FRENTE AL JUEGO
“La madurez del hombre es haber vuelto
a encontrar la seriedad con que jugaba
cuando era niño”. Federico Nietzsche.
Durante la infancia el juego es una de las primeras
actividades que realiza el ser humano para establecer contacto con el mundo. Se
habilita el desarrollo físico en correspondencia con el proceso de maduración
de las funciones cerebrales y se utiliza indistintamente para la recreación, el
descanso, el placer, el ejercicio físico, la descarga de tensiones y las
demostraciones de fuerza, poder, inteligencia y atrevimiento.
Desde el recuerdo de los juegos de la infancia se
estructura el deporte como un juego ordenado, sujeto a reglas. Puede estar
determinado por actividades en solitario que buscan marcar un récord,
satisfacer personales exigencias y quemar adrenalina en desafíos de alto
riesgo. Los espacios para el desempeño, pueden ser mínimos como una mesa, o
enormes superficies como el mar, los autódromos, los hipódromos o aún el ancho
cielo.
En la historia de los juegos, se tienen en cuenta
las condiciones del comportamiento de los seres en el adiestramiento inicial,
el reclamo de poder y los ceremoniales previos al apareamiento, la conquista y
selección de las hembras y la demostración de fuerza que habilita para garantizar
la supervivencia del grupo. El juego confluye en el ritual en el cual se
ensalza el triunfo de los vencedores y se decide la suerte de los perdedores.
Un equipo determina las actividades del grupo como
unidad y las condiciones de desempeño de cada uno de los participantes. Los
deportes de grupo empiezan con el enfrentamiento uno a uno, donde el triunfo de
uno depende de la derrota del otro. En el deporte de competencia, ser el mejor,
el más hábil, el más fuerte y el más sagaz, depende de la debilidad del
oponente y de la aceptación de su derrota.
Es un “reality”, en el cual el ganador disfruta la comodidad, los
mejores espacios y todos los honores. El perdedor es debilitado posiblemente
para forzarlo a dar lo mejor o para que renuncie a sus intentos de enfrentarse
a los “más fuertes y poderosos”. Un rival debilitado es susceptible de ser
vencido.
Por esta única razón, los deportes de competencia
necesitan un ganador, un campeón, un subcampeón y un grupo de perdedores. Todos
tienen que participar, poner su cuota de trabajo y su angustia, por el triunfo
inalcanzable, siendo los casos más comunes en nuestro medio, el ciclismo y el
fútbol.Los deportistas menos favorecidos tienen pocas ventajas económicas,
sobreviven con un bajo salario y las demoras en el mismo, mínima dotación,
pobres espacios de entrenamiento, utilería poca y a veces deteriorada. Saben
que se deben sostener por los convenios preestablecidos y no pueden dejar solos
a los ganadores quienes deben existir gracias a que ellos son los perdedores.
Entre las condiciones óptimas de los equipos
fuertes y el desamparo de los débiles, surge en muchas ocasiones aquel jugador
que por sus méritos, abre puertas en los equipos grandes en Colombia y el
mundo, bajo un rarísimo servicio de compraventa de personas – jugadores-. Estos
muchachos hacen carrera.
Posteriormente se les reclama como figuras en las
etapas previas a los grandes torneos nacionales e internacionales. Pero el
deporte de grupo tiene características específicas en cada lugar y no se puede
trasladar todo un modelo de trabajo en un bien conformado equipo en Europa,
hacia una selección que se forma de momento en Suramérica:
Cuando Leonel Messi jugó algunos partidos con la
Selección Argentina, se le vino el mundo encima ante la ausencia de goles. La
fanaticada se preguntaba, ¿Cómo era posible que uno de los mayores goleadores
del futbol europeo, “no daba pie con bola” ante las selecciones de Suramérica,
prevenidas y temerosas al enfrentarlo?
Ante el
asedio y la crítica, el jugador expresó a los medios que su juego correspondía
a una actividad de grupo, porque él solamente era uno entre once y a cada uno
en particular se le debía reclamar por el rendimiento en el trabajo
encomendado.
-NLA-
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