RECORDANDO
A RAFAEL POMBO
Rafael Pombo vivió 78 años, entre 1833
y 1912. Fue miembro de una notable familia de la aristocracia payanesa y de
hecho vinculada a un Estado que hacía sus primeros pinitos en torno al concepto
de República.
En un acto de suma obediencia estudió
ingeniería por complacer a su padre y su familia quienes consideraban el oficio
de poeta como algo poco acomodado a su rango y a la posición social que
ostentaba. En otro momento de su vida hizo parte de las fuerzas del gobierno en
una de las tantas guerras civiles que asolaron el país en el siglo XIX; y
finalmente ingresó a la diplomacia, en la Legación Colombiana en Washington.
En estados Unidos se desempeñó como traductor de libros para
niños. Allí surgió su interés por la literatura infantil y en especial por la
fábula. Dos de sus composiciones más populares parecen no ser de su autoría:
“Simón el bobito” traducción del poema infantil ”Simple Simon”, y “La pobre
viejecita” que posiblemente pertenece a la tradición cubana.
A Rafael Pombo se le recuerda en 2012
al cumplirse el primer centenario de su muerte. Una costumbre bien particular
en nuestro medio, donde la muerte sirve para iniciar todo un proceso de
decantación y reconocimiento de la vida y obra de los personajes notables.
Desde allí se le recuerda como diplomático, escritor, periodista, fabulista y
traductor.
Una costumbre, también muy propia de la
época, era la de coronar a los poetas notables con laurel y loas que ensalzaban los méritos del escritor.
Pombo recibió estos honores en 1905, coronado como “Poeta Nacional”.
Posteriormente fue acogido como miembro de la Academia Colombiana de la Lengua.
El Gobierno Nacional honró su memoria al considerarlo por Ley 87 de 1912. “Gloria
de las letras colombianas”.
La poesía infantil de Rafael Pombo
acompañó la infancia de varias generaciones de colombianos, y sus poemas y
fábulas eran lectura obligada en los primeros años de la educación primaria, en
recitaciones y representaciones difíciles de olvidar: “El hijo de Rana, Rin Rin
Renacuajo salió esta mañana muy tieso y muy majo, con pantalón corto, corbata a
la moda, sombrero encintado y chupa de boda”. O aquella primera estrofa de: “Simón el bobito llamó al pastelero: “¡A ver los pasteles! ¡los
quiero probar!”. Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero, ver ese cuartillo
con que has de pagar”.
Otras obras conocidas: “El renacuajo
paseador”, ”Mirringa Mirronga”, “La pobre viejecita” (¿?), “Simón el Bobito”
(¿?).”Pastorcita”, “Juán Matachín”, “Cutufato y su gato”, “El gato bandido”,
“El niño y la mariposa”, “Las siete vidas del gato”, “Las flores”, “Mosca
grande”, “En el Niágara”, ”La hora de tinieblas”, “Noche de Diciembre”.
EL
RENACUAJO PASEADOR
El hijo de Rana, Rinrín Renacuajo, salió esta
mañana, muy tieso y muy majo.
Con pantalón corto, corbata a la moda, sombrero
encintado y chupa de boda. “¡Muchacho, no salgas!" Le grita mamá.Pero él
hace un gesto y orondo se va.
Halló en el camino a un ratón vecino. Y le
dijo: "¡Amigo! venga, usted conmigo. Visitemos juntos a doña Ratona y
habrá francachela y habrá comilona".
A poco llegaron, y avanza Ratón. Estirase el cuello,
coge el aldabón.
Da dos o tres golpes, preguntan: "¿Quién
es?" "
–Yo, doña Ratona, beso a usted los pies".
“¿Está usted en casa?" –"Sí,
señor, sí estoy: y celebro mucho ver a ustedes hoy; estaba en mi oficio,
hilando algodón. “Pero eso no importa; bienvenidos son".
Se hicieron la venia, se dieron la mano, y dice
Ratico, que es más veterano:
"Mi amigo el de verde rabia de calor, démele
cerveza, hágame el favor".
Y en tanto que el pillo consume la jarra mandó la
señora traer la guitarra
y a Renacuajito le pide que cante versitos alegres,
tonada elegante.
"–¡Ay! de mil amores lo hiciera, señora, pero
es imposible darle gusto ahora,
que tengo el gaznate más seco que estopa y me
aprieta mucho esta nueva ropa".
"–Lo siento infinito, responde tía Rata,
aflójese un poco chaleco y corbata,
y yo mientras tanto les voy a cantar una cancioncita
muy particular".
Mas estando en esta brillante función. De baile y
cerveza, guitarra y canción,
la Gata y sus Gatos salvan el umbral, y vuélvase
aquello el juicio final.
Doña Gata vieja trinchó por la oreja al niño Ratico
maullándole:
"Hola" y los niños Gatos a la vieja Rata
uno por la pata y otro por la cola.
Don Renacuajito mirando este asalto Tomó su
sombrero, dio un tremendo salto,
y abriendo la puerta con mano y narices, se fue
dando a todos "noches muy felices".
Y siguió saltando tan alto y aprisa, que perdió el
sombrero, rasgó la camisa,
se coló en la boca de un pato tragón y éste se lo
embucha de un solo estirón.
Y así concluyeron, uno, dos y tres, ratón y Ratona,
y el Rana después;
los gatos comieron y el Pato cenó. ¡Y mamá Ranita
solita quedó!
SIMON EL BOBITO
Simón el bobito llamó al pastelero: “¡A ver los pasteles! ¡los
quiero probar!”.
Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero, ver ese cuartillo con
que has de pagar. Buscó en los bolsillos el buen Simoncito y dijo: ¡De veras!
No tengo ni unito.
A Simón Bobito le gusta el pescado y quiere volverse también
pescador,
y pasa las horas sentado pescando en el balde de mamá Leonor.
Hizo Simoncito un pastel de nieve y a asar en las brasas,
hambriento lo echó,
pero el pastelito se deshizo en breve y apagó las brasas y nada
comió.
Simón vio unos cardos cargando ciruelas y dijo: ¡Qué bueno! Las
voy a coger.
Pero peor que agujas y puntas de espuelas, le hicieron brincar y
silbar y morder.
Se lavó con negro de embolar zapatos porque su mamita no le dio
jabón,
y cuando cazaban ratones los gatos espantaba al gato gritando
¡ratón!
Ordeñando un día la vaca pintada le apretó la cola en vez del
pezón;
y aquí la vaca le dio tal patada que como un trompito bailó Don
Simón;
y cayó montado sobre la ternera; y doña ternera se enojó también,
y ahí va otro brinco y otra pateadera y dos revolcadas en un
santiamén.
Se montó en un burro que halló en el mercado y a cazar venados
alegre partió;
voló por las calles sin ver un venado, rodó por las piedras y el
asno se huyó.
A comprar un lomo lo envió taita Lucio, y él lo trajo a casa con
gran precaución, colgado del
rabo de un caballo rucio para que llegase limpio y
sabrosón.
Empezando apenas a cuajarse el hielo, Simón el Bobito se fue a
patinar,
cuando de repente se le rompe el suelo y grita: ¡Me ahogo!
¡vénganme a sacar!
Trepándose a un árbol a robarse un nido, la pobre casita de un
mirlo cantor… desgajase el árbol, Simón da un chillido, y cayó en un pozo de
pésimo olor.
Ve un pato, le apunta, descarga el trabuco y volviéndose a casa
le dijo al papá:
Taita yo no puedo matar pajarruco, porque cuando tiro se espanta
y se va.
Viendo una salsera llena de mostaza, se tomó un buen trago
creyéndola miel,
y estuvo rabiando y echando babaza con tamaña lengua y ojos de
clavel.
Vio un montón de tierra que estorbaba el paso, y unos
preguntaban:
¿Qué haremos aquí? ¡Bobos! Dijo el niño resolviendo el caso,
que abran un grande hoyo y la echen allí.
Lo enviaron por agua y él fue volandito llevando el cedazo para
echarla en él.
Así que la traiga el buen Simoncito, seguirá su historia
pintoresca y fiel.
LA HORA DE TINIEBLAS
Cogitavi dies antiquos, et annos aeternos in mente habui. Et
meditatus sum nocte cum corde meo, et exercitabar, et scopebam spiritum meum.
¿Numquid in aeternum projuciet deus; aut nom apponet ut complacitior sit adhuc?
(Pensé en los días antiguos y tuve en mi espíritu los años
eternos. De noche medité en mi corazón: me ejercitaba y purificaba mi espíritu.
¿Por ventura desechará Dios para siempre o no volverá a ser benévolo?) ¿Por qué
si puede Dios, no satisface el hambre cruel que nos devora? CARVAJAL – SALMO.
I
¡Oh, qué misterio espantoso es este de la existencia! ¡Revélame
algo, conciencia! ¡Háblame, Dios poderoso! Hay no se qué pavoroso en el ser de
nuestro ser.
¿Por qué vine yo a nacer? ¿Quién a padecer me obligue?
¿Quién dio esa ley enemiga de ser para padecer?
II
Si en la nada estaba yo ¿Por qué salí de la nada a execrar la
hora menguada,
en que mi vida empezó? Y una vez que se cumplió ese prodigio
funesto,
¿Por qué el mismo que lo ha impuesto de él no me viene a librar?
¿Y he de tener que cargar un bien contra el cual protesto?
III
¡Alma! si vienes del Cielo, si allá viviste otra vida,
si eres imagen cumplida del Soberano Modelo,
¿Cómo has perdido en el suelo la fe de tu original?
¿Cómo en tu lengua inmortal no explicas al hombre rudo,
este fatídico nudo entre un Dios y un animal?
IV
O si es que antes no exististe, y al abrir el mundo al sol,
Tú, divino girasol gemela del polvo fuiste. ¿Qué crimen obrar
pudiste?
¿De contra quién, cómo y cuándo, que estuviese a Dios clamando,
que al hondo valle en que estás, surgiese tú, nada más, que para
expiarlo llorando?
V
Pues cuanto ha sido y será. De Dios reside en la mente, Tanto
infortunio presente ¿No lo completaba ya ? Y ¿Por qué, si en él esta, Del
bien la fuente suprema,
Lanzó esa voz o anatema que hizo súbito existir Un mundo en que
oye gemir
Y un hombre que de el blasfema?
VI
¿Cómo de un bien infinito. Surge un infinito mal, De lo justo lo
fatal,
De lo sabio lo fortuito ? ¿por qué está de Dios proscrito.
El que antes no le ofendió,
Y por qué se le formó. Para enloquecerlo así. De un alma que
dice sí.
Y un cuerpo que dice no ?
VII
¿Por qué estoy en donde estoy
Con esta vida que tengo
Sin saber de dónde vengo, sin saber a dónde voy. Miserable como soy,
Perdido en la soledad Con traidora libertad E inteligencia
engañosa,
Ciego a merced de horrorosa Desatada tempestad?
VIII
Hoja arrancada al azar De un libro desconocido Ni fin ni empiezo
he traído
Ni yo lo sé adivinar; Hoy tal vez me oyen quejar Remolineando al
imperio
Del viento; en un cementerio Mañana a podrirme iré,
Y entonces me llamaré Lo mismo que hoy: ¡un misterio!
IX
De pronto así cual soñando En alta mar sorda v fuerte Entre la nada y la muerte
Me encuentro a oscuras bogando; Sopla el tiempo, y ando, y ando,
Ignoro a dónde y por qué, Y si interrogo a la fe Y a la razón
pido ayuda,
Una voz me dice «duda» Y otra voz me dice «cree»
X
Con menos alma, quizás Sólo la segunda oyera, O con más alma, pudiera.
No equivocarme jamás: Entonces creyera más, O al menos, dudara
menos;
Pero, a malos como a buenos. Plugo al Señor conceder Luz
bastante para ver
Que estamos de sombras llenos.
XI
La debilidad por guía, La tentación por camino, ¿Es de virtud el
destino
Que su bondad nos confía? ¿Es fuerza que en lucha impía
Nos pruebe el Genio del mal Para ir a un condicional Anhelado
Paraíso?
¿Para ser bueno es preciso Poder ser un criminal?
XII
Mas... ¡soy libre! y ¿para qué?
Para enrostrarme a mí mismo
EI caer a un hondo abismo
Que otro ha cavado a mi pie, Y
renegar de la fe,
Luz de mi infancia serena,
Y fiar a un grano de arena La
eternidad de mi ser, Debiendo yo
responder De la creación ajena.
XIII
¡Somos libres! ¡libertad Que no deja ni el consuelo De enrostrar
el mal al Cielo
O a nuestra fatalidad! ¡Libres... y la voluntad Es plena para el deber! Libres...
y hay luz para ver Lo que es crimen desear, Y alma para delirar,
Y corazón para arder!
XIV
¡Libres, cuando delincuentes Desde el vientre maternal Ya éramos
siervos del mal
Y del dolor penitentes; Y con cadenas ardientes Al crimen de otro amarrados
Ya estábamos sentenciados A purgarlo aquí por él Y a extender para Luzbel
La siembra de los pecados!
XV
¡Oh, Adán! ¿cuándo estuve en ti? ¿Quién te dió mi alma y mi
pecho?
¿Quién te concedió el derecho De que pecaras por mí? Si en tu
falta delinquí
Y en tu infición me condeno, ¿por qué un Dios tan justo y bueno
No me lavó en la virtud de otro Adán, y la salud No me volvió en
cuerpo ajeno?
XVI
Si en mis carnes heredé La ponzoña de la suya, ¡Que en las
carnes arda y fluya! Pero en el alma ¿por qué? Si mi alma su alma no fue, Si es
chispa de Dios directa, ¿Cómo de luz tan perfecta Tan imperfecta salió? Si Adán
por Dios no pecó
¿Cómo su infección la infecta?
XVII
¡Absurdo! ¡no puede ser! Y sin embargo es, y ha sido, Y aquí lo siento, esculpido
¡Absurdo! ¡no puede ser! Y sin embargo es, y ha sido, Y aquí lo siento, esculpido
En el fondo de mi ser, Cual si otro Dios, Lucifer Concurriese
audaz con Dios
AI soplar dentro de nos El vital celeste lampo Y fuésemos luego
el campo
Del batallar de los dos.
XVIII
¡Esperanza que me engañas, Tentación que me provocas
¡Esperanza que me engañas, Tentación que me provocas
Pasiones que con mil bocas Me desgarráis las entrañas
Ciencia que mi vista empañas, Orgullo que atas mi oído.
Razón que sólo has servido Para perder la razón. . .! ...
¡Ay! Contra tantos ¿qué son
Los que de polvo han nacido?
XIX
Dios que por prueba concitas Enemigos qué vencer Dáme armas, dáme poder
Dios que por prueba concitas Enemigos qué vencer Dáme armas, dáme poder
Para la lid que suscitas.
Pero si el poder me quitas, Libre
renuncio a existir,
Pues no debo consentir
Que me hayas venido a echar
Esclavo para lidiar
Libre para sucumbir.
XX
Si dijiste: "A cada cual
El bien y el mal le propongo, El
escoja y yo dispongo",
¿El hombre ha escogido el mal?
Escoge el reo el dogal O unce el
libre su cadena? Si su ciencia, mala o
buena, Le basta para escoger,
¿El mismo ha venido a hacer La elección que le condena?
XXI
Si libre siempre ha elegido
El hombre flaco y mortal, ¿A
elegir siempre su mal
Qué negro azar lo ha impelido?
Y si, una vez que ha caído Libre
alguna vez se vió, ¿Cómo de nuevo
tornó De su pérdida al abismo, Enemigo de sí mismo
Y del ser que lo creó?
XXII
Si tu infinita bondad Presidió a cuanto hay creado, ¿Por qué le
diste al pecado Sombra de felicidad? ¿Por qué de la adversidad Hiciste hermano
al delito?
¡Ah! con verdad está escrito Que cuando tu ángel bajó Sólo un
Lot, un justo, halló, En la ciudad del maldito.
XXIII
Nula es mi sabiduría, Pobre mi benevolencia Pero si la Omnipotencia
Un instante fuese mía, ¡No! yo no concebiría
Culpas de la criatura! Santa, universal ventura, Fuera un himno
sin cesar
¡De incienso para mi altar! ¡De amor para mi hermosura !
XXIV
No así en la obra de aquel Que desóyenos su nombre,
Cual si el tormento del hombre No lo atormentara a él; Cual si
pudiera cruel
Ser también consigo mismo, O suscitar el abismo Do impele a su
creación
Por dar lugar al perdón Con que adula su egoísmo.
XXV
¿Quién te hizo Dios? ¿Por qué, di Cómo, dónde y cuándo vino
Privilegio tan leonino A corresponderte a ti? ¿Por qué no me tocó a mí Ese
poder de poderes?
¡Ay! siendo lo que tú eres No fuera el mundo cual es, O
aplastara con mis pies
Tan triste enjambre de seres.
XXVI
¡He aquí el mundo que a tu acento Vió la hermosa luz del día!
Si fuese mi obra, sería Mi eterno remordimiento: Fue un edén tu
pensamiento,
Un infierno resultó, Y al hombre que te burló Y audaz tu imagen degrada
No lo vuelves a la nada.
XXVII
¡Qué importa, oh sol, tu esplendor Jugando en mil gayas lumbres
Desde las nevadas cumbres Hasta la nítida flor! ¡Que importan,
noches de amor
Tus cariñosas estrellas. . . !
¡Ah! tantas cosas tan bellas
Que provocando a llorar Parecen hoy extrañar Delicias que vieron
ellas!
XXVIII
Del templo monumental Siguen contando el portento El fúlgido
pavimento Y el dombo etéreo, inmortal; Mas donde un velo nupcial Cubrió
angélicos sonrojos, Hoy nos ofenden los ojos Ahuyentándonos infectos,
Abominables insectos Que procrean entre abrojos.
XIX
El
palacio en que a reinar El Creador nos
convida, Se tornó en prisión por vida
De aislamiento y de pesar. De su excelso palomar
El alma inocente huyó: atraída cuando vió tu hermosura de la
pampa,
Cayó aquí, como en la trampa Que para el buitre se armó.
XX.
Lástima, lástima horrenda Ver en tal desarmonía Claro sol y alma
sombría
El viviente y su vivienda. Sentir la eterna contienda Y el caos
siniestro interior, Cuando todo en derredor, Todo, excepto el hombre infando,
Va en paz y en orden cantando La gloria de su Hacedor.
XXXI
¡Oh angustia! sentir por dentro De este infernal laberinto
La espuela cruel de un instinto De algo que busco y no
encuentro,
Caverna odiosa, y al centro Un ojo para mirarla, Luz que en vez
de iluminarla
Permite que se entrevean Vampiros mil que aletean Luchando por
apagarla.
XXXII
¿En dónde estás ¡oh verdad! Oh rabia del alma mía, Concierto de
la anarquía,
Ley de la contrariedad, Amor del odio, equidad De tantas
iniquidades,
Beldad de monstruosidades, Tu razón, ¡oh Creador! Para ver crimen
y error
Sin que al surgir lo anonades?
XXXIII
¿En dónde estás ¡oh hermosura! Que de ti no más que el nombre
Diste a otro ser como el hombre, De arcilla y de desventura;
Esa ingeniosa impostura Que al tacto se disipó y sólo acibar
dejó,
Y el vivo rastro infelice
De otro eslabón que eternice El llanto que le costó?
XXXIV
Pobre mujer,sea cual sea
Tu elevación o tu afrenta, ¡quien habrá que hombre se sienta
Y sin caridad te vea! La más feliz se crea Es mártir aún de sus
dichas,
Y a las demás, entredichas como sombras del festín,
No tocó ni el bien ruín De desahogar sus dichas.
XXXV
Gente... y más gente... y más gente Pasa delante de mí, ¡Oh! qué
triste es ver así
La humanidad en torrente! ignoro cual es su fuente Y en qué mar
se perderá;
Mas de cierto juro ya Que en el ser de cada uno El aguijón
importuno
De la desventura va.
XXXVI
¡Dardo que nunca se embota,
Elemento creador! Inmenso pan de dolor,
Que la humanidad no agota, Gaje fatal con que dota
La existencia a cada cual, Genio
insaciable del mal,
Demonio ¡sombra del hombre!
¡Dí quién eres, dí tu nombre Para maldecirte tal!.
XXXVII
¿Eres la serpiente horrenda
Que en su torva fantasía
Vió el escadinavo un día Ciñendo el mundo tremenda? Como con
perpetuo delenda Oigo su ronco silbar. Y estrechando sin cesar Sus férreos
anillos duros,
¡Hace en sus ejes seguros Gemir el orbe y temblar!
XXXVIII
¿No te basta el mundo? ¡Dí! ¿Son pocos tantos millones De infelices corazones Engendrados para ti? Supremo déspota aquí, ¿Pasa de aquí tu poder?
¿No te basta el mundo? ¡Dí! ¿Son pocos tantos millones De infelices corazones Engendrados para ti? Supremo déspota aquí, ¿Pasa de aquí tu poder?
Y aún no harto con hacer De la existencia un infierno,
¿Siempre que el hombre sea eterno, Como él. eterno has de ser?
XXXIX
Un tiempo la idolatría Preces y altares te alzó Y al Dios del bien
lo negó
Y en ti a Dios reconocía Te palpaba, te tenía, Mal, soberano
iracundo
Cual si con desdén profundo Dios de su obra avergonzado
Hubiera en tu pro abdicado El triste imperio del mundo.
XL
¡Ah! ¿qué no tiene el Señor? Nunca agotarán sus manos Sus océanos
de océanos De felicidad y amor; ¡Venid! dijo el Creador, «Que a mi banquete os
convida
Mi largueza» Estremecida Natura hirviente fundió, Y el hombre
nació... ¡y nació Llorando el don de la vida!
XLI
Angeles creó para sí, En el cielo y para el cielo, Ellos no bajan
al suelo
A perder el cielo aquí; No tan dichoso, ¡ay de mí! Ha sido el
hombre creado:
Nace para ser tentado, Vive en pugna y en error, E hijo de un
mismo Señor
El no es el predestinado.
XLII
Entre
dolores naciendo, Miseria y dolor mamando Pecado y llanto mirando
Sin saber lo que está viendo: En su fuente van vertiendo Desde
antes de la razón,
La vida la tentación, La tentación el delito Y con éste, Dios lo
ha escrito
¡Quizá la condenación!
XLIII
Fuente que de la montaña Salió ernponzoñada ya, En sus claras
linfas va
Ponzoña por la campaña; Envenena cuanto baña, Corrómpese ella
también,
¿Y quién la depura? ¿quién La vuelve a su manantial? ¿Quién esa
fuente del mal
Tornará fuente del bien?
XLIV
Y ¡ah! con balanza traidora
Dotóse a la criatura, El mal lo palpa y lo apura,
El bien lo sueña. . . o lo
llora: Cuando uno es feliz lo ignora, Cuando infeliz, bien lo prueba, Parece
que Dios nos lleva Libro de cuentas extraño
Dándonos íntegro el daño, Para que el bien se nos deba.
XLV
El mal es piedra que cae, Niágara que se desprende;
El hombre no lo suspende. Su propio ser se lo trae;
Parece que nos atrae, Que él es nuestro fin preciso,
Y que de haber paraíso Sobre este infierno, hacia él
Vamos contra una cruel Ley que condenarnos quiso.
XLVI
La tempestad nos presenta Sus iris por agasajo,
Un rayo de luz los trajo, Otro rayo los ahuyenta;
Así en la eterna tormenta De este infeliz corazón,
Si luce gaya ilusión En el cielo del destino, A una pulsación nos
vino,
Y huye en otra pulsación.
XLVII
Siempre el mal va acompañado De algo indeleble y eterno,
Y él tiene mas del infierno Que del cielo al bien se ha dado:
El bien como que es prestado; Mas ¡ay! bien propio es el mal.
Y aún las veces que el mortal Fantástico lo delira,
Tiene su triste mentira Más verdad que el bien real.
XLVIII
El recuerdo del
placer Es el dolor de su ausencia Y nos duele en su presencia ,
El tenerlo que
perder. Un bien que no ha de volver Es un torrnento mayor,
Y a fin de que su
rigor No diese treguas al pecho, Dios en el recuerdo ha hecho
La eternidad del
dolor.
XLIX
Un bien nunca
satisface Mientras que el mal es sobrado
Y el mal hace desgraciado, Pero un bien feliz no hace; Y tan
predispuesto nace El hombre para el pesar,
Que imbécil para
gozar Y hábil para padecer, Llora su propio placer
Cuando no halla qué
llorar.
L
Duda y exasperación
Dejan los padecimientos, Y tedio y remordimientos
Deja el goce al
corazón. Lágrimas a un tiempo son De angustia y risa despojos,
Y cuando libres de
enojos Más inocentes reímos, Bien nos dice que mentimos
El llanto que hay en
Los ojos.
LI
Yo, mísero, ya nací crisálida de la nada, Y no ha de ser revocada
La sentencia que cumplí. Dispones, ¡oh mal! de mí Y a evitarte
nada alcanza
Armada de ti se avanza La eternidad luego en pos Y hay que dar
eterno adiós Al sueño de la esperanza.
LII
La vida es sueño- ¡Callad, Oh Calderón! estáis loco: Hace veinte
años que toco
Su abrumante realidad; Yo te palpo ¡Iniquidad! ¡Desgracia! no eres
fingida.
Que si al placer dí acogida, Un instante aquello fue; Un instante
en que olvidé
La realidad de la vida.
LIII
¿La vida un sueño? ¡Qué sueño Tan raro en su obstinación! ¡Siempre
el mismo! ¡Siempre Ixión Volteando en su hórrido leño Siempre en su bárbaro
empeño
El demonio que llevamos! ¡Ah! con razón despertamos Con lívida faz
que aterra, Yertos, mordiendo la tierra Que en frío sudor empapamos.
LIV
No es un sueño, es un delirio Es pesadilla infernal De un
despierto, un criminal
Que envejece en el martirio. En vano irónico cirio Nos alumbra la
razón:
Entrevemos salvación , De dicha y paz hay asomo Mas ¡ah! Los pies
son de plomo
Y es Tántalo el corazón.
LV
Duelo y crimen sólo veo, Duelo y crimen sólo aspiro, Al mal un
verdugo miro
Y al mundo un inmenso reo, Despechado clamoreo Oigo alzarse
eternamente,
Y con hastío vehemente Pasma la imaginación Que esta sea la
creación
De un Dios amante y clemente
LVI
¿Quién sino el genio del mal Improvocado y sañudo Revestirme el
alma pudo
De carne flaca y mortal? ¿Quién sino él a este raudal De
corrupción me trajera
A tornar en monstruo, en fiera, Un ente ávido del bien Digno sólo
de un edén
Donde feliz ser debiera ?
LVII
¿ Por qué, invisible sayón Que llamo y no me respondes,
Lanzas el dardo y te escondes A mi desesperación? Estoy a tu
discreción, Invulnerable enemigo; Sáciate, apúra el castigo, Triunfa y goza en
mi dolor
Mientras yo, vil gladiador, Te saludo y te bendigo.
LVIII
«Ama, cree, sufre y
espera», Me dirá, «que aunque te espante
La vida, es sólo un
instante De probación pasajera» ¡Señor! por corta que fuera
Fue sobrada para mí
Si el instante que viví Bastó para condenarme,
Bastó para
exasperarme, ¡Hasta blasfemar de ti!
LIX
¡Cómo es posible, Dios mío, Que haya tantos, tantos tristes
Cuando tú, oh Señor, existes Con tu inmenso poderío, Y cuando de
tu albedrío Solamente a la intención En lluvia de bendición Sonreída a nuestro
ruego
Volviera la vista al ciego Y al demente la razón!
LX
Esta abdicación que has hecho De tu excelsa voluntad En mal de la
humanidad, Aunque intentada en provecho, He aquí el correntoso estrecho
Y el escollo en que caí, Y yo no puedo ¡ay de mí! Juzgar de tu
providencia
Sino con esta conciencia Con que a juzgarme aprendí.
LXI
¡Sabios funestos, callaos!
El caos físico ha cesado, Pero el que lo hizo ha dejado
Al espíritu en un caos. ¡Pobres hombres! Revolcaos Mintiendo
felicidad;
Yo entre tanta oscuridad Rebelde contra mi suerte, Ansío deberle a
la muerte,
O la nada o la verdad.