¿CUÁNDO VAS A
CAMBIAR?
Al interior del mundo de los
comportamientos de las personas, se encuentran las posibilidades de cambio: los
que se pueden asumir en lo personal y aquellos con los cuales los demás desean
beneficiarse.
Padres y madres esperan cambios en
hijos e hijas; las esposas en sus esposos, las novias en sus novios; el hombre
en la mujer y la mujer en el hombre. En el mundo escolar los grupos
conflictivos añoran que sus profesores sean diferentes y a su vez los
profesores procuran mejoras en el comportamiento de los estudiantes.
El deseo de cambio parece inherente a una
personalidad llena de insatisfacciones, puesto que se espera influir sobre el
estado del tiempo para tomar decisiones, sobre el rumbo de la guerra y aún en la ley para beneficiar al retenido
de cuello blanco antes que al de ruana; se espera que la economía nos depare
beneficios; y aún que la suerte mire hacia nuestros bolsillos vacíos para
llenarlos de dinero.
Para tratar de lograr variar los
comportamientos, se requiere realizar una valoración detallada del problema que
nos afecta y cómo se ha desarrollado ese comportamiento; lo más probable es la
existencia de influencias de determinados factores que buscan satisfacciones a
corto plazo.
Un ejemplo nos puede dar un poco de
claridad: En algunas ocasiones el exceso de peso lleva a la compulsión de
consumir alimentos en forma desordenada. Los alimentos a deshoras entran a ser
relacionados con la fatiga y la ansiedad, y se anidan en la mente, estableciendo
la presencia de un hábito: fatiga-hambre-comida. Cuando esperamos variar estos
comportamientos en personas cercanas, surge la preocupación por su salud. La situación
toma un rumbo inesperado al caer en el “síndrome del comprobador” que siente
satisfacción cuando todo está en su lugar, cuando se logra obediencia y
acatamiento a sus instrucciones y deseos.
Ante una actitud condicionada a
observar al otro de quien se espera obtener diferentes maneras de actuar
que faciliten la convivencia, se hace importante ejercitar la autoobservación para definir con precisión qué
es lo que nos afecta de ese comportamiento externo.
No debemos observar demasiadas cosas a
la vez, puesto que se debe enfatizar en reconocer el proceso de desarrollo de los
actos calificados de negativos. Así se detectan la irritabilidad en el trabajo
y en el hogar, la dificultad para expresarse, la mentira, la infidelidad, la
tensión, los “guayabos” incontrolables, el deseo permanente de beber o de
comer, las discusiones con la pareja, la violencia intrafamiliar, la
impuntualidad, la irresponsabilidad, la frialdad, el engaño, la baja autoestima
y la subvaloración de otros desde el chiste agresivo.
Pero, “el que espera desespera y
esperando se queda”, dice la sabiduría
popular. Usted puede estar viviendo en el mundo de las falsas promesas y de las
esperas eternas de transformación en el otro y en los otros; usted vive en un
mundo equivocado.
No es posible por mucho que lo espere y
desee que las personas actúen de acuerdo con su gusto o sus caprichos. El
cambio en el otro es su deseo, no el deseo de él o de ella. Mientras usted
sufre y llora, el otro está desentendido, no le preocupa el problema que usted
vive. Para satisfacerlo(a) puede estar mostrando un comportamiento forzado,
algo que no se desea dar y que regresará a su estado anterior en cualquier
momento.
Cambie usted si quiere lograr cambios
en los demás. Adáptese a las circunstancias. Analice las razones de su angustia
y “por qué” y “para qué” la proyecta en otros. Aprenda a relajarse física y
mentalmente.
Los problemas de los otros deben ser
asumidos por ellos, mientras usted asume los suyos. Ensaye su propio cambio y
se sorprenderá con los resultados sobre el comportamiento de los demás.
_NLA_
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