viernes, 16 de septiembre de 2011

REFLEXIONES


Si ha sacrificado muchos de sus deseos para que sus padres lo continúen queriendo como lo querían de pequeño…
¿Qué ha construído en torno al sistema familiar?
¿Qué ha recibido de sus padres para crecer como persona?
Si esto no se ha dado ¿qué espera para empezar?

El verdadero amor se modifica con el tiempo, crece y descubre nuevas maneras de expresarse… Sólo produce felicidad, escapa del dolor y se traduce en fe y esperanza. Dar es su verdadero sentido y está más allá de su misma realidad. Cuando se le permite acercarse al dolor, reaparece fortalecido o muere de silencio.

Los enfermos experimentan una gran mejoría en cuanto son internados; ya no necesitan estar escondiendo sus síntomas, y el ambiente familiar los ayuda a aceptar sus propias limitaciones… Estar entre iguales da seguridad y la necesidad de apoyar a otros en la carrera hacia la vida.

Una persona absolutamente normal necesita pasar por la experiencia del amor imposible… Lo imposible es una forma de ver lo posible. En los contrasentidos del amor lo imposible es lo posible.

Existen dentro de nosotros otras personas a las que debemos amar: interesantes, locas, curiosas, valientes y arriesgadas… Cada día saltamos de la lentitud a la premura, de la sencillez al orgullo, de la insensatez a la cordura; corteses y descorteses, agresivos y pasivos… ¡somos tantos al mismo tiempo!

Todos somos educados solamente para amar, aceptar, intentar descubrir una salida, evitar el conflicto… Nuestra estructura choca contra lo que se ubica al otro lado, el lado inexplorado de la otra realidad.

Los sentimientos negativos, reprimidos durante años en el alma, salen algún día a la superficie… Se sienten y cuando no se necesitan más, pueden partir. El hecho de no salir a tiempo reduce nuestra capacidad de actuar en condiciones “normales”.

Si no quieres entrar en apuros divide siempre la responsabilidad… Los administradores adecuan el recurso a las necesidades. Dividir responsabilidades incentiva la eficiencia del proceso.
Así como la prisión nunca corrige al preso – se limita a enseñarle a cometer más faltas –, los sanatorios hacen que los enfermos se acostumbren a un mundo totalmente irreal, donde todo es permitido y nadie necesita ser responsable de sus actos… El mundo de los iguales hace fuerte al individuo y al grupo y genera situaciones favorables de cura, pero también fortalece aquellos espacios en los cuales un desajuste se hace presente.

Texto de referencia: Paulo Coehlo: Verónica decide morir. Edit. Planeta.

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