sábado, 17 de septiembre de 2011

DESDE EL MUNDO DE LAS COMPENSACIONES


Niños y niñas deben poseer sus espacios físicos y hacer uso de ellos desde el nacimiento. En forma progresiva se puede logran evitar los conflictos que generan la ocupación de aquellos lugares que corresponden a los adultos especialmente del padre quien puede llegar a sentirse, en algunos casos,  como un desplazado más.

Cuando niños y niñas reconocen los espacios de su alcoba, empiezan a adaptarse a ellos. Si la madre o el padre consideran que aún no es tiempo para darse esas libertades por miedo al necesario desprendimiento, estas personitas retardarán su aceptación. En este caso los padres se convierten en una barrera que marca las bases de una dependencia afectiva y económica que puede llegar a cruzar toda la vida.

Bajo esta premisa se infiere que cada uno de los miembros de la familia debe gozar de la privacidad de su alcoba y con mayor razón si es menor. La comodidad se debe disfrutar desde la edad temprana para ir construyendo el propio mundo, facilitando el apoyo de los padres en los momentos que se requiera. Al aprender a reconocer los espacios, se aprende a disfrutar lo merecido y hacerse la vida amable, a poseer y cuidar aquellas cosas que le facilitan bienestar y a enfrentar los propios problemas, haciendo más fácil la intervención de los adultos.

 Frente a la soledad, niños y niñas pueden sentir la aparición de los miedos, manifestados como un síntoma de  desprotección y de carencia; posiblemente poco amor, pocos cuidados y escasa  presencia de los padres durante largos períodos de tiempo. Es saludable enfrentar los miedos desde el reconocimiento de las propias fortalezas y en los propios espacios  para lograr diluir poco a poco el impacto negativo de ellos.

El juego de las compensaciones hacia niños y niñas entra a operar cuando hay un remanente de culpa en el adulto. Concederles la comodidad que requieren en cuanto su hábitat no es negativo, pero si lo es en cuanto se exagera en espacios y dotación innecesaria. Las compensaciones están compuestas por aquellos elementos materiales y no materiales que el niño y la niña reciben de sus padres, como disculpa tardía por el abandono temporal en las largas jornadas de trabajo o en sus indisciplinadas ausencias. De la misma manera se convierte en una compensación “el dejar hacer y el dejar pasar” en las conductas rutinarias del hogar y del colegio. Puntos negativos con repercusiones posteriores.

Como consecuencia inmediata de los buenos oficios de los padres saturando de compensaciones o prebendas a hijos e hijas menores,  se presentan las pataletas. Estas actitudes son una de las formas más usuales de controlar al adulto, el cual ante la situación de presión en lugares y condiciones inesperados, termina cediendo. El niño o la niña, de la misma manera, son convertidos en reinitas y reyecitos, para quienes van todas las complacencias y a quienes nada se les niega: todo se tiene, todo se posee y todo problema es resuelto sin un esfuerzo mínimo.

La manifestación repentina de la sobresaturación  de compensaciones se empieza a presentar desde la carencia de defensas sociales, el desarrollo de una timidez que repercute en agresividad y en una muy baja tolerancia a la frustración. Niños y niñas se convierten en ganadores en todo momento y lugar sin importar lo que tengan que hacer para lograrlo, inicialmente con la ayuda de los adultos y posteriormente recurriendo a todo tipo de subterfugios.  Se convierten en competidores agresivos, definiendo un liderazgo negativo y un irremediable autoritarismo.

Bajo estas condiciones, en una etapa mas avanzada, posiblemente se enfrentará la dificultad de pertenecer a un grupo o a una pareja, necesitados de demostrar autoridad, suficiencia y dominio, sin importar las consecuencias. Al perderse los tradicionales puntos de apoyo, el mundo personal se derrumba, se llena de soledad, y ante relaciones cada vez más difíciles se buscan vías de escape, con la posibilidad de engrosar la clientela del bar, de los fármacos y de  aquellas conductas sociales que van en contravía de regulaciones y tradiciones.

No se debe olvidar que los extremos son nocivos: el excesivo amor es tan perjudicial como la falta de amor y la sobreprotección es tan molesta como el abandono. Dosifique, consulte, asesórese, para que los resultados en la formación de los hijos y las hijas sean los esperados.

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