martes, 15 de mayo de 2012


HOMENAJE

La infancia estuvo llena de aprendizajes. Para entonces el mundo se abría ante la sorprendente profusión de cosas por conocer y explicar, ubicadas entre la certeza y la fascinación. La palabra expuesta sobre todos los seres del mundo se entregaba para ser aprendida. Madre, padre, familia y todas las personas del entorno, se dieron a la tarea de colaborar en la formación de la nueva generación.

Como todos los caminos de la infancia conducen a la escuela, allí se encontraron las cosas señaladas con su nombre. La institución apareció un día de sorpresas y de cambios, y el maestro(a) como anfitrión se ofrecía a llevarnos de la mano por el mundo de sus saberes, en una etapa que comenzaba allí para proyectarse en el tiempo, a todos los tiempos, a toda la vida.

Tanto el preescolar como la  escuela primaria estuvieron en los dominios de la infancia. El aprendizaje de la lectura y la escritura fueron la marca inicial en el conocimiento y en el alma; estas abrieron las páginas del libro y nos llevaron por los cientos de mundos inscritos en los territorios mágicos de la palabra. Lectura y escritura aprendidos una vez y para siempre con el toque mágico del silabeo y la guía de una mano, una voz y una tarea; fueron las llaves del futuro entregadas antes de señalar el escalón para el próximo ascenso.

Cuando se descubrieron universos distintos entre la fantasía, el libro, las historias reales del periódico y la comprensión de los textos y la palabra, se alimentó la idea de transformar el mundo. Pero parecía que estas actitudes solamente eran el eco de nuestro cuerpo que cambiaba sin remedio; nos estábamos despojando de la piel de la infancia. El educador(a) indicaba que todo era susceptible de cambiar, porque él también lo había intentado, pero aún faltaban otras etapas para recorrer y otros escalones para ascender, porque las exigencias no eran tan elementales.

En el encuentro con la universidad, llegaron rostros nuevos encarnando el alma del primer maestro(a), el único; surgidos para acreditar el desempeño social desde el servicio directo a la comunidad. Un ejercicio profesional fundamentado en  conocimientos especializados.  La transformación del mundo era posible y estaba en nuestras manos. Pero en ese instante llegó el adulto y la necesidad de definir otros espacios de vida más concretos.

La particularidad de los conocimientos guías se convirtieron en los pilares de los momentos académicos que era necesario continuar: especializaciones, maestrías,  doctorados, postdoctorados, venían a exigir gran formación académica  para un estudiante receptivo y dispuesto. No importaba el nivel, “el maestro(a) llegaba en el momento preciso que el estudiante lo reclamara”.  Las necesidades del mundo estaban a su alcance para ser interpretadas y a la vez garantizaban que la formación era la adecuada para asumir tareas y responsabilidades propias de las transformaciones y llenar de paz, tranquilidad y alegría los espacios en los cuales los seres humanos debían hacer uso de la posibilidad de un mundo feliz.

Ahora se recuerda que todo comenzó cuando se aprendió a leer y escribir. La tarea está muy avanzada pero no concluye. La palabra orientadora permanece en los innumerables momentos del conocimiento, la misma con la cual se aprendió la primera sílaba.

Se ha caminado sobre el tiempo con un derrotero de viaje, marcado por alguien que nos enseñó a pensar y que nos alentó para hacer posibles nuestros sueños.

Por estas y muchas razones más,
                                                        
¡GraciasMaestra!,
¡Gracias Maestro!

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