martes, 14 de agosto de 2012


CANCIONES ENTRE EL AMOR Y LA VIOLENCIA

Las canciones han sido creadas para cantarle a todos los acontecimientos de la vida: la naturaleza, el amor, los nacimientos, el dolor, el despecho, la divinidad, las celebraciones religiosas, los sucesos del diario acontecer y la muerte.

Cuando la poesía se acompaña de música, nace una canción. La palabra cantada resume la expresión de los sentimientos más diversos. La vida y la muerte, eros y tánatos, son los dos componentes que más se recrean en ella. 

El amor en todos sus matices se canta: “amor desesperado que no tiene mañana”.  "Amor, amor, que malo eres".

Del amor se pasa a la consolidación de la relación porque "Te amaré toda la vida" o “toda una vida estaría contigo, no me importa en qué forma, ni dónde ni cómo pero junto a ti” y llega el matrimonio con las notas austeras de una marcha nupcial y la inocente melodía del “yo te prometo”.

Se suele acompañar la gestación con canciones  y dentro de los procesos de estimulación temprana se recurre a todo tipo de cantos y rituales. Los nacimientos son cantados en muchos pueblos de América nativa, suenan los  instrumentos de viento que acompañan los partos y  el amanecer de la vida nueva. La invitación a la calma y al sueño se hace desde las  canciones del arrullo: “Duerme, duerme negrito, que tu mama está en el campo, negrito…  Y si el negro no se duerme, llega el diablo blanco y ¡chaz!, le come la patica…”

Se pregunta sobre los efectos de las canciones en el sentir y pensar de las personas y la manera como diferentes tonalidades pueden generar alegría, tristeza y un poco de depresión. 

Se dice que una canción es la mejor manera de lograr que una persona nos recuerde toda su vida, porque esta queda impresa en el lugar de los amores perdidos como un estigma y salta como bala perdida en el momento de los sentimientos contrariados.

En un lugar de la infancia de los pueblos, tenía su despacho el psicólogo cantinero, el mismo que conocía todas las historias de amores y desamores de los paisanos y de su entorno. Al improvisado diván de una mesa llena de botellas de cerveza enviaba las notas lastimeras de “en la tarde que en sombras  se moría, tristemente nos dimos el adiós”  o “ayer la he visto con otro, alegre la vi pasar, ganas tuve de gritarle: ¿engañera paonde vas?”; "Allá en el cielo volveremos a encontrarnos para nunca separarnos más" y en la conflictiva separación: “Victoria, cantemos victoria, estoy en la gloria, se fue mi mujer”…

A la mamá se le recuerda con el “mantelito blanco” "Devuélveme el rosario de mi madre y quédate con todo lo demás" o “se quedó mamá vieja muy triste en la puertael rancho”. Una canción del trio Los Panchos terminaba con la frase “¡Adios vida ingrata!” y se completaba con el sonido de un disparo. Los Tigres del Norte son expertos en cantar las peripecias de la clase emergente en Estados Unidos y México y los muertos de sus guerras urbanas.

Las alusiones a la muerte, en las canciones de guerra, son frecuentes: “Si de pronto yo muero en la guerra, yo te ruego por Dios Adelita que por mí no vayas a llorar”. Otros se van para la guerra y no regresan, pero el estado entrega las condecoraciones póstumas: “Una viejecita de canas muy blancas, se quedó muy sola con cinco medallas, que por cinco hijos la premió la patria”. 

Se puede morir de amor y en el tango se encuentra la tragedia y la muerte violenta, casos de policía musicalizados. Se puede matar cualquier cosa: “Tomo y obligo mándeme un trago, que hoy necesito el recuerdo matar…” "Las pruebas de mi infamia las cargo en la maleta: las trenzas de mi china y el corazón de él".

 En una balada se canta el dolor del engaño “¿Y cómo es él?”, otros bailan al "Santo cachón". "Mátala, mátala, mala mujer", en una invitación al asesinato; otra forma de matarla es con besos y ternura; pero debe ser muy doloroso tener el corazón en “carne viva” como canta Raphael.

"Un paisano gritó ¡Viva! y al caudillo mencionó y los otros respondieron sepultando sus puñales en el cuerpo valeroso del paisano que gritó"; a Lucio Vásquez lo mataron con sevicia y le echaron tierra en la boca. Juan Charrasquiado corrió la misma suerte, aunque ya se lo habían advertido: “El les gritaba estoy borracho y soy buen gallo, cuando una bala atravesó su corazón”.

Esa es la canción, una compañera que siempre está en todos los lugares de la vida humana,   testigo único de sus emociones, sus éxitos y  fracasos, sus relaciones particulares y su vida social. La canción está en la paz y en la guerra, la existencia  en toda su plenitud. La canción es una parte de nuestros recuerdos y nuestras ausencias;  la vida fluye en sus notas cuando se hace necesario fabricar los recuerdos. (Barranquilla 10-08-12).
-NLA-

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