“Y tu al lado de uno y tu al lado de otro y yo acá de este lado, muriendo de dolor”
(Chabela Vargas).
Uno de los temas recurrentes de la vida actual es el de la homosexualidad, caracterizada por la relación afectiva y la conformación de pareja con personas del mismo sexo. Este tipo de comportamiento es tan antiguo como la existencia del ser humano y deriva su importancia de la forma cómo afecta las costumbres de los pueblos y la vida cotidiana de la sociedad y la familia.
En los pueblos antiguos, la homosexualidad es aceptada entre los griegos, tolerada entre los romanos y condenada en muchas regiones de oriente y occidente. En algunos grupos nativos australianos ha sido generalizada. Muchos países aprueban el matrimonio legal entre homosexuales o permiten su registro como parejas de hecho.
La homosexualidad a pesar de ser tan antigua, ha sido marginada, no aceptada, es el tema de no tratar. Pero, cuando llega al núcleo familiar encarna en un personaje al cual es necesario esconder o señalar, porque es el “raro”, el esperado inesperado. Los epítetos llueven desde el señalamiento como afeminados, amachadas, homosexuales, desviados, desviadas y cientos de denominaciones innombrables en este espacio, hasta llegar al genérico gringo de “gay”.
La sociedad ha sido indolente con aquellas personas que tienen comportamientos por fuera de un esquema patriarcal, pero en la medida que se abren espacios amplios de tolerancia, el comportamiento sexual de hombres y mujeres sale a la luz, “sale del closet” para enfrentar con decisión su situación ante la familia y la sociedad.
Los mecanismos de selección de pareja parecen estar impresos en uno de los cientos de laberintos de la estructura del ADN. Las conductas sexuales juegan con el azar y en muchos casos, “considerados poco afortunados”, aparecen las fijaciones de las más remotas tendencias que afectan tanto a hombres como a mujeres.
En reportes médicos del Siglo XIX aparece la homosexualidad como una enfermedad, un problema mental. Para Richard von Krafft – Being es una “degeneración neuropática hereditaria agravada por una excesiva autosatisfacción”. Alfred Charles Kinsey, asegura que la homosexualidad no es una enfermedad, pero acepta algunos factores de esta orientación en gemelos y mellizos. Kallman habla sobre una anomalía genética.
Según Freud, existe “una predisposición constitutiva, el efecto determinante de experiencias durante la infancia: como la falta de un progenitor del mismo sexo con el cual poder identificarse y la desviación sexual desde las experiencias homosexuales masculinas durante la adolescencia”. Se evidencian: “la predisposición bisexual, las tendencias homosexuales latentes y la poca madurez en el desarrollo sexual”.
Estudios más actuales apuntan a reconocer condiciones especiales del factor hormonal, las situaciones vividas durante la infancia, la estructura de una identidad, el papel del género y los factores ambientales.
Algunos comportamientos que pueden caracterizar la homosexualidad, se resumen a continuación:
Sentimientos de atracción solamente por personas del mismo sexo, manifestados antes de finalizar la adolescencia.-
Proceso de autoaceptación de la homosexualidad con impulsos sexuales satisfactores.-
Resistencia a aceptar la homosexualidad como algo placentero.
Hay intentos heterosexuales, eventos homosexuales breves y autosatisfacción.- Episodios de homosexualidad temporal en heterosexuales, bajo circunstancias especiales de encierro. Pueden desarrollar una homosexualidad latente.
Homosexualidad latente en personas heterosexuales, por seducción o por soledad.-
Atracción hacia individuos de diferentes sexos.-
Personalidad narcisista: el deseo de provocar deseo; y Homosexualidad generada por disfunciones psíquicas, como la demencia senil, la esquizofrenia y la epilepsia.
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