martes, 1 de mayo de 2012


NOTAS AGUDAS


La vida puede ser un accidente, pero es sin lugar a dudas el mejor regalo del universo.

No se nos es permitido escoger madre, padre, estrato social, ciudad, país o lugar de nacimiento. Esos designios están escritos en la memoria del tiempo.

En el momento de nacer te liberas de las ataduras al no ser, a la nada. Tus pensamientos son solamente tuyos, tu cuerpo es tuyo como lo son tus tristezas y tus alegrías.

La madre, el padre y la familia son solamente una compañía en esa libertad que te regala la naturaleza y la vida. Ellos pueden influir en tus actitudes y en tus comportamientos pero ellos no son tus actitudes ni tus comportamientos, que son solamente tuyos.

Vivir es un compromiso personal. Terminada la lactancia termina la dependencia biológica.

En el proceso de formación tanto madres como padres, familia y amigos te están regalando unos instrumentos para ser utilizados. Si no los utilizas es porque has encontrado otros mejores que son de tu agrado.

Cuando entras a una institución escolar, lo haces para obtener unas herramientas de desempeño en el camino que se debe recorrer después de terminados tus estudios. Nadie te obliga a permanecer allí, la puerta de entrada es la misma de salida.

Te están invitando a que aprendas pero ellos no son el aprendizaje, te están invitando a que estudies, pero ellos no son el estudio, te están diciendo que después del colegio eso que aprendiste puede ser utilizado para tu beneficio.

Quien te muestra un camino no te está obligando a recorrerlo.

Solamente tú eres el dueño de tus aprendizajes y el beneficiario de su aplicación en el campo del trabajo.

En el proceso de selección de pareja nos aproximamos a una aventura en la cual arriesgamos nuestro pellejo. Nadie lo hará por nosotros.

Nadie está autorizado para escogernos pareja, para indicarnos lo mejor. Solamente nuestra formación y ese equipo de instrumentos de vida que nos regalaron en el hogar en el colegio y en nuestras relaciones acertadas con las personas, nos ayudarán a tomar decisiones acertadas.

Buscamos depender siempre para tener a quien culpar de lo que hacemos, de lo que dejamos de hacer, de nuestros errores y fracasos.

Los éxitos los consideramos solamente nuestros como chispazos de sabiduría que obtenemos en un momento de personal iluminación.

Los éxitos y los fracasos son solamente tuyos. Culpar a otros de tus fracasos es querer escapar a una responsabilidad que da gran dificultad asumir. Nadie es culpable de los fracasos de otro, pero cuando se hace, implica asumir una posición cómoda, porque necesitamos estar libres de culpa para que nos crean buenos, humildes y transparentes

Culpar a otros de las dificultades y fracasos personales en la vida es un acto de mezquindad. Aceptarlos como aprendizajes es regalarse a sí mismo un acto de humildad y de gran valor.


Tomado de “Una pausa para empezar a amarse” de Igor H. Brown. Psicólogo de la Universidad de Helsinky
Helsinky, verano de 2008

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