NOTAS
AGUDAS
La vida
puede ser un accidente, pero es sin lugar a dudas el mejor regalo del universo.
No se
nos es permitido escoger madre, padre, estrato social, ciudad, país o lugar de
nacimiento. Esos designios están escritos en la memoria del tiempo.
En el
momento de nacer te liberas de las ataduras al no ser, a la nada. Tus
pensamientos son solamente tuyos, tu cuerpo es tuyo como lo son tus tristezas y
tus alegrías.
La
madre, el padre y la familia son solamente una compañía en esa libertad que te
regala la naturaleza y la vida. Ellos pueden influir en tus actitudes y en tus
comportamientos pero ellos no son tus actitudes ni tus comportamientos, que son
solamente tuyos.
Vivir es
un compromiso personal. Terminada la lactancia termina la dependencia
biológica.
En el
proceso de formación tanto madres como padres, familia y amigos te están
regalando unos instrumentos para ser utilizados. Si no los utilizas es porque
has encontrado otros mejores que son de tu agrado.
Cuando
entras a una institución escolar, lo haces para obtener unas herramientas de
desempeño en el camino que se debe recorrer después de terminados tus estudios.
Nadie te obliga a permanecer allí, la puerta de entrada es la misma de salida.
Te están
invitando a que aprendas pero ellos no son el aprendizaje, te están invitando a
que estudies, pero ellos no son el estudio, te están diciendo que después del
colegio eso que aprendiste puede ser utilizado para tu beneficio.
Quien te
muestra un camino no te está obligando a recorrerlo.
Solamente
tú eres el dueño de tus aprendizajes y el beneficiario de su aplicación en el
campo del trabajo.
En el
proceso de selección de pareja nos aproximamos a una aventura en la cual
arriesgamos nuestro pellejo. Nadie lo hará por nosotros.
Nadie
está autorizado para escogernos pareja, para indicarnos lo mejor. Solamente
nuestra formación y ese equipo de instrumentos de vida que nos regalaron en el
hogar en el colegio y en nuestras relaciones acertadas con las personas, nos
ayudarán a tomar decisiones acertadas.
Buscamos
depender siempre para tener a quien culpar de lo que hacemos, de lo que dejamos
de hacer, de nuestros errores y fracasos.
Los
éxitos los consideramos solamente nuestros como chispazos de sabiduría que
obtenemos en un momento de personal iluminación.
Los
éxitos y los fracasos son solamente tuyos. Culpar a otros de tus fracasos es
querer escapar a una responsabilidad que da gran dificultad asumir. Nadie es
culpable de los fracasos de otro, pero cuando se hace, implica asumir una
posición cómoda, porque necesitamos estar libres de culpa para que nos crean
buenos, humildes y transparentes
Culpar a
otros de las dificultades y fracasos personales en la vida es un acto de
mezquindad. Aceptarlos como aprendizajes es regalarse a sí mismo un acto de
humildad y de gran valor.
Tomado
de “Una pausa para empezar a amarse” de Igor H. Brown. Psicólogo de la Universidad de
Helsinky
Helsinky,
verano de 2008
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