miércoles, 14 de septiembre de 2011

LA SOCIALIZACIÓN EN EL NIÑO

El niño es un todo con su entorno; la vida familiar es parte de su universo y desde estos espacios primarios construye sus primeros referentes. El mundo de los mayores empieza a ser incorporado e imitado y la influencia mutua entra a producir comportamientos en unos y otros.

Los procesos de formación y educación tienen  su comienzo en la secuencialidad de conductas que las delimitan: rigidez o permisividad,  hostilidad o calidez, dedicación obsesiva o despreocupación.

En el “aprendizaje por modelos” el niño toma la vida del hogar como referente para determinar sus comportamientos: padres hostiles o permisivos, generan niños agresivos y rebeldes y padres agresivos, hijos agresivos. En el caso contrario, los niños educados y obedientes son producto de padres cálidos aunque restrictivos.

 De la misma manera,  la socialización y el desempeño social tienen  en el hogar su comienzo; desde este lugar evoluciona, marca pautas en los diferentes escenarios en los cuales el individuo actúa y asegura que sus repercusiones se vayan manifestando en el transcurso de la vida.  La socialización tiene relación directa con la aceptación de valores, principios y actitudes.

Para el desempeño de los roles sociales el niño participa con todas las fortalezas y debilidades con las cuales la naturaleza le ha dotado  y con las cuales va a obtener logros, enfrentar dificultades y amenazas y madurar sus comportamientos.

El niño llega a la socialización a poner en juego sus condiciones biológicas, físicas, fisiológicas y sexuales; hace uso de la capacidad de interactuar con el medio, del conocimiento, de la memoria, de la atención y de la capacidad de enfrentar y resolver problemas.

Las relaciones socio-infantiles aceleran los aprendizajes e incorporan la necesidad de asumir comportamientos. El juego se convierte en la actividad más importante y desde todos los espacios de la lúdica se fortalecen la participación, la cooperación, el respeto mutuo, el liderazgo, la aceptación de límites, la tolerancia a la frustración, la capacidad de procurar el logro de propósitos propios o de grupo y la solución de problemas. Poco a poco, cuando las relaciones se tornan más complejas se ve obligado a crear otros espacios de participación y otros tipos de comportamiento.

Para el niño, la imagen paterna en el entorno del modelo de hogar representa la figura de autoridad. Este elemento es determinante en el proceso de socialización; a partir de él hace práctica la obediencia, la aceptación de quien lidera y ordena y el acatamiento a las normas; cuida sus intereses personales y de grupo y proyecta hacia la pubertad el uso adecuado de todos los aprendizajes anteriores garantizando la permanencia de estos hasta la edad adulta.

Al comenzar el proceso de socialización, el niño participa en las actividades de grupos mixtos, pero a partir de los cambios producidos por la edad, la participación tiende a hacerse con grupos homogéneos y en forma progresiva estará supeditando las decisiones a sus intereses personales.
 
La socialización aprendida por imitación regular o forzada va a exigir el reconocimiento y aceptación de las reglas de comportamiento social y la aceptación de los centros de poder y autoridad. Lo ético y lo moral tienen asidero  en los nuevos conceptos que el niño asimila, de la misma manera que los conceptos de premio y castigo que delimitan el cumplimiento o no, de las normas aceptadas y que son parte importante de la estructura social.

No hay comentarios:

Publicar un comentario