DEPENDER
DE…
La dependencia indica
una condición especial de subordinación; tiene su campo de acción en
adicciones, compulsiones y hábitos
y tiende a considerar como
imprescindible a personas, lugares, cosas, alimentos y drogas.
La adicción se mide
desde la tendencia compulsiva hacia algo, limita la autonomía y en cuanto
compulsión afecta la fuerza interior dominando el pensamiento y la voluntad.
El hábito orienta a
repetir una conducta, pero una adicción o compulsión se convierte en un
fijación muy fuerte que puede modificarse si se utiliza una estrategia
adecuada.
Al satisfacer la
ansiedad generada por la dependencia, se logra una recompensa inmediata cuando
aparece esporádicamente la persona que se desea ser y se enfrenta la incomodidad
social, más fácil de sobrellevar que la abstinencia.
Las dependencias
patológicas tienen su mejor referente en aquel miembro de la familia incapaz de
despegarse de su influencia y cuidado. La familia es el nido del cual no es
posible salir, se trata de ser siempre el niño indefenso – por mucha edad que
se tenga -, necesitado de los cuidados de la madre y de todos los miembros del
hogar; regularmente arma sus pataletas para obtener lo que quiere. Niño que se
niega a crecer, a quien el desprendimiento no le conviene porque no conoce el
riesgo. La dependencia ata simultáneamente a una madre absorbente y un padre
proveedor.
Otro de los casos
clásicos de dependencia patológica se encuentra en las relaciones de pareja. El
problema surge al asumirse equivocados principios de propiedad y posesión,
fortalecidos por discutibles preceptos culturales. Este comportamiento puede
confluir en el clásico “morir de amor”.
Es importante darse
cuenta que el ser humano solamente es propiedad de sí mismo, su cuerpo, sus
pensamientos y deseos son personales y no pueden ser objeto de propiedad en
ningún momento. La media naranja es una falacia, porque cada uno es un mundo
que no puede estar partido en mitades, responde a unos espacios culturales y a
pesar de estar comprometido de palabra conserva sus libertades eternas.
Por esta razón lo
único que puede considerar propio, es el cuerpo, el alma, los pensamientos, las
ideas y la oportunidad que regala el universo de disfrutar del milagro de la
vida, la que se vive.
El amor, por su
parte, nunca ha sido eterno, solamente se eterniza en la necesidad de afecto y
en el reconocimiento de quien lo posee.
Para responder a las
exigencias del entorno y facilitar el paso por el mundo, además de las
personas, el ser humano debe acompañarse de cosas básicas: alimentos, bebidas,
distracciones y el uso de la tecnología.
En el momento de las
exploraciones, llegan el alcohol y las drogas, los cuales en compañía de grasas
y azúcares, pueden pasar a ser reguladas o quedarse haciendo parte de las
dependencias. En el caso de la tecnología, tanto el computador como el celular
y sus derivados se convierten en elementos imprescindibles con episodios de
dependencia enfermiza.
La tarea que nos
compromete para enfrentar cada una de las situaciones descritas, debe estar
orientada al reconocimiento del fenómeno para dirigir la intervención con los
recursos disponibles en los espacios del hogar.
Una cuidadosa
observación, conlleva a trazar un plan de acción. Si la situación amerita ayuda
psicológica para la readecuación de unos comportamientos, este debe tener como
herramientas la autoobservación, el autotratamiento, el refuerzo de los
comportamientos positivos y buscar mermar la importancia de los negativos.
En casos avanzados se
puede pensar en la intervención de grupos terapéuticos: primero el hogar como
grupo terapéutico base, Alcohólicos
Anónimos, Glotones Anónimos y grupos de rehabilitación controlada, además de la
intervención psiquiátrica con ayuda de
medicamentos.
-NLA-
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