martes, 13 de septiembre de 2011

DESDE EL BANCO

El tema de actualidad es el fútbol. Colombia toda lo hace de anfitriona en el mundial Sub 20 con excelentes resultados, actitud contagiosa para el club de los escépticos que encuentran poco o nada en la algarabía de los goles. Así los encontramos contagiados por este festival del color, resignados a aceptar las sesudas disquisiciones de los técnicos de sala apoltronados frente a un enorme televisor al tope de su volumen, gaseosas al granel para los menores y cerveza para los adultos; además de un tarro de crispetas, cuyo contenido desaparece sin remedio, cuando aún el partido está en los minutos iniciales del primer tiempo.

De estos DT, se escucha la sentencia inapelable por el mal pase, de la poca seguridad en la estrategia del técnico que deja las figuras en el banco, de las decisiones locas de los árbitros y de los “troncos” comegoles, cuya inoperancia se traduce en ver hacer los goles que no pueden hacer. Estos momentos de compartir la “euforia colectiva” deja la impresión de que el futbol se está perdiendo de unos verdaderos estrategas en la dirección de unos pobres muchachos sudorosos que corren como locos durante un poco más de noventa minutos para lograr las glorias de un gol que los catapulte a un futuro de vítores en los campos más apetecidos de Inglaterra, España, Francia y América, incluyendo la prueba definitiva de un mundial de mayores. Los participantes en este campeonato mundial son unos jóvenes casi niños y unos niños envejecidos en las duras faenas del futbol del mundo, que se aprestan al comercio nunca cuestionado de los apoderados, porque este deporte mueve enormes cantidades de dinero por taquilla, por apuestas, por transacciones, por el comercio formal e informal y por la compra-venta de jugadores.

Cada uno de nosotros en algún momento de la vida ha dado un puntapié a una pelota. Muchos pasamos por los juegos de la infancia con la pelota de papel periódico amarrada con cabuya, la pelota de trapo, la pelota de letras, el balón de tripa, el apetecido número cinco y las nuevas generaciones que se regodean con la tecnología del deporte que utiliza pesos, medidas, las más extrañas ecuaciones y los conceptos de la física como el peso, el volumen, la densidad de los materiales; para fabricar un balón y determinar su impulso a partir de un golpe en determinada zona de su superficie, su trayectoria y las variaciones en  un recorrido que busca el objetivo de la valla contraria.

Cuando los pueblos precolombinos practicaron el ritual del juego de la pelota y  cuando los ingleses sentaron las bases del futbol moderno posiblemente no pensaron que este antiquísimo juego se convertiría en una actividad capaz de mover multitudes, acrecentar pasiones, dirimir rivalidades y volcar las emociones hacia un nombre, una camiseta, un himno y una bandera. Dadas estas circunstancias, el futbol irrumpió en todos los campos y dividió opiniones. Albert Camus, premio Nobel de literatura autor de La Peste, hizo parte de la selección profesional de Argelia. Camus, alguna vez manifestó: “El fútbol me enseñó todo lo que se. Esto me ayudó mucho en la vida. Lo que más sé, acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”. Por su lado encontramos, al padre de los escépticos a este deporte: Jorge Luis Borges, quien escribió en “Civilización y Barbarie”: “El fútbol es una cosa estúpida de ingleses… un deporte estéticamente feo: once jugadores contra once, corriendo detrás de una pelota, no son especialmente hermosos”.

La historia del futbol hace parte de la vida y las angustias de todos los pueblos del mundo. Se cuenta que en un partido programado por los invasores alemanes, en Rusia, entre la selección de Alemania y el Dynamo de Moscú, los rusos tenían la consigna de perder para evitar la vergüenza de los alemanes. Alemania perdió. Los futbolistas rusos fueron fusilados; un monumento recuerda aquel episodio.

Nos volvimos espectadores temporales del televisor y por primera vez sentimos orgullo por la esperanza de los nuestros, cuando interpretaban con todo respeto el Himno Nacional de Colombia. Por lo regular, este momento era utilizado por algunos jugadores para terminar su calentamiento, mascar chicle o sonreírle a alguien a través de la cámara. Entendimos que el comportamiento de nuestros deportistas mirados y admirados por el país y el mundo responde a ese ejemplo de tenacidad y entrega que necesitan ver jóvenes y niños inmersos en las etapas más importantes de su formación.

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