martes, 10 de julio de 2012


¿CUÁNDO VAS A CAMBIAR?                                                             

Al interior del mundo de los comportamientos de las personas, se encuentran las posibilidades de cambio: los que se pueden asumir en lo personal y aquellos con los cuales los demás desean beneficiarse.

Padres y madres esperan cambios en hijos e hijas; las esposas en sus esposos, las novias en sus novios; el hombre en la mujer y la mujer en el hombre. En el mundo escolar los grupos conflictivos añoran que sus profesores sean diferentes y a su vez los profesores procuran mejoras en el comportamiento de los estudiantes.

El deseo de cambio parece inherente a una personalidad llena de insatisfacciones, puesto que se espera influir sobre el estado del tiempo para tomar decisiones, sobre el rumbo de la  guerra y aún en la ley para beneficiar al retenido de cuello blanco antes que al de ruana; se espera que la economía nos depare beneficios; y aún que la suerte mire hacia nuestros bolsillos vacíos para llenarlos de dinero.

Para tratar de lograr variar los comportamientos, se requiere realizar una valoración detallada del problema que nos afecta y cómo se ha desarrollado ese comportamiento; lo más probable es la existencia de influencias de determinados factores que buscan satisfacciones a corto plazo.

Un ejemplo nos puede dar un poco de claridad: En algunas ocasiones el exceso de peso lleva a la compulsión de consumir alimentos en forma desordenada. Los alimentos a deshoras entran a ser relacionados con la fatiga y la ansiedad, y se anidan en la mente, estableciendo la presencia de un hábito: fatiga-hambre-comida. Cuando esperamos variar estos comportamientos en personas cercanas, surge la preocupación por su salud. La situación toma un rumbo inesperado al caer en el “síndrome del comprobador” que siente satisfacción cuando todo está en su lugar, cuando se logra obediencia y acatamiento a sus instrucciones y deseos.

Ante una actitud condicionada a observar al otro de quien se espera obtener diferentes maneras de actuar que faciliten la convivencia, se hace importante ejercitar la  autoobservación para definir con precisión qué es lo que nos afecta de ese comportamiento externo.

No debemos observar demasiadas cosas a la vez, puesto que se debe enfatizar en reconocer el proceso de desarrollo de los actos calificados de negativos. Así se detectan la irritabilidad en el trabajo y en el hogar, la dificultad para expresarse, la mentira, la infidelidad, la tensión, los “guayabos” incontrolables, el deseo permanente de beber o de comer, las discusiones con la pareja, la violencia intrafamiliar, la impuntualidad, la irresponsabilidad, la frialdad, el engaño, la baja autoestima y la subvaloración de otros desde el chiste agresivo.

Pero, “el que espera desespera y esperando se queda”,  dice la sabiduría popular. Usted puede estar viviendo en el mundo de las falsas promesas y de las esperas eternas de transformación en el otro y en los otros; usted vive en un mundo equivocado.

No es posible por mucho que lo espere y desee que las personas actúen de acuerdo con su gusto o sus caprichos. El cambio en el otro es su deseo, no el deseo de él o de ella. Mientras usted sufre y llora, el otro está desentendido, no le preocupa el problema que usted vive. Para satisfacerlo(a) puede estar mostrando un comportamiento forzado, algo que no se desea dar y que regresará a su estado anterior en cualquier momento.

Cambie usted si quiere lograr cambios en los demás. Adáptese a las circunstancias. Analice las razones de su angustia y “por qué” y “para qué” la proyecta en otros. Aprenda a relajarse física y mentalmente.

Los problemas de los otros deben ser asumidos por ellos, mientras usted asume los suyos. Ensaye su propio cambio y se sorprenderá con los resultados sobre el comportamiento de los demás.
_NLA_

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