mismo ha venido a hacer La elección que le condena?
XXI
Si libre siempre ha elegido  El hombre flaco y mortal,  ¿A elegir siempre su mal
Qué negro azar lo ha impelido?  Y si, una vez que ha caído  Libre alguna vez se vió,  ¿Cómo de nuevo tornó  De su pérdida al abismo,  Enemigo de sí mismo
Y del ser que lo creó?
XXII
Si tu infinita bondad Presidió a cuanto hay creado, ¿Por qué le diste al pecado Sombra de felicidad? ¿Por qué de la adversidad Hiciste hermano al delito?
¡Ah! con verdad está escrito Que cuando tu ángel bajó Sólo un Lot, un justo, halló, En la ciudad del maldito.
XXIII
Nula es mi sabiduría, Pobre mi benevolencia Pero si la Omnipotencia
Un instante fuese mía, ¡No! yo no concebiría
Culpas de la criatura! Santa, universal ventura, Fuera un himno sin cesar
¡De incienso para mi altar! ¡De amor para mi hermosura !
XXIV
No así en la obra de aquel Que desóyenos su nombre,
Cual si el tormento del hombre No lo atormentara a él; Cual si pudiera cruel
Ser también consigo mismo, O suscitar el abismo Do impele a su creación
Por dar lugar al perdón Con que adula su egoísmo.
XXV
¿Quién te hizo Dios? ¿Por qué, di Cómo, dónde y cuándo vino Privilegio tan leonino A corresponderte a ti? ¿Por qué no me tocó a mí Ese poder de poderes?
¡Ay! siendo lo que tú eres No fuera el mundo cual es, O aplastara con mis pies
Tan triste enjambre de seres.
XXVI
¡He aquí el mundo que a tu acento  Vió la hermosa luz del día!
Si fuese mi obra, sería Mi eterno remordimiento: Fue un edén tu pensamiento,
Un infierno resultó, Y al hombre que te burló  Y audaz tu imagen degrada
No lo vuelves a la nada.
XXVII
¡Qué importa, oh sol, tu esplendor Jugando en mil gayas lumbres
Desde las nevadas cumbres Hasta la nítida flor! ¡Que importan, noches de amor
Tus cariñosas estrellas. . . !  ¡Ah! tantas cosas tan bellas
Que provocando a llorar Parecen hoy extrañar Delicias que vieron ellas!
XXVIII
Del templo monumental Siguen contando el portento El fúlgido pavimento Y el dombo etéreo, inmortal; Mas donde un velo nupcial Cubrió angélicos sonrojos, Hoy nos ofenden los ojos Ahuyentándonos infectos, Abominables insectos Que procrean entre abrojos.
XIX
El palacio en que a reinar  El Creador nos convida, Se tornó en prisión por vida
De aislamiento y de pesar. De su excelso palomar
El alma inocente huyó: atraída cuando vió tu hermosura de la pampa,
Cayó aquí, como en la trampa Que para el buitre se armó.
XX.
Lástima, lástima horrenda Ver en tal desarmonía Claro sol y alma sombría
El viviente y su vivienda. Sentir la eterna contienda Y el caos siniestro interior, Cuando todo en derredor, Todo, excepto el hombre infando,
Va en paz y en orden cantando La gloria de su Hacedor.
XXXI
¡Oh angustia! sentir por dentro De este infernal laberinto
La espuela cruel de un instinto De algo que busco y no encuentro,
Caverna odiosa, y al centro Un ojo para mirarla, Luz que en vez de iluminarla
Permite que se entrevean Vampiros mil que aletean Luchando por apagarla.
XXXII
¿En dónde estás ¡oh verdad! Oh rabia del alma mía, Concierto de la anarquía,
Ley de la contrariedad, Amor del odio, equidad De tantas iniquidades,
Beldad de monstruosidades, Tu razón, ¡oh Creador! Para ver crimen y error
Sin que al surgir lo anonades?
XXXIII
¿En dónde estás ¡oh hermosura! Que de ti no más que el nombre
Diste a otro ser como el hombre, De arcilla y de desventura;
Esa ingeniosa impostura Que al tacto se disipó y sólo acibar dejó,
Y el vivo rastro infelice  De otro eslabón que eternice El llanto que le costó?
XXXIV
Pobre mujer,sea cual sea
Tu elevación o tu afrenta, ¡quien habrá que hombre se sienta
Y sin caridad te vea! La más feliz se crea Es mártir aún de sus dichas,
Y a las demás, entredichas como sombras del festín,
No tocó ni el bien ruín De desahogar sus dichas.
XXXV
Gente... y más gente... y más gente Pasa delante de mí, ¡Oh! qué triste es ver así
La humanidad en torrente! ignoro cual es su fuente Y en qué mar se perderá;
Mas de cierto juro ya Que en el ser de cada uno El aguijón importuno
De la desventura va.
XXXVI
¡Dardo que nunca se embota,  Elemento creador! Inmenso pan de dolor,
Que la humanidad no agota,  Gaje fatal con que dota
La existencia a cada cual,  Genio insaciable del mal,
Demonio ¡sombra del hombre!  ¡Dí quién eres, dí tu nombre Para maldecirte tal!.
XXXVII
¿Eres la serpiente horrenda  Que en su torva fantasía
Vió el escadinavo un día Ciñendo el mundo tremenda? Como con perpetuo delenda Oigo su ronco silbar. Y estrechando sin cesar Sus férreos anillos duros,
¡Hace en sus ejes seguros Gemir el orbe y temblar!
XXXVIII
¿No te basta el mundo? ¡Dí! ¿Son pocos tantos millones De infelices corazones Engendrados para ti? Supremo déspota aquí, ¿Pasa de aquí tu poder?
Y aún no harto con hacer De la existencia un infierno,
¿Siempre que el hombre sea eterno, Como él. eterno has de ser?
XXXIX
Un tiempo la idolatría Preces y altares te alzó Y al Dios del bien lo negó
Y en ti a Dios reconocía Te palpaba, te tenía, Mal, soberano iracundo
Cual si con desdén profundo Dios de su obra avergonzado
Hubiera en tu pro abdicado El triste imperio del mundo.
XL
¡Ah! ¿qué no tiene el Señor? Nunca agotarán sus manos Sus océanos de océanos De felicidad y amor; ¡Venid! dijo el Creador, «Que a mi banquete os convida
Mi largueza» Estremecida Natura hirviente fundió, Y el hombre nació... ¡y nació Llorando el don de la vida!
XLI
Angeles creó para sí, En el cielo y para el cielo, Ellos no bajan al suelo
A perder el cielo aquí; No tan dichoso, ¡ay de mí! Ha sido el hombre creado:
Nace para ser tentado, Vive en pugna y en error, E hijo de un mismo Señor
El no es el predestinado.
XLII
Entre dolores naciendo, Miseria y dolor mamando Pecado y llanto mirando
Sin saber lo que está viendo: En su fuente van vertiendo Desde antes de la razón,
La vida la tentación, La tentación el delito Y con éste, Dios lo ha escrito
¡Quizá la condenación!
XLIII
Fuente que de la montaña Salió ernponzoñada ya, En sus claras linfas va
Ponzoña por la campaña; Envenena cuanto baña, Corrómpese ella también,
¿Y quién la depura? ¿quién La vuelve a su manantial? ¿Quién esa fuente del mal
Tornará fuente del bien?
XLIV
Y ¡ah! con balanza traidora  Dotóse a la criatura, El mal lo palpa y lo apura,
 El bien lo sueña. . . o lo llora: Cuando uno es feliz lo ignora, Cuando infeliz, bien lo prueba, Parece que Dios nos lleva Libro de cuentas extraño
Dándonos íntegro el daño, Para que el bien se nos deba.
XLV
El mal es piedra que cae, Niágara que se desprende;
El hombre no lo suspende. Su propio ser se lo trae;
Parece que nos atrae, Que él es nuestro fin preciso,
Y que de haber paraíso Sobre este infierno, hacia él
Vamos contra una cruel Ley que condenarnos quiso.
XLVI
La tempestad nos presenta Sus iris por agasajo,
Un rayo de luz los trajo, Otro rayo los ahuyenta;
Así en la eterna tormenta De este infeliz corazón,
Si luce gaya ilusión En el cielo del destino, A una pulsación nos vino,
Y huye en otra pulsación.
XLVII
Siempre el mal va acompañado De algo indeleble y eterno,
Y él tiene mas del infierno Que del cielo al bien se ha dado:
El bien como que es prestado; Mas ¡ay! bien propio es el mal.
Y aún las veces que el mortal Fantástico lo delira,
Tiene su triste mentira Más verdad que el bien real.

XLVIII

El recuerdo del placer Es el dolor de su ausencia Y nos duele en su presencia ,

El tenerlo que perder. Un bien que no ha de volver Es un torrnento mayor,

Y a fin de que su rigor No diese treguas al pecho, Dios en el recuerdo ha hecho

La eternidad del dolor.

XLIX

Un bien nunca satisface Mientras que el mal es sobrado  Y el mal hace desgraciado, Pero un bien feliz no hace; Y tan predispuesto nace El hombre para el pesar,

Que imbécil para gozar Y hábil para padecer, Llora su propio placer

Cuando no halla qué llorar.

L

Duda y exasperación Dejan los padecimientos, Y tedio y remordimientos

Deja el goce al corazón. Lágrimas a un tiempo son De angustia y risa despojos,

Y cuando libres de enojos Más inocentes reímos, Bien nos dice que mentimos

El llanto que hay en Los ojos.

LI

Yo, mísero, ya nací crisálida de la nada, Y no ha de ser revocada
La sentencia que cumplí. Dispones, ¡oh mal! de mí Y a evitarte nada alcanza
 Armada de ti se avanza  La eternidad luego en pos Y hay que dar eterno adiós Al sueño de la esperanza.

LII

La vida es sueño- ¡Callad, Oh Calderón! estáis loco: Hace veinte años que toco
Su abrumante realidad; Yo te palpo ¡Iniquidad! ¡Desgracia! no eres fingida.
Que si al placer dí acogida, Un instante aquello fue; Un instante en que olvidé
La realidad de la vida.

 LIII
¿La vida un sueño? ¡Qué sueño Tan raro en su obstinación! ¡Siempre el mismo! ¡Siempre Ixión Volteando en su hórrido leño Siempre en su bárbaro empeño
El demonio que llevamos! ¡Ah! con razón despertamos Con lívida faz que aterra, Yertos, mordiendo la tierra Que en frío sudor empapamos.

LIV

No es un sueño, es un delirio Es pesadilla infernal De un despierto, un criminal
Que envejece en el martirio. En vano irónico cirio Nos alumbra la razón:
Entrevemos salvación , De dicha y paz hay asomo Mas ¡ah! Los pies son de plomo
Y es Tántalo el corazón.

LV

Duelo y crimen sólo veo, Duelo y crimen sólo aspiro, Al mal un verdugo miro
Y al mundo un inmenso reo, Despechado clamoreo Oigo alzarse eternamente,
Y con hastío vehemente Pasma la imaginación Que esta sea la creación
De un Dios amante y clemente

LVI

¿Quién sino el genio del mal Improvocado y sañudo Revestirme el alma pudo
De carne flaca y mortal? ¿Quién sino él a este raudal De corrupción me trajera
A tornar en monstruo, en fiera, Un ente ávido del bien Digno sólo de un edén
Donde feliz ser debiera ?

LVII

¿ Por qué, invisible sayón Que llamo y no me respondes,
Lanzas el dardo y te escondes A mi desesperación? Estoy a tu discreción, Invulnerable enemigo; Sáciate, apúra el castigo, Triunfa y goza en mi dolor
Mientras yo, vil gladiador, Te saludo y te bendigo.

LVIII

«Ama, cree, sufre y espera», Me dirá, «que aunque te espante

La vida, es sólo un instante De probación pasajera» ¡Señor! por corta que fuera

Fue sobrada para mí Si el instante que viví Bastó para condenarme,

Bastó para exasperarme, ¡Hasta blasfemar de ti!

LIX

¡Cómo es posible, Dios mío, Que haya tantos, tantos tristes
Cuando tú, oh Señor, existes Con tu inmenso poderío, Y cuando de tu albedrío Solamente a la intención En lluvia de bendición Sonreída a nuestro ruego
Volviera la vista al ciego Y al demente la razón!

LX

Esta abdicación que has hecho De tu excelsa voluntad En mal de la humanidad, Aunque intentada en provecho, He aquí el correntoso estrecho
Y el escollo en que caí, Y yo no puedo ¡ay de mí! Juzgar de tu providencia
Sino con esta conciencia Con que a juzgarme aprendí.

LXI

¡Sabios funestos, callaos!  El caos físico ha cesado, Pero el que lo hizo ha dejado
Al espíritu en un caos. ¡Pobres hombres! Revolcaos Mintiendo felicidad;
Yo entre tanta oscuridad Rebelde contra mi suerte, Ansío deberle a la muerte,
O la nada o la verdad.

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